Según él, el profeta es capaz de prever una situación determinada, con los ojos de la fe. Cuando profetizamos, no estamos definiendo lo que acontecerá, en verdad, nos estamos posibilitando a nosotros mismos – y a los otros- el escoger un mejor camino.
El profeta no adivina. Él estimula la creación de un futuro. Sus oráculos, en lugar de cerrar una posibilidad, nos están previniendo las consecuencias de nuestras actitudes, y abriendo nuevas alternativas.
El hombre puede inventar su propio futuro, si opta por seguir su propio camino. Para esto, él precisa liberarse del pasado, y las elecciones que hicieran por él sin consultarlo.
DEL MITO
Cuando vemos esculturas en catedrales antiguas, imágenes que nos parecen absurdas, grabados en viejos libros de mitología, notamos que alguna cosa nos parece familiar. Y comprendemos, aún sin entender.