Por una vez, Catherine permaneció en completo silencio y Kayla se lo agradeció inmensamente.
– La policía estará aquí dentro de unos minutos -dijo Catherine por fin-. Ellos se encargarán de todo.
– Ya le he dicho que empujé la puerta y él me agarró por la espalda -al levantar la voz se sintió como si le estuvieran apaleando la cabeza. Exhaló un largo suspiro, intentando luchar contra las náuseas.
– El médico vendrá en seguida -comentó Catherine, mirando de reojo al joven policía mientras hablaba.
– Ahora volvamos de nuevo a lo que ha ocurrido -repuso él-. Estaba buscando dinero y usted insiste en que aquí no hay nada.
Catherine se colocó directamente en frente de la línea de visión del policía.
– ¿Es éste su primer día de trabajo? Porque supongo que ésa es la razón por la que no es capaz de darse cuenta de que está interrogando a la víctima. ¿Es así como los preparan actualmente? ¿Enseñando a atacar a las personas indefensas? Mire, amigo, sea o no policía, me va a dar ahora mismo el número de su placa y ya me encargaré yo después de que se la quiten.
Kayla gimió ante la actitud de su hermana, pero la verdad era que ella tampoco podía comprender el tratamiento del policía.
El oficial disminuyó la presión, pero no del todo. Se inclinó ligeramente e insistió:
– Mire, ese tipo ha destrozado el almacén buscando dinero y me gustaría saber por qué. Un poco de colaboración por su parte facilitaría mucho las cosas.
– ¿A quién? -Catherine se levantó de un salto-. Ella no va a hacer su trabajo y ahora mismo quiero saber por qué está interrogando a mi hermana como si fuera una delincuente, en vez de dedicarse a ayudarla.
– A mí también me gustaría conocer la respuesta a esa pregunta.
– Kane… -Kayla habría reconocido aquella voz en cualquier parte.
Había vuelto. Una oleada de intensas emociones sacudió su maltrecho cuerpo. Intentó erguirse y giró la cabeza todo lo que le permitía su herida.
– ¿Qué diablos estás haciendo aquí? -preguntó Catherine.
Kayla hizo una mueca ante la dureza del tono de su hermana; se arrepentía de haberle dado tanta información sobre la noche que había pasado con Kane. Lo miró. Kane permanecía en la entrada con aspecto tan peligroso como sombrío. Pero en cuanto fijó en ella su mirada, su expresión se suavizó.
Entró en la habitación, se agachó a su lado y le pasó la mano por la cintura, en un gesto reconfortante.
– ¿Y bien, oficial? -le preguntó Kane al policía más joven.
El policía se puso rojo como la grana.
– Lo siento, detective, pero…
– ¿Detective?
Kayla se puso rígida y Kane hizo una mueca de disgusto. No quería que Kayla lo averiguara esa forma. De hecho, no quería que lo averiguara de ninguna forma en absoluto. Pero desde que había posado los ojos en Kayla Luck, nada parecía salirle como quería.
Estaba a punto de salir de la comisaría cuando habían recibido una llamada de emergencia y el capitán lo había abordado en el vestíbulo. La preocupación por Kayla había bloqueado toda su capacidad de razonamiento durante unos minutos. Pero al final, había reaccionado y allí estaba, con un nuevo caso entre las manos.
Reparó en la palidez de Kayla y en la herida que tenía en la frente. La acurrucó contra él e intentó levantarla.
– ¿Adónde la llevas?
– A una silla. ¿Qué eres, su hermana o su perro guardián?
Catherine abrió la boca para protestar, pero Kayla la interrumpió.
– Catherine, déjalo. El tiene razón, si no me siento, creo que voy a vomitar.
Kane soltó un juramento y la llevó en brazos hasta la habitación de la entrada.
Catherine aceptó su ayuda, pero sólo hasta que estuvo sentada en el sofá. Una vez allí, se derrumbó contra los cojines.
Kane se arrodilló a su lado.
– Kayla…
– ¿Qué pasa, detective? -le espetó aquella palabra como si fuera un insulto. Permanecía con los ojos cerrados, convirtiéndolos en una efectiva barrera física entre ellos.
Justo en ese momento entró el médico con un par de enfermeros por la puerta, evitándole tener que contestar. Mientras la examinaban, Kane tuvo tiempo de reflexionar. Y no le gustó nada lo que dedujo.
Había dado prioridad a sus sentimientos sobre el caso del que se ocupaba. Y peor aún, había puesto en peligro a aquella mujer. Miró a Kayla. Ya era suficientemente malo que se hubiera acostado con ella, pero haber llegado a creer, aunque fuera por un instante, que entre ellos podía llegar a haber algo más que una noche de pasión había sido una verdadera locura.
Si hubiera mantenido la distancia, podría haber analizado la situación más claramente y no le habría dejado abandonar el hotel aquella mañana. Que Kayla desconociera las actividades ilegales de Charmed no significaba que éstas no existieran. El capitán tenía razón. Kayla había conseguido seducirlo y, en el proceso, él no solo había comprometido el caso sino también la seguridad de la joven.
– Muy bien -dijo el médico-. Tiene una contusión en la cabeza y una herida en la zona del cuello.
Kayla continuaba tumbada con los ojos cerrados. La marca de los dedos de su asaltante todavía se reflejaba en su cuello. Al verla, Kane sintió una furia ciega. Nadie tenía derecho a tocar a aquella mujer.
Justo entonces, apareció por allí el capitán Reid. Kane se volvió hacia el médico.
– ¿Hace falta hospitalizarla?
– Ella se niega y, mientras haya alguien que pueda cuidarla y llevarla al hospital en el caso de que fuera necesario, no hay por qué ingresarla.
– Claro que hay alguien que puede quedarse con ella: yo -replicó su hermana.
Kane ignoró completamente su comentario.
– ¿Y tiene que seguir algún tiempo de tratamiento? -le preguntó al doctor.
– Reposo absoluto y despertarla cada dos horas para hacerle una prueba: comprobar si ha perdido capacidad de comprensión, ver la dilatación de las pupilas…
– Perfecto.
– Sin problema -dijo su hermana, mirando a Kane con el ceño fruncido.
En cuanto el médico se fue y el capitán se dispuso a dar instrucciones al oficial que había llegado primero, Kane se concentró en Catherine.
– Eres Catherine, ¿verdad?
– Y tú el sinvergüenza que ha utilizado a mi hermana.
Kane comprendió que no tenía ningún sentido explicar que la utilización había sido mutua.
– No sabes nada de lo que ha pasado.
– Sé lo suficiente y no creo que a tu superior le gustara enterarse de que te has acostado con… ¿qué era Kayla exactamente? ¿Una sospechosa?
– ¿Qué te hace pensar eso?
– La forma en la que ese policía novato ha estado interrogándola -señaló con el pulgar al policía uniformado.
– No hace falta que te metas con él, Catherine.
– ¿Porque tú lo digas?
– No, porque te prometo que no volverán a hacer ningún daño a tu hermana -parecía completamente convencido de lo que decía.
Catherine lo miró con los ojos entrecerrados.
– Demuéstramelo y ya veremos. Pero ten cuidado, porque yo estaré observándote, McDermott, si es que ése es tu verdadero nombre.
Lo último que necesitaba Kane era la aparición de una hermana superprotectora en aquel momento de la investigación. Aun así, no podía evitar admirar aquella protección con la que él nunca había podido contar.
Catherine se acercó nuevamente al lado de su hermana y Kane aprovechó para intercambiar algunas palabras con Reid.
– Parece que las cosas están calentándose -comentó Kane.
– Tiene aspecto de haber sido un robo chapucero -le comentó el capitán-. La chica llegó demasiado pronto y descubrió al ladrón.