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– ¿Y ahora qué? -preguntó Catherine.

– De momento tenemos pagada tu matrícula para todo el año, así que de eso no tenemos por qué preocuparnos.

– A mí sí me preocupa. Si en septiembre hubiera sabido que íbamos a tener que cerrar…

– Habrías tenido que usar ese dinero de todas formas. Yo tengo una carrera en la que apoyarme, ahora tú también tendrás la tuya.

– ¿Te refieres a la de contable? -Catherine frunció el ceño-. ¿Cómo puedes pensar siquiera en volver a trabajar de contable después de las últimas emociones que ha tenido tu vida?

– Creo que se valoran demasiado ese tipo de emociones -contestó Kayla secamente. Kane había desaparecido de su vida y tenía que seguir adelante. Y, a pesar de lo que su hermana le había dicho, no pretendía volver a ser la antigua Kayla de antes-. Es fácil conseguir trabajo como contable y así podremos pagar las deudas que tenemos.

– La mayor parte de las deudas podremos pagarlas con la venta de Charmed y el de contable no es un trabajo para ti. Me gustaría que me prometieras algo, Kayla. Te dejaré trabajar como contable durante lo que queda de curso, mientras yo termino de estudiar. Pero el año que viene, seré yo la que gane el dinero y tú volverás a la universidad.

Kayla negó con la cabeza.

– Los libros, la universidad, idiomas… Estoy cansada de todas esas cosas. Pero no me había dado cuenta hasta… -hasta la llegada de Kane, había estado a punto de decir.

Su hermana sonrió e inclinó la cabeza en un gesto de compasión que Kayla reconoció inmediatamente.

– No te preocupes por mí, Cat. Estaré estupendamente.

– Lo sé. Y lo vas a estar más cuando te cuente la idea que tengo en mente. He pensado que podríamos montar un negocio de catering. Comenzaremos ofreciendo todo tipo de cosas imaginables: decoración, entremeses, fiestas… Podremos utilizar el dinero que nos quede de la venta para los costes iniciales -se detuvo para tomar aire antes de continuar-. Y al cabo de un tiempo, yo haré uso de mis habilidades para la cocina y tú de tu capacidad de gestión. Poco a poco iremos labrándonos una reputación y…

Kayla se echó a reír.

– Más despacio, Cat -sacudió la cabeza ante el entusiasmo de su hermana, aunque tenía que decir que le gustaba más la idea de planificar fiestas que la de trabajar con números-, es un proyecto muy ambicioso.

– Pero te encanta y además he conseguido hacerte sonreír por primera vez desde hace una semana. Desde que ese canalla repugnante traicionó mi fe en él y se marchó.

– Hizo lo que tenía que hacer -durante la semana anterior, había pasado mucho tiempo en la biblioteca leyendo libros de psicología sobre el tema del suicidio y las personas que sobrevivían al pariente o amigo suicidado. En muchos de los artículos que había estudiado, describían el abandono sentido por Kane y el dolor consiguiente perfectamente.

Saberlo no la hacía sentirse menos sola, pero al menos la ayudaba a comprender al hombre al que había amado y perdido. Kane nunca se había desprendido de su culpa, su enfado y su miedo. Y probablemente jamás lo haría.

– Eres demasiado comprensiva. Personalmente, me gustaría retorcerle el cuello… o esa otra parte de su anatomía en la que él estaba pensando cuando…

– Ya basta. Kane no se merece eso. Y me las estoy arreglando perfectamente sin él.

– Repite eso un millón de veces más y a lo mejor puedes empezar a creértelo. Ese hombre te ha hecho daño y tienes que reconocerlo. Estoy segura de que en cuanto te desahogues, te sentirás mucho mejor.

– ¿Por eso te dedicas a amenazar a Kane? ¿Para ayudarme a desahogarme?

– Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa que funcione.

En ese momento sonaron las campanillas de la puerta, llamando inmediatamente la atención de las dos hermanas.

– Buenas tardes, señoras.

Kayla cerró los ojos al oír aquella voz profunda y familiar. Estaba soñando otra vez, como la noche anterior.

– ¿Hay alguien con quien pueda hablar? -preguntó Kane.

– Será mejor que te vayas inmediatamente de aquí porque no pienso permitir que vuelvas a hacerle daño.

– Yo también me alegro de verte, Catherine.

Al oír aquella respuesta, Kayla abrió los ojos y Kane fijó en ella su intensa mirada.

– ¿Quieres que me vaya?

Kayla suspiró, comprendiendo que no tenía opción. Lo amaba demasiado para negarse a oírlo, aunque sólo hubiera ido hasta allí para darle alguna información sobre su caso. Se volvió hacia su hermana.

– Catherine, creo que deberías irte.

Catherine se encogió de hombros y se dirigió hacia la silla en la que había dejado su abrigo.

– Tú verás lo que haces. Sólo espero que te demuestre que ha valido la pena tu elección.

Kane miró a Kayla a los ojos por encima de la cabeza de Cat.

– ¿Va a seguir siendo así de dura conmigo durante el resto de mi vida?

Kayla quería besarlo. Y quería también que se fuera antes de que la hiciera sufrir más. Apretó los puños.

– Probablemente.

Catherine tomó su bolso y le dirigió a Kane una última mirada cuando estuvo frente a la puerta.

– Si esto te ha parecido duro es que todavía no has visto nada.

– Adiós, Catherine -urgió Kayla a su hermana.

– Me voy. Pero espero que al menos te des cuenta de que esto se está convirtiendo en un hábito. Basta que ese tipo aparezca, para que me eches -y sin decir nada más, se marchó.

– ¿Qué quieres de mí, Kane? -preguntó Kayla, en cuanto su hermana cerró la puerta tras ella-. Ya he hecho mi declaración, he respondido a todo lo que el capitán ha necesitado y tú y yo ya nos hemos dicho adiós.

– Bueno, en realidad por eso he venido. Porque no creo que nos hayamos despedido como es debido.

– No me gustan los juegos, Kane -sobre todo cuando le estaban haciendo tanto daño.

– Créeme, cariño, esto no es ningún juego. Recuerda lo que ocurrió, tú me dijiste adiós, pero yo no.

– ¿Para eso has venido? ¿Para asegurarte de que había comprendido que aquello era una despedida? No soy ninguna estúpida, detective.

– Jamás he pensado que lo fueras.

– Entonces comprenderás que no necesitaba que me lo deletrearas para saber que no ibas a volver y que no debería esperar nada de ti en el futuro.

Kane caminó hacia ella con paso firme, como la primera vez que había aparecido en aquel lugar, poniendo de cabeza toda su vida. Le tomó la mano y se la sostuvo con firmeza.

– ¿Y en ningún momento se te ha ocurrido pensar que no mencioné la palabra «adiós» porque no quería que nos despidiéramos?

– ¿De la misma forma que no dijiste nunca que me querías porque no me querías? -nada más pronunciarlas, se arrepintió de sus palabras, pero por lo menos, una vez dichas, ya había quedado clara la verdad entre ellos. Suspiró-. Mira, he aceptado tus limitaciones, Kane, y ahora te toca aceptar a ti las mías. Sabes lo que siento por ti, así que por favor, respétame lo suficiente como para…

– ¿Quieres una explicación?

– Creo que ya comprendo suficientemente bien tus razones. Lo que preferiría es que me dejaras sola. Es mejor para los dos. Estoy segura de que tú también lo piensas.

– Eso era lo que pensaba, pero no es verdad. Soy mejor cuando estás a mi lado, y me gustaría pensar que a ti también te pasa.

Su tímida sonrisa despertó una espiral de deseo en el interior de Kayla. Eran esperanzas vanas. Pero Kane había vuelto, y eso era mucho más de lo que había creído siquiera posible.

– E incluso en el caso de que estuvieras mejor sin mí, soy suficientemente egoísta como para pedirte que te quedes a mi lado de todas formas.

A Kayla le latía a tal velocidad el corazón que apenas podía respirar.

– ¿Y qué ha sido de tus prejuicios? -le preguntó con recelo, sin atreverse a albergar ninguna ilusión-. Dijiste que te distraía… que amenazaba tu capacidad de ser un buen policía.