Anchee Min
Madame Mao
Título de la edición originaclass="underline" Becoming Madame Mao
Traducción del inglés: Aurora Echevarría,
A Lloyd, con todo mi cariño
Eres lo que tu deseo profundo e impulsor,
y como tu deseo así es tu voluntad,
como tu voluntad así son tus hazañas,
como tus hazañas así es tu destino.
Brihadaranyaka Upanishads IV, 4,5
Madame Mao
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como Yunhe (1919-1933)
como Lan Ping (1934-1937)
y como Jiang Qing (1938-1991)
Nota de la autora
He hecho todo lo posible por reflejar los hechos históricos. Todos los personajes de este libro han existido en la vida real. Las cartas, poemas y citas son traducciones de originales.
Prólogo
¿Qué reconoce la historia? Una fuente de cien pajarillos; un plato de bocas.
Hace catorce años de su arresto. Estamos en 1991 y la señora Mao Jiang Qing tiene setenta y siete años. Ha estado en el corredor de la muerte. La única razón por la que las autoridades siguen posponiendo su ejecución es porque tienen esperanzas de que se arrepienta.
Bueno, pues no voy a rendirme. Cuando era niña mi madre me decía que debía verme a mí misma como la hierba, nacida para ser pisoteada. Pero yo me veo como un pavo real entre gallinas. No me están juzgando con imparcialidad. Mao Zedong y yo permanecimos uno al lado del otro, y sin embargo a él se le considera un dios mientras que yo soy un demonio. Mao Zedong y yo estuvimos casados treinta y ocho años. Treinta y ocho.
Hablo con mi hija Nah. Le pido que sea mi biógrafa. Le está permitido visitarme una vez al mes. Va peinada como una campesina, con el pelo cortado en forma de tapa de wok alrededor de las orejas. Y lleva un traje de hombre. Tiene un aspecto insoportablemente estúpido. Lo hace para herirme la vista. Se divorció y volvió a casarse, y ahora vive en Pekín. Tiene un hijo a quien le ha ocultado mi identidad.
No, madre. El tono es firme y obstinado.
No tengo palabras para describir mi decepción. Había puesto esperanzas en Nah. Tal vez demasiadas. Quizá fue eso lo que mató su espíritu. ¿Soy diferente de mi madre que quería lo mejor para mí al vendarme los pies? Nah coge lo que me desagrada y deja caer lo que me agrada. Viene haciéndolo desde que vio cómo me trataba su padre. ¿Cómo quieres no mojarte los zapatos si caminas todo el tiempo a orillas del mar? Nah tiene una visión parcial. No sabe cómo me adoró su padre en otro tiempo. No le cabe en la cabeza que yo era la alegría de su vida. Y la comprendo perfectamente. En la cara de Mao no quedaba rastro de esa pasión después de que entrara en la Ciudad Prohibida y se convirtiera en un emperador moderno. Ni rastro de que Mao y yo nos habíamos jurado en otro tiempo amor eterno.
La madre dice a la hija que tanto su padre como ella odian a los cobardes. Las palabras no surten efecto. Nah ha recibido demasiados golpes. Es un trozo de madera podrida que nunca podrá convertirse en un bonito mueble. Tiene tanto miedo que le tiembla la voz al hablar. La madre no reconoce ningún rasgo de sí misma en la hija.
La madre repite la historia de Cima-Qinhua, la valiente joven de la antigüedad que salvó a su madre de un sangriento disturbio callejero. Un modelo de piedad. Nah escucha pero no responde. Luego se echa a llorar y dice que ella no es la madre. No puede hacer lo que ella hace. Y no debería pedirle una tarea imposible.
¿No puedes mover un dedo por mí?, chilla la madre. ¡Es mi última voluntad, por el amor de Dios!
Sálvame, Nah. El día menos pensado incrustarán una bala en mi cabeza. ¿Te lo imaginas? ¿No ves que ha habido una conspiración contra mí planeada hace mucho? ¿Recuerdas lo que hizo Deng Xiao-ping en el funeral de tu padre? Apenas me rozó los dedos, no se molestó en estrecharme siquiera la mano. Como si pusiera en duda que yo era la viuda de Mao. Era consciente de que había cámaras y dejó que los periodistas filmaran la escena. Y el otro, el mariscal Ye Jian-ying. ¡Pasó por mi lado mirándome como si yo misma hubiera asesinado al presidente!
Tu padre me previno contra sus camaradas. Pero no hizo nada para protegerme. Podía ser cruel. Su rostro tenía un brillo vengativo cuando hizo esa predicción. Tenía envidia de que yo siguiera viviendo. Le hubiera gustado hacerme enterrar con él, como hacían los viejos emperadores con sus concubinas. No deberías engañarte respecto a tu padre. Me costó treinta y ocho años calar a ese viejo zorro. Nunca logró mantenerse alejado del engaño. No consiguió sobrevivir un día sin embustes. En sus ojos vi fantasmas al acecho. El dios vivo. El omnisciente Mao. Un mentiroso de mierda.
Eres historiadora, Nah. Deberías documentar mi papel en la revolución. Quiero que dejes constancia de mis sacrificios y mis contribuciones. Sí, puedes hacerlo. Olvida lo que pensará de ti tu padre. Está muerto. Me pregunto qué habrá sido de su fantasma. Me pregunto si descansa en su tumba. Cuidado con su fantasma.
Las manos que van a estrangularme suben rápidas y sigilosas. Las siento en mi garganta. Por eso te digo esto. No me da miedo la muerte si sé que mi espíritu vivirá a través de tu pluma y llegará a los labios de la gente, de generaciones venideras. Cuenta al mundo la historia de una heroína. Si no te dejan publicar tu manuscrito en China, llévalo al extranjero. No me falles, por favor.
¡No eres ninguna heroína, madre! Oigo el fuego de mi hija. Eres una mujer desgraciada, loca y enferma. No puedes parar de propagar tu enfermedad. Como dijo padre, ¡has cavado tantas tumbas que no tienes suficientes cuerpos con que llenarlas!
La cena se ha enfriado. Nah se levanta y aparta la silla de una patada. Se golpea el codo sin querer con la mesa. Cae un plato. Se rompe. Se desparraman por el suelo los trozos de loza. La grasa salpica el zapato de la madre. Me has matado, Nah. La señora Mao de pronto siente que le falta el aire. Se aferra al borde de la mesa con la mano derecha para no caerse.
Hazte a la idea de que nunca me has tenido, madre.
¡No puedes renegar de tu madre!
En fin, he perdido todas mis esperanzas. Estoy exhausta y lista para retirarme de la escena para siempre. El último acto será mañana a las cinco y media, durante el cambio de turno de los vigilantes. A esa hora suelen estar embotados. Saldrá el viejo bostezando mientras entra el nuevo bostezando.
Fuera está oscuro. Una bonita noche cerrada sin estrellas. Los funcionarios de la prisión me han puesto bajo vigilancia en una celda especial para evitar que me suicide. Pero no pueden ir contra mi voluntad. He ido guardando suficientes pañuelos y calcetines para hacer una cuerda.
Las paredes de goma desprenden un olor horrible. Pero todo me está bien ahora. Mañana leerás sobre mí en los periódicos: La señora Mao, Jiang Qing, se suicida ahorcándose. El día a recordar es el 14 de mayo de 1991. ¿Estoy triste? La verdad, no. He vivido una vida extraordinaria. Los grandes momentos, ahora que pienso en ello por última vez, todavía hacen que se me acelere el pulso por la emoción…
1
Aprende pronto qué es el dolor. A los cuatro años su madre le venda los pies. La madre dice a la niña que no puede permitirse esperar más. Le promete que después, pasado el dolor, será bonita. Se emparentará con una familia rica y no tendrá que andar, sino que la llevarán en un palanquín. Los pies de loto de ocho centímetros son un símbolo de prestigio y clase.
La niña está intrigada. Se sienta en un taburete, descalza. Juega con los dedos de los pies con el montón de telas, recoge una y la deja caer. La madre se está preparando. Remueve un tarro de pegajosa papilla de arroz. La niña se entera de que va a utilizar la papilla como cola. Una buena cola, resistente, que no se resquebrajará, dice la madre. Desaloja el aire. Así conservaban las momias en la antigüedad. La madre tiene cerca de treinta años. Es una mujer guapa, con ojos rasgados en forma de almendra que la niña ha heredado. Casi nunca sonríe. Se describe a sí misma como un rábano conservado en salsa de amargura. La niña está acostumbrada a la tristeza de su madre. Está acostumbrada a su silencio durante las comidas familiares. Su misma posición, como hija de la última concubina, la convierte en el pariente más lejano a considerar. Su padre tenía sesenta años cuando ella nació. Ha sido un desconocido para ella.