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Cuando Tyler cortó la comunicación, sonreía. Todo solucionado con Lee. «Ahora -pensó-, ha llegado el momento de ocuparme de mi hermanastra.»

* * *

Fue a la biblioteca, donde estaba la colección de armas de Harry Stanford, abrió la vitrina y sacó un estuche de caoba. Luego sacó algunas municiones de un cajón, se las puso en el bolsillo, fue a su habitación, cerró la puerta con llave y abrió el estuche. Dentro había un juego de dos revólveres Ruger, los favoritos de Harry Stanford. Tyler sacó uno, lo cargó con cuidado y colocó las balas restantes y el estuche con el otro revólver en un cajón de la cómoda. «Un disparo bastará», pensó. Le habían enseñado a tirar bien en la escuela militar a la que su padre lo había mandado. «Gracias, papá.»

Luego, Tyler cogió la guía telefónica y buscó la dirección particular de Steve Sloane.

230 calle Newbury, Newbury Park.

Tyler se dirigió al garaje; había media docena de automóviles. Eligió el Mercedes negro porque le pareció el más discreto. Abrió la puerta del garaje y escuchó para comprobar si alguien había oído el ruido. Pero sólo había silencio.

En el trayecto a la casa de Steve Sloane, Tyler pensó en lo que estaba a punto hacer. Nunca había matado a alguien con sus propias manos. Pero esta vez no tenía otra opción. Julia Stanford era el último obstáculo entre él y sus sueños. Una vez desaparecida, sus problemas cesarían. «Para siempre», pensó.

Condujo el coche con cuidado, procurando no atraer la atención. Cuando llegó a la calle Newbury, pasó delante de la casa de Steve y no se detuvo; primero quería hacer un reconocimiento del terreno. Había algunos coches aparcados, pero ningún peatón.

Tyler aparcó el Mercedes a una manzana de distancia y caminó hacia la casa. Tocó el timbre y aguardó.

Oyó la voz de Julia a través de la puerta.

– ¿Quién es?

– El juez Stanford.

Julia abrió la puerta y lo miró, sorprendida.

– ¿Qué hace aquí? ¿Pasa algo?

– No, nada en absoluto -dijo él con tono indiferente-. Steve Sloane me pidió que hablara con usted y me dijo que estaba aquí. ¿Puedo pasar?

– Sí, por supuesto.

Tyler entró en el vestíbulo; Julia cerró la puerta tras él y lo condujo al salón.

– Steve no está en casa -dijo ella-. Se ha ido a San Remo.

– Ya lo sé-dijo él Y paseó la vista por el lugar-. ¿Está sola? ¿Con usted no se queda una criada o alguna otra persona?

– No. Aquí estoy a salvo. ¿Puedo ofrecerle algo?

– No, gracias.

– ¿De qué quería hablarme?

– Vine a hablar sobre usted, Julia. Me ha decepcionado.

– ¿Decepcionado…?

– Jamás debería haber venido aquí. ¿Realmente creyó que podía presentarse y tratar de cobrar una fortuna que no le pertenece?

Ella lo miró un momento.

– Pero es que tengo derecho a…

– ¡No tiene derecho a nada! -saltó Tyler-. ¿Dónde estuvo usted todos esos años en que nuestro padre nos humillaba y nos castigaba? Él hacía lo posible por herimos en cada oportunidad que se le presentaba. Nos hizo pasar un infierno. Usted no tuvo que aguantarlo. Pues bien, nosotros sí, y por lo tanto merecemos el dinero, no usted.

– Yo… ¿qué quiere que haga?

Tyler soltó una carcajada.

– ¿Qué quiero que haga? Nada. Ya lo ha hecho. Casi lo estropeó todo, ¿lo sabía?

– No entiendo.

– En realidad es muy sencillo. -Sacó el arma-. Usted desaparecerá.

Ella dio un paso atrás.

– Pero yo…

– No diga nada. No perdamos tiempo. Usted y yo vamos a dar un pequeño paseo.

Julia se puso rígida.

– ¿Y si me niego a ir?

En el silencio que siguió, Tyler oyó que su propia voz resonaba en la habitación contigua: «Ya lo creo que vendrá. Viva o muerta, como prefiera». Giró sobre sus talones.

– ¿Que…

Steve Sloane, Simon Fitzgerald, el teniente Kennedy y dos policías uniformados entraron en el salón. Steve tenía un magnetófono en las manos.

El teniente Kennedy dijo: -Déme el revólver, juez. Tyler se quedó paralizado y luego forzó una sonrisa.

– Por supuesto. Sólo trataba de asustar a esta mujer para conseguir que se fuera. Como sabrá, es una impostora. -Puso el arma en la mano que le extendía el detective-. Trató de reclamar una parte de la herencia de nuestro padre. Y, como es natural, yo no estaba dispuesto a permitir que se saliera con la suya. De modo que…

– Todo ha terminado, juez -dijo Steve.

– ¿De qué habla? Usted me dijo que Woody era responsable de…

– Woody no estaba en condiciones de planear algo tan astuto como esto, y Kendall tenía mucho éxito en su profesión. Así que empecé a investigarlo a usted. Dmitri Kaminsky fue asesinado en Australia, pero la policía australiana encontró su número de teléfono en su bolsillo. Usted lo utilizó para asesinar a su padre. Usted fue quien trajo a Margo Posner y después insistió en que era una impostora, para alejar toda sospecha. Usted fue quien insistió en la prueba del ADN y dispuso que alguien robara el cadáver de su padre. Y usted fue quien llamó a la oficina del fiscal de distrito preguntando por Tirnmons, y después contrató a un hombre para que se hiciera pasar por él. Usted pagó a Margo Posner para que simulara ser Julia y después la hizo encerrar en un manicomio.

Tyler recorrió a todos con la mirada y, cuando habló, su voz sonó peligrosamente tranquila.

– ¿Y ésas son todas las pruebas que tiene? ¡No puedo creerlo! ¿Ha planeado esta lamentable trampa basándose en eso? No tiene ninguna prueba en realidad. Mi número de teléfono estaba en el bolsillo de Dmitri porque yo pensé que mi padre podría estar en peligro. Le dije a Dmitri que tuviera cuidado. Es obvio que no fue suficientemente cuidadoso. El que mató a mi padre probablemente mató también a Dmitri. Y la policía debería estar buscando a esa persona. Llamé preguntando por Timmons porque quería que él descubriera la verdad. Pero alguien se hizo pasar por él. N o tengo idea de quién puede haber sido. Y, a menos que pueda encontrar a ese hombre y relacionarlo conmigo, usted no tiene nada. En lo que respecta a Margo Posner, realmente creí que era nuestra hermana. Cuando de pronto enloqueció, se puso a comprar cosas y amenazóc on matamos a todos, la convencí de que fuera a Chicago. Después, hice que la fueran a buscar y la recluyeran. Quise mantener esto lejos de la prensa para proteger a la familia.

– Pero vino aquí a matarme -dijo Julia.

Tyler sacudió la cabeza.

– No tenía intención de matarla. Usted es una impostora. Sólo quería asustarla y ahuyentarla.

– Miente.

Tyler miró a los otros.

– Hay algo más que deben tener en cuenta. Cabe la posibilidad de que ningún miembro de la familia esté involucrado en esto. Podría tratarse de una persona conocida o bien informada, alguien que nos envió una impostora y planeaba convencer a la familia de que era la Julia auténtica, para poder después compartir parte de la herencia con ella. Eso no se les ha ocurrido a ninguno, ¿verdad? -Miró a Simon Fitzgerald-. Pienso llevarles a juicio a los dos por difamación, y les sacaré todo lo que poseen. Éstos son mis testigos. Y antes de que termine con ustedes, desearán no haberme conocido. Tengo miles de millones y los usaré para destruirles. -Miró a Steve-. Le prometo que su último acto como abogado será la lectura del testamento de mi padre. Ahora, a menos que quiera acusarme de posesión de un arma no registrada, me iré.

Todos se miraron sin saber qué hacer. -¿No? Buenas noches, entonces.

Con impotencia, lo vieron salir por la puerta.