Выбрать главу

– Su nombre era Judith y yo fui su marioneta. Era hermosa, pero no fue su belleza lo que me atrapó, fue su ingenio, su habilidad para sorprenderme, para hacerme reír y sacudir la cabeza al mismo tiempo. Quería casarme con ella. Nunca vi su traición hasta que fue demasiado tarde. Fui un maldito tonto.

– Cuéntame -dijo ella, y se sentó sobre sus caderas, blancas y desnudas, su largo cabello suelto, cayendo sobre sus hombros para velar sus senos, las manos abiertas sobre sus muslos. -Cuéntame -dijo otra vez.

Jason no quería evocar el recuerdo que seguía siendo tan caliente y duro como una piedra dentro suyo. No quería que ella conociera los malditos detalles de lo que había hecho, no quería que se diera cuenta de lo tonto que había sido, que viera al patético joven que casi había destruido a su propia familia, pero las palabras salieron de su boca aun mientras sacudía la cabeza.

– Fue todo por la codicia de tres personas malas, tres personas con absolutamente nada de conciencia. Mi padre quedó atrapado en el ojo de esa tormenta. -Le contó sobre Annabelle Trelawny, una mujer que los había engañado a todos, incluyendo a Hollis, sobre cómo James casi también había muerto. -Él logró matar al hermano de Judith, Louis, pero estuvo tan cerca, Hallie. -Se frotó el hombro, sintiendo otra vez el instante en que la bala lo había golpeado, arrojándolo contra su padre. -Corrie mató a ambas mujeres -dijo. -Diciéndolo ahora, no parece posible, pero lo hizo; primero disparó a Judith, luego a Annabelle Trelawny, para salvar a Hollis. Puedo recordar los sonidos de las balas, y pensé lo ruidosas que eran, y supe que una de ellas me había dado, y pensé que era muy extraño, porque me sentía entumecido. Aparte de eso, realmente. Recuerdo a mi padre presionando la palma de su mano contra la herida en mi hombro, lo recuerdo gritándome, y me sentía tan aliviado de que él estuviera bien. Luego recuerdo pensar que con mi suerte la bala fácilmente podría haberme atravesado e igualmente matarlo, pero eso no sucedió. Quería decirle que lamentaba toda la devastación que había causado, pero no podía, las palabras no salían, y entonces, bueno, no pude hacer nada.

– Casi moriste -dijo Hallie.

Le estaba pasando los dedos por el hombro, tocando apenas la cicatriz.

– Pero no lo hice. Mi familia estuvo allí, siempre estuvieron allí, y cuando finalmente abrí los ojos, estaban tan contentos y aliviados, me decían una y otra vez que estaría bien, que iba a vivir. Yo no estaba seguro de quererlo. Todos esos rostros comprensivos, amados, la preocupación y el amor por mí profundamente grabados, el temor a que muriera.

– No podías soportarlo porque la culpa era tuya.

– Sí, era mía, de nadie más.

– Cuéntame otra vez cómo era todo culpa tuya.

– Si no hubiese sido tan tonto, tan ciego y lleno de mi propia vanidad e invencibilidad, Judith no hubiera podido atraerme, convertirme en su ingenuo. No hubiese ganado.

– ¿Dices que ella ganó? ¿Cómo puede haber ganado, Jason? Está muerta. Tú no estás muerto, tu padre no está muerto, James no está muerto.

– No gracias a mí. Querían nuestras muertes, Hallie. Realmente querían hacerlo. Lo peor de todo es que querían beneficiarse de eso. Eran monstruos malignos. El hermano de Judith había dejado inconsciente y atado a James. Gracias a Dios James es tan fuerte y tan inteligente, pero igualmente, estuvo demasiado cerca. Podría haber muerto fácilmente.

– No lo hizo. Se salvó a sí mismo, tal como salvaste a tu padre. -Antes de que pudiera hablar nuevamente, ella se agachó y lo besó suavemente en la boca, con la palma de su mano sobre el corazón de él. El latido era sólido, constante, ahora no estaba acelerado por la necesidad. -Tu padre -le dijo pensativamente, con el ceño fruncido, -debe haber odiado que tú, su hijo, lo hayas salvado.

– Sí, así fue. Me dijo que él era el padre, que era él quien debería proteger a su hijo. Estaba furioso porque yo había saltado frente a él.

– ¿Eso te sorprende?

– No. Es mi padre. Intentó excusar lo que yo había permitido que Judith me hiciera, dijo que si tanto quería adjudicar la culpa, que entonces le diera a todos su parte. -Jason se quedó en silencio, consciente de la palma de ella ahora cubriendo la cicatriz de bala, pero bajo esa palma el maldito dolor seguía allí, pulsando fuerte y caliente. -Dijo lo que yo hubiese dicho si hubiera sido el padre.

– Por supuesto. Y tenía razón.

– No estabas ahí, Hallie. No sabes qué sucedió realmente.

– ¿Tu padre alguna vez te ha mentido?

– Claro que no, pero esto es muy diferente. Él no quería ver esto como una mentira, lo veía como…

– ¿Como qué?

– Como algo que se resistía a creer, porque yo era su hijo y me amaba.

– ¿Amas a tu padre, Jason?

Él la tomó de la muñeca e hizo bajar a Hallie a un centímetro de su rostro.

– ¿Por qué preguntarías algo tan estúpido como eso?

Ella le besó suavemente la boca y luego se alejó un poquito.

– Porque evidentemente no le creíste cuando te dijo que no tenías la culpa. ¿Cómo puedes amar a alguien cuando crees que te está mintiendo?

– No fue así. Él intentó justificarlo, intentó excusar lo que yo hice…

– Esto es bastante sorprendente.

– ¿Qué es, maldita seas?

– Te has revolcado en la culpa durante casi cinco largos años. Has logrado mantener esa herida en carne viva y sangrando, siempre allí, al borde de tu mente, para no olvidar odiarte. Has nutrido esta constante compañía tuya, la has mantenido fuerte y bajo control durante tanto tiempo. Es una gran dedicación de tu parte, Jason. Imagino que probablemente te sentirías incompleto sin ella ahí, golpeándote, recordándote la abominable excusa de hombre que eres. Tu padre debe sentir que te falló. En realidad, supongo que sí te decepcionó. Como dije, es evidente que no le creíste, ¿cierto? ¿No creíste su palabra de que no tenías la culpa? Hmm, toda esta agitación acerca del mal tiempo atrás y la interminable y maldita culpa me ha dado bastante sed. ¿Te gustaría un poco de leche caliente? Entiendo que es el antídoto de madre para los ánimos deprimidos. Mi padre siempre pone los ojos en blanco y dice que el brandy es la única bebida para reordenar los humores. ¿O preferirías que tus ánimos permanezcan deprimidos?

– Fuiste tú quien sacó el tema, Hallie, tú quien exigió saber qué había sucedido. Mis ánimos no están deprimidos, maldita sea.

– Bueno, has deprimido los míos sin dudas.

Hallie se alejó de él, se levantó, bellamente desnuda, sólo que él no lo notó, porque sus ojos estaban enfocados en el cuello de ella, en cómo sus manos encajarían perfectamente alrededor de ese cuello, y apretarían. Sintió el pesado ardor de la furia en su garganta.

– Te dije que una parte de mí estaba muerta, que no estaba entero, que me habían quitado la capacidad de confiar y que por eso era que no quería casarme, que…

– Oh, sí, me lo dijiste -dijo ella, mientras se ponía la bata. -Es todo muy triste. Sólo imagina… estar en parte muerto. Sí, eso es sin dudas triste. -Hallie suspiró. -Mira la culpa que ahora tendré que llevar conmigo.

– ¿Culpa? ¿Tú? No tienes ninguna culpa, eras una niña en el momento que esto sucedió.

– Oh, sí, la tengo. ¿No lo recuerdas? Salté sobre tu pobre, inocente y muerta persona. Estaba lista para hundir mis dedos en el frente de tus pantalones… mi padre tenía razón en eso. Atacándote como lo hice, sellé tu condena. Pobre Jason. Además de todo ese dolor que parte el alma que te atormenta, fuiste forzado a tomar una esposa, a saber yo, precisamente lo último que deseabas. Tener una esposa debe parecerte el instrumento final de tortura, la doncella de hierro; lo siento, sólo una bromita. Pobre Jason, atrapado ahora entre el recuerdo del fracaso y la culpa… y una esposa. ¿Crees que la maligna Judith, muerta mucho tiempo atrás, está dando vueltas como un espíritu, frotándose las manos de gusto porque sabe que todavía controla tu vida? Eso complacería a la maldita perra, ¿no lo crees? Hmm. Me pregunto si su espíritu aún cree que ganó. ¿Te gustaría un poco de leche caliente?