Annie afirmó con la cabeza y le cogió de la mano.
– Antes de morirme quiero decirte una cosa. Necesito hacerlo para irme en paz. Para darles paz a mis hijos, ¿comprendes?
– Lily, hija mía…
Ver a su hija morir le estaba haciendo darse cuenta de que verdaderamente la estaba perdiendo, de lo mucho que la echaría cié menos y de lo mucho que había significado para ella.
Nadie la había llamado Lily en mucho tiempo.
– Mamá, necesito decirte una cosa.
Annie afirmó. Lil vio en sus ojos el alivio que llevaba tiempo esperando.
– No necesitas decirme nada, cariño. Lo sé.
– Pero quiero hacerlo, madre. No me queda mucho tiempo. La verdad es que estoy deseando pasar a la otra vida. Pero antes quiero decírtelo.
Lil le dio un sorbo a la bebida. La pajita tenía un color anaranjado dentro del vaso y la sorbió como si su vida dependiera de ello.
– Espero, mamá, que te mueras de cáncer, sola y sin nadie que te quiera a tu alrededor. Espero que dejen tu cuerpo pudrirse y que te des cuenta de ello. Espero que no vuelvas a tener ni un solo momento de sosiego en la vida. Ése es mi último deseo: quiero verte muerta, pero antes quiero que te des cuenta de que nadie te quiere, ni te cuidará. Eso es lo que quiero. Quiero que mueras sola y que te pudras antes de que nadie encuentre tu cuerpo. Ahora vete a tomar por el culo y no vuelvas a acercarte a mí, ni a los míos.
Annie sintió que el mundo se le caía encima. Miró hacia abajo, a su única hija.
– No puedes decirme eso, hija. Estoy segura de…
– Puedes estar segura de que eso es lo que siento, madre. Espero que no conozcas lo que es un momento de sosiego y que te pudras en tu propio odio. Por eso rezo. Dios es bueno y generoso, y siempre le da a cada uno lo que merece. Yo puede que me esté muriendo de cáncer, pero tú te morirás de odio y culpa, sin nadie a tu lado. Ese será tu castigo, como fue el de Lance. Espero que vivas muchos años y que nadie cuide de ti. Espero que no sepas lo que es la paz, ni el descanso. Te odio tanto que seguro que hará mella en ti. Ahora vete y no te acerques a ninguno de mi familia.
Annie lloraba. Sus sollozos podían oírse en la habitación.
– Sácala de aquí, Pat, y asegúrate de que no vuelve.
– Por favor, Lil, deja que me explique, deja que te diga lo arrepentida que estoy…
– Si necesitara un riñón o un trasplante de algo y tú fueras la única persona que pudiera dármelo, me dejaría morir con tal de no tener nada tuyo. Ya te llegará la hora, madre. Te vas a morir sola, sin nadie a tu lado que mire por ti. Saber eso alegra mi muerte. Mi pobre Kathleen fue víctima tuya y de Lance. Torturasteis a mi hija y pusisteis en bandeja a mi Colleen, con el único fin de que tú y Lance pudieseis jugar a los hombrecitos. Cuando muera, incluso entonces, te estaré vigilando y procuraré que no tengas un segundo de descanso. Mis hijos te odian y eso no va a cambiar. Yo dejo este mundo contenta de saber que te morirás sola.
– Te quiero Lil. Por mucho que digas, te…
Lily Brodie miró a la mujer que le había dado la vida y la que se encargó de hacérsela insoportable. Luego miró a su hijo mayor y le dijo con desagrado:
– Sácala de aquí. No quiero verla en lo poco que me queda de vida.
Se rió y luego le dijo a Annie:
– Y eso no tardará en suceder. Pero moriré con mis hijos a mi lado. Y moriré sabiendo que me han querido. Y eso es más que suficiente para mí.
Janie Callahan lavaba a su amiga. Sabía que estaba sufriendo lo suyo y que el dolor era insoportable. Mientras la lavaba, para que estuviera presentable ante cualquier visita, se dio cuenta de que ya no tardaría mucho en morir.
– Gracias, Janie. Agradezco lo que estás haciendo por mí.
Janie le sonrió, se sentó a su lado y le sostuvo la mano como si su vida dependiera de ello.
– Te echaré de menos, amiga, lo sabes. Siempre te he apreciado y siempre lo haré. Pasara lo que pasara, siempre hemos sido amigas y siempre te has portado bien conmigo. Odié a Lance por lo que le hizo a mi niña, pero jamás te culpé por ello porque nunca lo consideré como hijo tuyo, y tú lo sabes.
– Yo también te echaré de menos, y no quiero dejar a mis hijos, pero debo hacerlo. Hazme un favor: vete a casa y disfruta el resto de tu vida…
Janie se puso muy triste al oír sus palabras, pero Lil comprendió su reacción.
– Escucha. La vida es corta. Lo único que quiero es estar con mis hijos en estos últimos momentos. Espero que siempre recuerdes nuestra amistad.
Janie se fue a casa llorando por la vida que se acababa, por aquella mujer a la que tanto quería y admiraba.
Patrick estaba sentado al lado de Lil, como siempre. Notaba que le sostenía la mano, y ella se aferraba a la suya, aunque ya no tenía fuerzas para hacerse sentir. Estaba débil, sumamente débil.
Estaba agonizando y ahora que sentía marcharse no estaba segura de que quisiera irse. El instinto de supervivencia era algo muy fuerte. Temía que sus hijos no supieran afrontar su muerte.
– Patrick, recuerda que siempre os he querido con toda mi alma. A todos vosotros.
Le besó la mano cariñosamente.
– Lo sé, mamá, como nosotros a ti. Siempre te he querido y siempre te querré, más que a nadie en la vida.
– Haz pasar al sacerdote. Estoy preparada. Quiero ver de nuevo a mi Colleen y estrecharla entre mis brazos.
Cerró los ojos y sus hijos supieron que se estaba preparando para entregar su alma. Parecía tranquila cuando el sacerdote le dio la última bendición, dispuesta a morir.
Todos rodeaban su lecho y la observaban con miedo e inquietud, porque la mujer que lo había sido todo en su vida se estaba yendo para siempre. Jambo le sostenía una mano y Patrick la otra. Las gemelas, Shamus, Christy y Shawn estaban presentes mientras el sacerdote terminaba de rezar.
Lil Brodie abrió los ojos y dijo alegremente:
– Mira mi esposo, está sentado al final de la cama, me está llamando, me está llamando.
Así falleció. Fue demasiado rápido para ser un momento tan solemne. Cerró los párpados y se fue.
Kathleen y Eileen estaban muy conmovidas. Mientras lloraban, el joven Shawn dijo:
– Espero que viniera a por ella. Ojalá la estuviera esperando.
Patrick Brodie añadió con tristeza:
– ¡Claro que lo estaba! La estaba llamando, de eso no cabe duda. Jamás vi a dos personas más unidas.
Shawn sonrió y, después de mirar a cada uno de los de su familia, se levantó y dijo:
– Eso es lo que somos nosotros, Pat: una familia unida. Más unida de lo que la gente piensa y más de lo que mamá imaginaba.
Patrick se rió.
– Ella lo sabía de sobra. Nosotros estamos unidos por ella. Ella ya se aseguró de eso y nosotros tenemos que cumplir con sus expectativas y cuidar unos de otros. Al fin y al cabo, es lo único que tenemos.
– ¿Crees que superaremos su muerte?
Pat miró a sus hermanos y hermanas y los vio tal y como su madre los había visto, todos necesitándole y todos necesitándose entre sí.
– Por supuesto que sí. Ella es lo mejor que nos ha sucedido en la vida. Ella nos mantuvo unidos, nos hizo una familia. Ahora lo que nos deja es a nosotros mismos.
Christy miró a todos con tristeza y dijo en voz baja:
– Amén. Que así sea.
Martina Cole