Los diseños eran ordinarios y no gustaron a nadie. Kendall hizo un segundo desfile, y no asistió nadie.
«Esta profesión no es para mí», pensó.
«Algún día serás una diseñadora famosa.»
«¿Qué estoy haciendo mal?», se preguntó.
La revelación le llegó en mitad de la noche.
Kendall despertó y se quedó acostada en la cama, pensando. «Estoy diseñando ropa para que la usen las modelos. Lo que debería hacer es crear ropa para mujeres corrientes que tienen empleos y familia. Ropa bonita pero cómoda. Elegante, pero práctica.»
Tardó casi un año preparar su siguiente desfile, que fue un éxito rotundo.
Kendall rara vez volvía a Rose Hill y, cuando lo hacía, las visitas eran horrorosas. Su padre no había cambiado. En todo caso, era todavía peor.
– Aún no has pescado a nadie, ¿no? Nunca conseguirás marido.
Kendall conoció a Marc Renaud en un baile de caridad. Él trabajaba en la división internacional de una compañía de agentes de bolsa de Nueva York y se ocupaba de divisas extranjeras. Era un francés alto, delgado y atractivo, cinco años más joven que Kendall. Era encantador y atento, y Kendall sintió una fuerte atracción hacia él. Marc la invitó a cenar la noche siguiente y Kendall se acostó con él. Después de aquello, pasaron juntos todas las noches.
En cierta ocasión, Marc dijo:
– Kendall, estoy locamente enamorado de ti, y lo sabes.
Y ella le respondió, con ternura:
– Te he estado buscando toda mi vida, Marc.
– Hay un problema serio: tú tienes un éxito increíble y yo no gano, ni por asomo, tanto dinero como tú. Tal vez algún día… Kendall le apoyó un dedo en los labios.
– Calla. Me has dado más de lo que pude esperar jamás.
El día de Navidad, Kendall llevó a Marc a Rose Hill para presentárselo a su padre.
– ¿Te vas a casar con ese tipo? -saltó Harry Stanford-. ¡Es un don nadie! Se casa contigo por el dinero que cree que heredarás.
Si Kendall hubiera necesitado una razón adicional para casarse con Marc, habría sido ésa. Se casaron al día siguiente en Connecticut, y el matrimonio le dio a Kendall la felicidad que nunca antes había conocido.
– No debes permitir que tu padre te intimide -le había dicho Marc-. Toda su vida ha usado su dinero como arma. Nosotros no necesitamos su dinero.
Y Kendall lo quiso todavía más.
Marc era un marido maravilloso: bueno, considerado y cariñoso. «Lo tengo todo -pensó Kendall, feliz-. El pasado ha muerto.» Había tenido éxito a pesar de su padre. Dentro de pocas horas, el mundo de la moda estaría centrado en su talento.
La lluvia había cesado. Era un buen presagio.
El desfile fue un gran éxito. Al final, con la música a todo volumen y los fotógrafos disparando sus cámaras, Kendall salió a la pasarela, saludó y recibió una ovación. Kendall deseaba que Marc hubiera podido estar en París con ella para compartir su triunfo, pero la empresa donde trabajaba no le había dado permiso para viajar.
Cuando todo el mundo se fue, Kendall volvió a su oficina sintiéndose eufórica. Su secretaria le dijo:
– Ha llegado una carta para usted. La entregaron en mano.
Kendall miró el sobre marrón y de pronto sintió un escalofrío. Sabía de qué se trataba antes de abrirlo. La carta decía:
Estimada señora Renaud:
Lamento informarle que, una vez más, la Asociación de Protección a la Fauna Silvestre está escasa de fondos. Necesitamos inmediatamente la suma de 100.000 dólares para cubrir nuestros gastos. El dinero debe ser girado a la cuenta N° 804072-A, del Banco Credit Suisse, de Zurich.
No había firma.
Kendall miró fijamente la carta. «No acabará nunca. El chantaje no terminará nunca.»
Otra secretaria entró corriendo en la oficina.
– ¡Kendall! Lo siento muchísimo. Acabo de oír una noticia terrible.
«No puedo soportar más noticias terribles», pensó Kendall. -¿Qué ocurre?
– Lo he oído en Radio Luxemburgo. Su padre ha muerto ahogado.
Kendall tardó un momento en entender estas palabras. Lo primero que pensó fue: «¿De qué habría estado más orgulloso, de mi éxito o del hecho de que soy una asesina?»
Capítulo 10
Peggy Malkovich hacía dos años que estaba casada con Woodrow Stanford, alias «Woody», pero los residentes de Hobe Sound seguían refiriéndose a ella como «la camarera».
Peggy servía las mesas del Rain Forest Grille cuando Woody la conoció. Woody Stanford era el niño mimado de Hobe Sound: vivía en la villa de la familia, su apostura era estilo clásico, era encantador y sociable y el candidato perfecto para las ansiosas debutantes de Hobe Sound, Filadelfia y Long Island. Así que se produjo una conmoción terrible cuando de pronto se fugó con una camarera de veinticinco años bastante fea, con fracaso escolar e hija de un obrero y un ama de casa.
La conmoción fue aun mayor porque todos esperaban que Woody se casara con Mimi Carson, una joven hermosa e inteligente, heredera de una fortuna hecha en la industria maderera, que estaba locamente enamorada de él.
Por lo general, los residentes de Hobe Sound preferían murmurar de las aventuras de sus sirvientes más que de las de sus iguales, pero en el caso de Woody, su matrimonio fue una afrenta tan grande que constituyó una excepción. Enseguida corrió la voz de que Woody había dejado embarazada a Peggy Malkovich y luego se había casado con ella. Y todos estaban seguros de cuál había sido el mayor pecado.
– Por el amor de Dios, puedo entender que el muchacho la haya dejado embarazada… ¡pero casarse con una camarera!
El asunto fue un clásico caso de déja-vu. Veintiocho años antes, Hobe Sound se había estremecido con un escándalo similar protagonizado por los Stanford. Emily Temple, la hija de una de las familias patricias, se había suicidado porque su marido había dejado embarazada a la institutriz de sus hijos.
Woody Stanford nunca había ocultado que odiaba a su padre, y todos compartían la idea de que se había casado con la camarera para fastidiarlo y demostrar que él era más honorable que su padre.
La única persona invitada a la boda fue Roop, el hermano de Peggy, quien cogió un vuelo desde Nueva York. Roop tenía dos años más que Peggy; era alto y delgado, con marcas de viruela en la cara y un fuerte acento de Brooklyn.
– Te casas con una gran muchacha -dijo a Woody después de la ceremonia.
– Ya lo sé -respondió Woody con voz apagada. -Cuidarás mucho a mi hermana, ¿verdad?
– Haré lo posible.
– Sí, hazlo.
Una conversación nada memorable entre un panadero y el hijo de uno de los hombres más ricos del mundo.
Cuatro semanas después de la boda, Peggy perdió el niño.
Robe Sound es una comunidad muy exclusiva, y la isla Júpiter es la parte más exclusiva de Robe Sound. La isla limita al oeste con el canal intercostero y al este con el océano Atlántico. Es un refugio privado… opulento, autosuficiente, con más policías por cabeza que cualquier otro lugar del mundo. Sus residentes procuran no hacer alarde de su riqueza; conducen automóviles Taurus o furgonetas y poseen veleros pequeños: un Tartan de 18 pies o un Quickstep de 24.
Si uno no pertenecía a Robe Sound por nacimiento, debía ganarse el derecho a ser miembro de la comunidad. Después del matrimonio entre Woodrow Stanford y «la camarera», el interrogante que preocupaba a todos era: ¿cuál sería la actitud de los residentes con respecto a aceptar a la novia en su sociedad?
La señora de Anthony Pelletier, el decano de Robe Sound, era el árbitro de todas las disputas sociales, y su piadosa misión en la vida era proteger a su comunidad de los advenedizos y '1" los nuevos ricos. Cuando llegaban personas nuevas a Robe Sound y tenían la desgracia de no gustar a la señora Pelletier, ella tenía por costumbre enviarles una maleta de cuero por intermedio de su chófer. Era su manera de informarles que no eran bien recibidos en la comunidad.