El escritor argentino Jorge Luis Borges, ya con 80 años, estaba en México. Después de varios días de charlas, conferencias y homenajes, Borges consiguió tener una tarde libre. Pidió visitar las pirámides aztecas de Yucatán.
Le explicaron que se trataba de un viaje muy cansador, donde era preciso andar en taxi, avión, jeep. Borges insistió, y consiguió que lo llevasen hasta Uxmal.
Llegó al final del día, después de varios cambios de medio de transporte. Se sentó delante de una pirámide de siglo X, y se quedó una hora sin decir nada. Al final, se levantó y agradeció a sus acompañantes: "¡gracias por esta tarde inolvidable!".
Como sabemos, Borges era ciego. Pero esto no le impidió percibir todo con su alma.