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Hallie dijo:

– Jason, te necesito como padre. Alec está hambriento, otra vez -agregó bastante innecesariamente.

Jason colocó una sombrilla para dar privacidad a su esposa, luego levantó a su hija, sonrió como un tonto cuando ella le hizo burbujitas, y vio cómo Hallie alimentaba a Alec. Se veía totalmente absorta, canturreando al bebé mientras él chupaba frenéticamente. Nesta buscó en el pecho de Jason para encontrar un seno, y él se rió.

– Tendrás que esperar, cariño, tu mamá está ocupada con tu hermano ahora.

Nesta lloró.

– ¡Tío Jason!

– ¡Tío Jason!

Douglas y Everett corrieron por el patio hacia él, sucios, arrugados, con sonrisas dividiendo sus amadas caritas. Ya no más vals para ellos; eran demasiado grandes para eso. Como el tío Jason estaba teniendo a Nesta, no saltaron encima suyo, pero él pudo notar que querían muchísimo hacerlo.

– Fuimos a pescar al estanque -dijo Everett.

– ¿Qué atraparon?

– Sólo un sapo y un montón de tierra -dijo Douglas. -No le digas a mamá, nos retará.

– Nos dijo que nos mantuviéramos limpios al menos una hora. ¿Qué hora es, tío Jason?

– Casi la hora del almuerzo.

– Es casi una hora, Everett. Estamos a salvo. Mamá no nos gritará.

– ¿Qué hay de su papá?

– Él nos arrojará al aire y nos dirá larvas mugrientas -dijo Everett. -¿Quieres jugar con nosotros ahora, tío Jason? Douglas tiene un nuevo cañón que necesitamos disparar.

– Sean pacientes -dijo Jason. -Sus primos necesitan su almuerzo primero. Ah, veo a su abuela acercándose. Me rogará que la deje jugar con Nesta. Entonces iremos a disparar ese cañón, tal vez luego los llevaré al estanque y los arrojaré dentro.

Alex se arrodilló, con los brazos estirados. Jason besó la frente de su diminuta hija y la entregó a su madre.

– Ah, mi precioso corazoncito. Tienes hambre, verdad, amorcito, y aquí está tu terco hermano tomando todo el almuerzo. Eso es, sólo chupa mis nudillos. -Sonrió a su hijo y vio que Everett y Douglas estaban inquietos. -Escuché que su tío les decía que fueran pacientes, niños. Podrán tenerlo en cinco minutos. Bien. Ahora, Jason, supongo que soy quien debe decírtelo. Petrie ha propuesto matrimonio a Martha. Cuando ella se lo confió a Hollis, él le dijo que estaría mucho mejor casándose con él que con Petrie, que aunque se aproximaba a sus años dorados, no la distraería tanto como ese cabeza de bacalao.

– ¿Qué dijo Martha? -preguntó Hallie, levantando la mirada.

– Creo que luego de colocar la manta amorosamente alrededor de las piernas de Hollis, le dijo que aunque lo prefería antes que a Petrie, no podía casarse con él porque quería hijos. Imaginó que aunque Hollis seguramente era superior a este aliento de bacalao, dudaba que siguiera en esta tierra para conocer a sus nietos, algo que ella creía muy importante. Entonces aseguró a Hollis que Petrie no era diferente a un caballo o un gato de carreras. Con un bocadito de trucha, un balde de avena o un asomo de un beso, podría hacer milagros. Oh, cielos, veo a mi suegra. Sigue caminando, ¿pueden creerlo? Hasta puede empujar la silla de Hollis, y créanme, eso lo pone furioso. Una vez incluso le gritó, ¿y saben qué? Ella se rió, le dijo que como él la había atendido toda la vida, al menos ahora ella podía empujarlo un poquito. -Alex sonrió y besó la pequeña boquita de Nesta. -Hallie, tu tía Arielle está tan contenta de que hayas nombrado a tu hija como tu madre, aunque nunca la conociste. Dijo que eso cuenta.

– Papá tenía lágrimas en los ojos cuando le dije su nombre -dijo Hallie. -Es extraño. No tenía ni una sola lágrima cuando le dijimos que habíamos nombrado a Alec por él. Vi a Angela empujando la silla de Hollis también.

Jason estaba estirado de espaldas, con Douglas y Everett encima suyo, sujetándolo, parloteando la misma charla de gemelos que él y James habían hablado cuando eran pequeños. No los entendía. Se preguntaba qué tipo de tortura estarían pensando para él una vez que hubieran disparado el cañón y hubiesen ido al estanque.

Sonrió a su esposa, que besaba la frente del dormido Alec, con un poquito de leche goteando por su mentón.

Hallie lo miró y sonrió a Douglas y Everett, que estaban intentando sacarle las botas.

– El siguiente -dijo.

SOBRE LA AUTORA

Catherine Coulter se crió en Texas, y actualmente vive en la zona de la Bahía de San Francisco con su marido, Anton. Tras obtener un Máster en Historia Inglesa del siglo XIX por la Universidad de Boston y viajar durante un tiempo por Europa, comenzó a trabajar como redactora de discursos en Wall Street. En esa época, su marido era estudiante de medicina por lo que apenas tenían tiempo para verse, así que Catherine pasaba mucho tiempo sola en su casa leyendo, hasta que un día decidió que ella podría hacerlo mejor todavía.

Sus novelas cuentan con más de 36 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, es una de las autoras estadounidenses que más ha merecido el reconocimiento de la crítica y de los lectores por sus novelas románticas. Licenciada en historia europea del siglo XIX, sus tramas se caracterizan por la esmerada ambientación. Sus obras figuran habitualmente en las listas de los títulos más vendidos del New York Times, Washington Post y LA Times.

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