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Vuelven a encontrarse mientras ella disfruta de unas breves vacaciones en el lago Oeste. Están alojados por casualidad en el mismo hotel. Dan ha estado documentándose para la Biografía de Lu Xun, una película que sueña con hacer. Se encuentran en el vestíbulo. Ella lo reconoce, pero él no da muestras de hacerlo. Cuando le sigue hasta su habitación, él se sorprende. Se estrechan la mano. Esa noche ella se siente intranquila. Ya no le basta con un apretón de manos. La próxima vez que se lo encuentra lo abraza. Le echa los brazos al cuello y busca su boca con los labios.

Él se queda paralizado, pero no se aparta. El beso dura largos segundos. Es un buen actor. Ella finalmente lo suelta.

Están sentados uno frente al otro en un salón de té. Él comenta que tiene muy buen aspecto. «El lugar más elevado es el más frío», responde ella recitándole un viejo poema.

Él palidece, pero sigue adelante con su actuación. Ella está convencida de que él está igual de interesado. Hablan de arte. Ella comenta que de los papeles que él ha hecho el que más le ha gustado es el de mariscal de la dinastía Ching. Él le pregunta si podría levantar la prohibición. Se produce un silencio. Ella le pregunta si ha pensado alguna vez en ella en todos estos años. Él sonríe y al principio no responde. Al cabo de un rato dice: Buda siempre me concede lo contrario de lo que le pido en mis oraciones.

Ella sonríe. Te concederé lo que has estado rezando que ocurra esta noche.

Él hace una pausa y responde: Pero me he convertido en un hombre sin agallas.

A mis ojos siempre serás el valiente Dan. Dime, ¿qué fue de ti después de Casa de muñecas? ¿Cómo está Lucy?

He tenido una racha de mala suerte, suspira él. Los partidarios de Chang Kai-shek me encarcelaron como sospechoso comunista. Me tuvieron en la prisión del desierto Xin-jiang cinco años. Dijeron a Lucy que yo había muerto y ella se casó con mi amigo Du Xuan. Yo…

Dan, me gustaría que lloráramos juntos esta noche. Beberemos el licor imperial que he traído de Pekín. Lo pasaremos bien. Aquí tienes mi llave.

Ella espera e imagina. Cuenta los minutos. Las diez y media, y Dan sigue sin aparecer; ha dejado el hotel.

El aire muerde y el agua envenena. Ella siente como que está perdiendo pie mientras trama cómo hacerse con los zapatos nuevos de otros.

Encierran a Dan a raíz de este incidente. El pretexto son las típicas orejas de burro que reparte la Revolución Culturaclass="underline" «Agente de Chang Kai-shek». La celda recuerda a Dan un escenario en el que hizo de comunista clandestino. La pared tiene casi un metro de grosor y está a más de nueve metros bajo tierra. Vive en total oscuridad y le dan dos tazones de sopa líquida al día. Le entregan herramientas para que acabe con su vida.

Durante quince años Dan lucha por ver la luz. Cuando salí no podía ni andar una manzana, dice cuando lo dejan en libertad tras la caída de la señora Mao en 1977. Mi segunda mujer trató de divorciarse de mí. Mis hijos me demostraron su resentimiento uniéndose a la Guardia Roja. En un mitin mi hijo cogió un látigo y me azotó.

¿Cómo voy a distinguir la vida real de una película?

Las secuencias filmadas son decepcionantes. La dirección es rígida y la interpretación poco convincente. La iluminación es demasiado sombría y la cámara no enfoca el ángulo adecuado. Antes del almuerzo ordeno detener la producción. Todos están aterrorizados. Eso me hace sentir un poco mejor. Pero los buenos momentos no duran. Alguien se atreve a expresar su opinión. ¡Qué oportuno! Es un director de escena. Dice que deberíamos seguir filmando. El presidente Mao nos ha dado instrucciones de promocionar las óperas. No deberíamos dejar de trabajar en tan honrosa misión. El mayor idiota de China es ahora el que no sabe leer mis pensamientos. De modo que lo despido en el acto. Veréis, puedo hacerlo sin esfuerzo. No necesito suplicar a nadie.

La actriz principal rompe a llorar y cree que ella es la razón de que yo esté contrariada. La despido también. ¡No puedo soportar los personajes patéticos! Ojalá pudiera despedirme a mí misma. Es un papel horrible el que estoy interpretando. No hay modo de hacerlo brillar. Nada funciona. Mi papel es irrisorio. Tengo el poder de paralizar la nación pero soy incapaz de granjearme el cariño de un solo individuo.

El estado de ánimo de Jiang Qing empieza a cambiar de forma drástica. En menos de un mes ha despedido a la mitad del equipo de rodaje. Las producciones se han convertido en un caos. Al final las cámaras dejan de rodar. Ella sigue buscando al enemigo. Atrapada cada vez más profundamente en su propia infelicidad, ve veneno en su tazón y asesinos detrás de cada pared.

La señora de la mansión, Shang-guan Yun-zhu, lleva desde esta mañana tratando de ponerse en contacto con su amante Mao. Quiere decirle que ha estado leyendo poemas sobre el Gran Vacío. Está cansada de su papel de querida y harta de la interminable espera. Quiere decirle que echa de menos actuar. Ha estado viendo películas producidas por el Estudio de Cine de Shanghai y ha reconocido papeles que fueron creados en un principio para ella. Quiere hablarle de las llamadas amenazadoras que ha recibido de los agentes de Jiang Qing pidiéndole que empiece a «contar sus días». Pero no puede contactar con Mao; le han desconectado el teléfono y sus criadas han desaparecido.

Sobre la mente de Shang-guan se proyectan sombras. Presiente cómo va a acabar. Imagina las carcajadas de la señora Mao, Jiang Qing, mientras recita un verso del siglo XIII.

Las jóvenes que cogen flores han desaparecido.

De pronto

a visitar los lugares de interés me siento poco inclinada.

Trotamundos como soy,

corro por todos los paisajes.

La aflicción me priva del placer que puedo hallar.

El año pasado

las golondrinas se fueron volando más allá del horizonte.

¿Quién diablos sabe en casa de quién están este año?

Deteneos, ¿queréis?,

para escuchar la lluvia por la noche en la tercera luna.

Porque no puede impedir que de pronto aparezcan flores.

Ha llegado el momento, murmura cerrando despacio el libro.

Están haciendo el amor. Mao está sentado en un sofá y Shang-guan Yun-zhu en su regazo. Él está viendo las fotografías de sus películas, de los papeles que ha interpretado. Eres una joya.

Ella sonríe y se inclina. Lleva pendientes de jazmín fresco.

Él la sujeta y empieza a desvestirla.

Ella lo recorre y siente su amor por él.

No estés triste, haré que algún día funcione.

Ella hace un gesto de negación. Tengo miedo.

¡Oh, cielos! ¡Cuánto te echo de menos! ¡Ten compasión! Vamos. Oh, belleza, tienes el corazón de piedra.

Cuanto más la acaricia él, más triste se siente ella. ¿Qué hay del mañana? Sin embargo no se atreve a preguntar. Lo ha preguntado antes y eso lo ha alejado de ella.

Shang-guan se sintió halagada pero también preocupada cuando Mao fue tras ella por primera vez. Al principio se negó a ser infiel a su marido, el señor Woo, un humilde subdirector del Estudio de Cine de Shanghai. Pero eso no detuvo a Mao. Kang Sheng no tardó en resolver el problema. El señor Woo cedió a su esposa. El siguiente problema fue la señora Mao, Jiang Qing. Shang-guan Yun-zhu no era capaz de superar su miedo, misión que Mao volvió a asignar a Kang Sheng. Éste mantuvo oculta a Shang-guan Yun-zhu hasta que se enteró de que Mao y Jiang Qing habían vuelto a unirse; a Mao no le importó sacrificar a Shang-guan para complacer a Jiang Qing.

No es que Shang-guan careciera de perspectiva. Entró muy joven en el mundo del espectáculo y aprendió cómo funcionaba. Sabía lo que se hacía. Contaba treinta y cinco años cuando conoció a Mao. Tenía sus propios planes. Su carrera de actriz de cine había tocado techo y buscaba una alternativa. Empezó a frecuentar a Mao cuando Kang Sheng le convenció de que Jiang Qing había caído en desgracia y no era la esposa adecuada para un político. El análisis de Kang Sheng fue concienzudo e inspirador. La idea de convertirse en la señora Mao hizo que Shang-guan Yun-zhu abandonara a su marido y su carrera.