– ¿Qué pasa? -preguntó Kayla.
– No hemos podido localizar la llamada. Probablemente haya llamado desde una cabina. ¿Qué te ha dicho?
Kayla no era capaz de mirarlo a los ojos.
– Parece que tenías razón. Al final resulta que Charmed es la fachada de un negocio ilegal.
La furia que había sentido contra Kane la abandonó para ser sustituida por el miedo. Pero necesitaba respuestas y sabía dónde podía encontrarlas.
Se quitó las sábanas. La cabeza le latía ante aquel repentino movimiento, pero se obligó a sacar los pies de la cama.
– Espera -Kane posó la mano en su muslo desnudo, haciéndola sentir un calor que llegó hasta lo más profundo de su ser.
No dijo nada. Tampoco a ella. La atracción crepitaba entre ellos, como una fuerza viva y fiera. Kane no apartaba la mano de su piel desnuda.
– ¿Adonde vas? -a Kayla no le sorprendió la ronquera de su voz. A ella misma le habría sorprendido ser capaz de decir nada.
– Yo… -se interrumpió y se aclaró la garganta-. Al despacho. Hay cajas y algunas cosas de mis tíos que no he abierto todavía -en ningún momento había creído posible que la hermana de su madre estuviera involucrada en algo tan sórdido como la prostitución. Pero lo que había ocurrido le recordaba que eran muy pocas las cosas que sabía sobre su recién heredado negocio.
– Pediré que nos las envíen, junto a alguna ropa para que pueda cambiarme. Podremos examinarlas juntos.
Juntos. Aquella palabra le hizo sentir un agradable estremecimiento. Le gustaba cómo sonaba. Demasiado, quizá. Pero una vez más, Kane tenía razón. Después de su patético intento de ducha, era absurdo pretender llegar hasta el despacho.
– Gracias -odiaba cederle el control de la situación a Kane, pero no le quedaba otra opción.
Se concentró de nuevo en la mano que cubría su muslo. Kane movía lentamente el pulgar, con un movimiento que Kayla encontraba tan reconfortante como sensual. Aquel rítmico movimiento de su mano comenzó a provocarle un firme latido entre sus muslos.
Su caricia dominaba sus sentidos, pero todavía era capaz de pensar. Y era consciente de que, para Kane, su relación, era únicamente una relación profesional.
Observó sus labios apretados y sus ojos oscurecidos por el deseo. ¿O sería algo más que profesional, quizá? Al acostarse con ella, había comprometido su trabajo. Había pedido un permiso para poder quedarse con ella cuando su jefe había planteado la imposibilidad de protegerla. Incluso había hablado con su hermana para que pasara una temporada en casa de alguna amiga. Y se había acostado con ella en la cama para darle calor. Por lo que Kayla sabía, todas aquellas cosas iban mucho más allá de lo que se esperaba de un policía.
Las respuestas sobre Charmed podían esperar, pero había algunas sobre Kane que quería resolver cuanto antes.
– Podrías haberte marchado. Ni siquiera tu jefe autorizaría este tipo de protección.
Kane dejó de mover la mano. Sus ojos se aclararon.
– Mi instinto me decía que este caso todavía no estaba resuelto.
Kayla tragó saliva y se obligó a hablar. Quizá no tuviera otra oportunidad de aclarar la verdad.
– ¿Y ésa es la única razón por la que estás aquí?
– Si hubiera confiado en mi intuición, no te habría dejado sola ni un solo instante. Y no te habrían atacado.
– Te sientes culpable.
– Simplemente soy realista.
– Puedes decirlo como quieras -dejaría que él pensara lo que le apeteciera. Ninguna de aquellas respuestas justificaba los aspectos más íntimos de su relación.
– Acostarme contigo me hizo perder la concentración -se levantó-. Pero no volverá a ocurrir.
– Ya entiendo -musitó Kayla. Una mezcla de comprensión y sorpresa creció en su interior. Al parecer, era cierto que había conseguido seducirlo. Había conseguido derribar la dura fachada de Kane McDermott. No sabía cuántas mujeres habría habido antes que ella, pero dudaba, con toda la fuerza de su intuición femenina, que alguna otra vez hubiera perdido la concentración por culpa de una noche de sexo.
Y comprendió también que una noche de sexo con Kane no era para ella suficiente. Kayla se cruzó de brazos y se reclinó contra la almohada. Había conseguido seducirlo una vez y podría hacerlo nuevamente. Tenía muchas cosas que demostrar, tanto a Kane como a sí misma. Estaba en juego su capacidad para volver a confiar en su intuición. La primera noche que había pasado con Kane le había fallado y tenía que saber si su intuición estaba engañándola de nuevo.
Quería algo más del detective Kane McDermott que su protección. Quería que le diera la oportunidad de comprobar si su relación tenía alguna posibilidad. Y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para quebrar sus defensas.
Capítulo 6
– ¿Kane?
Kane se volvió de la ventana al oírla pronunciar su nombre.
– Gracias -le dijo entonces Kayla.
– ¿Por qué?
– Si te acercas a la cama, te lo diré -no era capaz de levantarse, y no podía hablar con él a tanta distancia.
Kane se acercó y se sentó en la cama. Kayla posó la mano en su brazo y le sintió tensar los músculos bajo sus dedos, pero no lo soltó.
– Me alegro de que estés aquí.
– ¿Por qué? Te mentí desde el primer momento que nos vimos.
– Porque estabas cumpliendo con tu trabajo. Ahora lo sé.
– Pero si estaba cumpliendo con mi trabajo, debería haberme encargado de protegerte antes de que te hirieran.
– A veces no acertamos en lo que debemos hacer exactamente. Recuerdo una ocasión, cuando era más joven, que Catherine quería salir con sus amigos. Yo sabía que aquellos amigos eran problemáticos, que podían conducirla en la dirección equivocada. Así que me metí en su habitación y le robé la cartera y el poco dinero que tenía dentro. Salió de todas formas y la sorprendieron yéndose del restaurante sin pagar la cuenta -Kayla ser mordió el labio, recordando al policía que había llevado a su hermana a casa.
– ¿Fue arrestada?
– No. El propietario se negó a presentar cargos contra ella y le ofreció un trabajo en su restaurante. Durante mucho tiempo, me sentí terriblemente culpable de lo que ocurrió. Lo que quiero decir es que quizá yo no hice lo que debía, pero con los años, he llegado a comprender que no fui yo la responsable de todo lo que sucedió después. De la misma forma que, en cuanto salí de la habitación de ese hotel, yo ya dejé de ser asunto tuyo.
– Estoy de acuerdo contigo en lo de Catherine. Pero no en cuanto a mí, puesto que yo seguía estando a cargo de ese caso.
– ¿Entonces acostarte conmigo formaba parte de tu trabajo?
– No tergiverses mis palabras.
– Entonces deja de sentirte culpable -Kayla no tendría ninguna oportunidad de llegar a donde quería si Kane continuaba refugiándose en su trabajo y en su sentido del deber-. Mira, cuando eras adolescente, ¿nunca discutiste con tu madre y te marchaste de casa dando un portazo?
Kane contestó con una mirada inexpresiva.
– Y cuando eso ocurría, supongo que tu madre no podía hacer nada para detenerte e impedir que te metieras en problemas.
– No había una maldita cosa que pudiera hacer. Estaba muerta.
Kayla abrió la boca, y volvió a cerrarla rápidamente antes de decir:
– Lo siento.
– No pierdas el tiempo compadeciéndola a ella. Se suicidó.
Dejando a su hijo detrás. Kayla sabía que lo último que podía hacer en ese momento era mostrar su compasión por aquel niño abandonado. Estaba demasiado agradecida por la confesión que acababa de hacerle Kane como para desanimarlo ahogándolo con sus propios sentimientos.
– ¿Y tu padre?
– Se marchó cuando yo tenía cinco años. ¿Hay algún motivo por el que me estés preguntando todo esto?
A los labios de Kayla asomó una sonrisa.
– Lo había, pero tú has amputado toda posibilidad de comunicación.