– Eso significaría exhumar el cuerpo de su padre.
– Sí -dijo Tyler y miró a Simon Fitzgerald-. ¿Será complicado?
– En estas circunstancias, creo que podré obtener una orden de exhumación. ¿Ella ha aceptado someterse a la prueba?
– Todavía no se lo he preguntado. Si se niega, probará que tiene miedo del resultado. En ese caso, al menos nos libraremos de ella. -Vaciló un momento-. Debo confesar que no me gusta hacer esto. Pero creo que es la única forma de determinar la verdad.
Fitzgerald se quedó pensativo un momento.
– Muy bien. -Miró a Steve-. ¿Puedes ocuparte de esto?
– Desde luego. -Miró a Tyler-. Sin duda usted está familiarizado con el procedimiento. El pariente más cercano -en este caso, cualquiera de los hijos del extinto- debe solicitar un permiso de exhumación a la oficina del médico forense. Si se aprueba, la oficina del forense se pone en contacto con la funeraria y le da permiso para seguir adelante con el procedimiento. Una persona de la oficina del forense debe estar presente durante la exhumación.
– ¿Cuánto tiempo puede llevar esto? -preguntó Tyler. -Diría que tres o cuatro días para obtener el permiso. Hoy es miércoles. Creo que podremos exhumar el cuerpo el lunes.
– Espléndido. – Tyler vaciló un momento-. Necesitaremos un experto en ADN, alguien que resulte convincente en un juzgado, si las cosas llegan a ese extremo. Esperaba que usted conociera a alguien.
– Conozco a la persona perfecta -dijo Steve-. Se llama Perry Winger y está aquí, en Boston. Ha prestado testimonio como experto en juicios en todo el país. Lo llamaré.
– Se lo agradecería mucho. Cuanto antes podamos terminar con esto, mejor será para todos nosotros.
A la mañana siguiente, a las diez, Tyler entró en la biblioteca, donde Woody, Peggy, Kendall y Marc esperaban. Junto a Tyler había un desconocido.
– Quiero presentaros a Perry Winger-dijo Tyler.
– ¿Quién es? – preguntó Woody.
– Nuestro experto en ADN.
Kendall miró a Tyler.
– ¿Para qué demonios necesitamos un experto en ADN?
– Para demostrar que esa desconocida, que tan oportunamente apareció, es una impostora -respondió Tyler-. No tengo intención de permitirle que se salga con la suya.
– ¿Vas a desenterrar al viejo? -preguntó Woody.
– Así es. Los abogados tratan en este momento de obtener la orden de exhumación. Si esa mujer es nuestra hermanastra, el ADN lo demostrará. Si no lo es… también lo probará. -Me temo que no entiendo lo del ADN -dijo Marc. Perry Winger carraspeó.
– En términos sencillos, el ácido desoxirribonuc1eico, o ADN, es la molécula de la herencia. Contiene el código genético único de cada individuo. Se puede extraer de rastros de sangre, semen, saliva, raíces capilares y hasta huesos. Los rastros de ADN pueden durar hasta cincuenta años en un cadáver.
– Entiendo. De modo que, en realidad, es bastante simple -dijo Marc.
Perry Winger frunció el entrecejo.
– Créame, no lo es. Hay dos clases de pruebas del ADN.
Una prueba PCR, que lleva tres días, y la prueba RFLP, más compleja, que lleva de seis a ocho semanas. Para nuestros fines, la prueba más sencilla bastará.
– ¿Cómo se realiza la prueba? -preguntó Kendall. -Se hace en varias etapas. Primero, se toma la muestra y el ADN se divide en fragmentos, que son clasificados por la longitud, colocándolos sobre un lecho de gel y aplicándoles corriente eléctrica. El ADN que contiene corriente negativa, se desplaza hacia la positiva y, varias horas después, los fragmentos se han dispuesto a lo largo. Para escindir los fragmentos de ADN se utilizan sustancias químicas alcalinas; luego los fragmentos se transfieren a una plancha de nailon, que se sumerge en un baño…
Los ojos de los presentes comenzaban a entrecerrarse. -¿Cuál es el grado de precisión de esa prueba? -lo interrumpió Woody.
– Del ciento por ciento en cuanto a determinar si un hombre no es el padre. Si la prueba da positiva, su precisión es del 99,9%.
Woody miró a su hermano.
– Tyler, tú eres juez. Digamos, y es sólo una suposición, que ella realmente es hija de Harry Stanford. Su madre y nuestro padre nunca se casaron. ¿Por qué tendría ella derecho a heredar?
– Según las leyes -explicó Tyler-, si se establece la paternidad de nuestro padre, ella tendría derecho a heredar a partes iguales con el resto de nosotros…
– Entonces, propongo que sigamos adelante con esa maldita prueba del ADN y la desenmascaremos.
Tyler, Woody, Kendall y Julia estaban sentados en el restaurante del Tremont House.
Peggy había decidido quedarse en Rose Hill.
– Todo este asunto de desenterrar un cadáver me da un miedo terrible -había dicho.
Ahora, el grupo se enfrentaba con la mujer que alegaba ser Julia Stanford.
– No entiendo qué me están pidiendo que haga.
– En realidad, es muy sencillo -le informó Tyler-. Un médico le tomará una muestra de piel para compararla con la de nuestro padre. Si las moléculas de ADN coinciden, será una prueba positiva de que usted realmente es su hija. En cambio, si usted se niega a someterse a la prueba…
– Yo… no me gusta…
– ¿Por qué no? -la apuró Woody.
– No lo sé -contestó ella y se estremeció-. La idea de desenterrar el cuerpo de mi padre para…
– Para demostrar quién es usted.
Ella los fue mirando la cara uno por uno.
– Desearía que todos ustedes…
– ¿Sí?
– No hay ninguna forma de que pueda convencerlos, ¿verdad?
– Sí -contestó Tyler-. Acepte someterse a la prueba. Se hizo un silencio prolongado.
– Está bien. Acepto.
Conseguir la orden de exhumación fue más difícil de lo que se preveía. Simon Fitzgerald había hablado personalmente con el forense.
– ¡No! ¡Por el amor de Dios, Simon! ¡No puedo hacerlo! ¿Sabes el alboroto que se armaría? Quiero decir… no se trata de un don nadie sino de Harry Stanford. Si esto llegara a filtrarse, sería un festín para la prensa.
– Marvin, esto es importante. Están en juego millones de dólares. Así que asegúrate tú de que no se filtre.
– ¿No hay ninguna otra manera de que…?
– Me temo que no. La mujer es muy convincente. -Pero la familia no está convencida.
– No.
– ¿Tú crees que es una impostora, Simon?
– Francamente, no lo sé. Pero mi opinión no cuenta. De hecho, ninguna de nuestras opiniones cuentan. Una corte exigirá pruebas, y el análisis del ADN las proporcionará.
El forense sacudió la cabeza.
– Yo conocía al viejo Harry Stanford. Él habría detestado esto. De veras, yo no debería permitir…
– Pero lo harás.
El hombre suspiró.
– Supongo que sí. ¿Me harías un favor?
– Desde luego.
– Mantén esto en secreto. No queremos que los medios de comunicación armen un circo.
– Tienes mi palabra. Será información ultrasecreta. Sólo lo sabrán los familiares.
– ¿Cuándo quieren hacerlo?
– Nos gustaría que fuera el lunes.
El forense volvió a suspirar.
– Está bien. Llamaré a la funeraria. Me debes una, Simon. -No lo olvidaré.
A las nueve de la mañana del lunes, la entrada al sector del cementerio Mount Aubum donde estaba enterrado el cuerpo de Harry Stanford se encontraba provisionalmente cerrada «por reparaciones de mantenimiento». No se permitía la entrada de nadie. Woody, Peggy, Tyler, Kendall, Marc, Julia, Simon Fitzgerald, Steve Sloane y el doctor Collins, un representante de la oficina del forense, se encontraban de pie junto a la tumba de Harry Stanford y observaban a cuatro empleados del cementerio que levantaban el féretro. Perry Winger aguardaba a un lado.
Cuando el ataúd llegó al nivel del suelo, el capataz se dirigió al grupo.
– ¿Qué quieren que hagamos ahora?
– Ábranlo, por favor -dijo Fitzgerald. Miró a Perry Winger-. ¿Cuánto tiempo tardará?