Todos ya experimentamos la ingratitud. Tancredo trató el asunto con buen humor y sabiduría; otros pierden la confianza en el ser humano, y dejan de hacer cualquier cosa por los otros.
¿Ayuda saber que esto no pasa solamente con usted? Espero que sí. Porque las personas ingratas no pueden modelar nuestro comportamiento. Ellas no tienen el poder de definir nuestro carácter.
Dios, cuya opinión, en el fondo, es la única que cuenta, jamás fue ingrato con nosotros. Vamos a aferrarnos a esto; vamos a continuar intentando comportarnos de la manera que deseamos.
DE LA VEJEZ
Ana Cintra cuenta que su hijo pequeño, con la curiosidad de quien oyó una nueva palabra pero aún no entiende su significado, le preguntó: "¿Mamá, que es la vejez?". En una fracción de segundo antes de la respuesta, Ana hizo un verdadero viaje al pasado. Se acordó de los momentos de lucha, de las dificultades, de las decepciones. Sintió todo el peso de la edad y de la responsabilidad sobre sus hombros. Volvió para mirar a su hijo que, sonriendo, aguardaba una respuesta. "Mira mi rostro, hijo", dijo ella. "Esto es la vejez". E imaginó al muchacho viendo las arrugas, y la tristeza en sus ojos. Cual no fue su sorpresa cuando, después de algunos instantes, el pequeño respondió: "¡Mamá! ¡Cómo es la vejez de bonita!"