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Pequeña Luna tuerce la boca y respira entrecortadamente.

Me estoy cansando de oír el sonido de mi voz. ¿Dónde están los lobos?

Come en silencio su última comida como señora Mao. Pequeña Luna tiene órdenes de acompañarla. Pero no es capaz de comer. Abre almejas con sus palillos y pone la carne en el platito de acompañamiento de Jiang Qing.

Gracias. Agradezco tu lealtad y me gustaría que fueras Nah. La tontería de una madre. Ahora parece… que no era tan necia… Al desierto de Ningxia ha huido… El reino de la laxitud… En fin, para coronar mi vida. Ha llegado el momento de ser mártir, de meterme un palillo en la garganta; estoy preparándome. Una buena actriz es capaz de representar cualquier escena… ¿Dónde está Yu Hui-yong? Necesito oír mis óperas. Yu es un cobarde. No me sorprendería que acabara matándose. Es demasiado delicado y vive con sentimientos y miedo. Es el problema del artista. Somos artistas. Por eso Yu se matará. Y yo también, me temo. ¿Por qué hablo de esto? ¿Por qué hablo de ser artista? La música de Yu me hace llorar. Ya lo echo de menos. Chun-qiao es el más duro de nosotros, tiene esta suerte.

El frufrú de su falda de seda ha cesado,

en el suelo de mármol se acumula polvo,

su habitación vacía está fría y silenciosa,

las hojas caídas se amontonan en el felpudo.

Es el 6 de octubre a medianoche. En el Jardín del Silencio. A través de los gruesos muros llegan sonidos. Se oyen ruidos de pasos detrás de las verjas. Susurros. Alguien hablando con el guardia. Sí, señor, responde el guardia. Una sombra alta se acerca. Un hombre salta. Es Zhang Yiao-ci, el número dos de la Guarnición 8341. Un momento después sigue andando y entra en la mansión. Aporrea la puerta. Le tiemblan las manos.

Está abierto, llega la voz de la primera dama.

Zhang Yiao-ci se precipita dentro. Tiene la mano derecha en el arma que lleva a la espalda.

La señora Mao está sentada en el sofá con un tazón de té. Su calma paraliza al hombre.

El hombre mira alrededor. Suda profusamente.

Un pájaro de patas largas lo mira desde un cuadro de la pared.

La señora Mao dice algo, seguido de una carcajada estridente. ¡Llevo tanto esperando este día! He esparcido flores desde mi dormitorio hasta la verja.

El hombre jadea y las sílabas brotan forzadas de sus labios: Jiang Qing, enemiga de la república, el Politburó ha ordenado tu detención.

Cuando se levanta el telón imaginario, la actriz se obliga a salir. Visualiza los mil millones de espectadores aclamando a viva voz y agitando banderas. Un mar rojo. El color le hiere la vista. Huele el cálido sol. Camina a grandes zancadas al son de la música de su ópera. En su cabeza se juntan los tambores y las trompetas. Recuerda que una vez Yu describió lo que sentía cuando componía siguiendo sus órdenes: Es como el ruido de cientos de locomotoras arrojando humo y con los pistones subiendo y bajando. Las notas se tensan y retuercen hasta romperse. Es como si las garras de la locura lo asfixiaran y descolgara una por una las notas de los ganchos de su mente, las arrojara todas juntas a un cubo gigante y empezara a revolver.

Luego hay una pausa y oye llorar a Yu. Sigue un silencio tan absoluto que oye el crujido del tiempo. Cae una estrella fugaz.

Una vez más ve su vida como si fuera una película. Y una vez más es una joven en lo alto de un tejado dominando la ciudad de Shanghai y soñando con su futuro. Ve al chico de las nueces ging-ko y oye su pregón: Xtang-u-xiang-lai-nu-u-nu! El tono del chico es monótono y mecánico, aunque claro. El viento de medianoche barre la oscura y larga calle. El chico se acuclilla frente a su wok con una brazada de luz.

Ella se ve a sí misma sentada en la celda de la prisión nacional Qin-Cheng, donde la esposa del vicepresidente Liu, Wang Guang-mei, ha pasado una docena de años antes que ella. La señora Mao se sienta de cara a la pared. Le ordenan que haga muñecas para exportar. Tiene que cumplir el objetivo de producción diario. Las muñecas se venderán en almacenes de todo el mundo. Ve los vestiditos de colores en los pequeños cuerpos de plástico. Decenas, cientos, miles de muñecas entre 1976 y 1991. Borda en los vestidos flores de su invención. Cuando los celadores no miran, borda a escondidas su nombre, «Jiang Qing», dentro de los dobladillos de los vestidos. Luego la descubren y la detienen. Pero es demasiado tarde para localizar las que ya han sido enviadas. Cestas de muñecas con su firma. Salen de China al mundo. ¿Dónde aterrizarán? ¿En el cajón olvidado de un niño? ¿O en un escaparate?

Es hora de dejar vacío el escenario. Recuerda, siempre te cruzarás conmigo en los libros que traten de China. No te sorprendas si ves mi nombre difamado. Ya no pueden hacerme nada más. Y no olvides que yo era actriz, una gran actriz. Actué con pasión. Por los que están fascinados conmigo me debes un aplauso, y por los que están indignados puedes escupir.

Gracias a todos por venir.

Agradecimientos

Mi gratitud a Sandra Dijkstra, mi agente, por tener la enorme energía de remar a mi lado por aguas turbulentas durante cinco años hasta llegar a la orilla. Madame Mao te lo dedico a ti.

A Anton Mueller, mi editor, por tener el talento, la paciencia y la habilidad de descubrirme como escritora y orientarme para que diera lo mejor de mí misma.

A Michele Dremmer, de nuevo, por tu cariño.

Bibliografía

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Dr. Li Zhi-Sui, The Private Life of Chairman Mao, Random House, 1994.

Zhao Qing, My Father Zhao Dan, China Publishing, 1997.

Anchee Min

Anchee Min (閔安琪; Mín Ānqí)

Anchee Min is a painter, photographer, musician, and author who lives in San Francisco and Shanghai. Min's memoir, Red Azalea, and her subsequent novels are either semiautobiographical or reflect a particular time in Chinese history with an emphasis on strong female characters, most notably Jiang Qing, the wife of Chairman Mao, and Empress Dowager Cixi, the last ruling empress of China.

Born in Shanghai, Min was sent to a labor camp at seventeen where she was discovered by talent scouts. She worked as an actress at the Shanghai Film Studio and went to the United States in 1984 with the help of actress Joan Chen. She is married to author Lloyd Lofthouse.

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