Ángela Pontual asistía a una obra de teatro en Broadway, y salió para tomar un whisky en el descanso. La sala de espera estaba llena; la gente fumaba, conversaba, bebía. Un pianista tocaba. Nadie prestaba atención a la música. Ángela comenzó a beber y a mirar al músico. Él parecía aburrido, haciendo aquello por obligación, loco por que acabase el descanso. Al tercer whisky, ya un poco bebida, se acercó al pianista. -¡Es usted un aburrido! ¿Por qué no toca sólo para usted? -vociferó. El pianista la miró, sorprendido. Y, al instante, comenzó a tocar las piezas que le gustaría estar tocando. En poco tiempo, la sala de espera estaba en completo silencio. Cuando el pianista acabó, todos aplaudieron con entusiasmo.
San Francisco de Asís era un joven muy popular cuando decidió dejarlo todo y construir su obra. Santa Clara era una bella mujer cuando hizo voto de castidad. El beato Ramón Llull conocía a los grandes intelectuales de la época cuando se retiró al desierto. La búsqueda espiritual es, sobre todo, un desafío. Quien la usa para huir de sus problemas no llegará muy lejos. De nada le vale retirarse del mundo a aquel que no consigue hacer amigos. No vale de nada hacer voto de pobreza porque se es incapaz de ganar el propio sustento. No vale de nada ser humilde cuando se es cobarde. Una cosa es tener, y renunciar. Otra cosa es no tener, y condenar a quien tiene. Es muy fácil para un hombre impotente pregonar la castidad absoluta, pero ¿qué valor tiene eso? Dice el maestro: Alaba la obra de Dios. Véncete a ti mismo mientras te enfrentas al mundo.
Como es fácil ser difícil. Basta permanecer alejados de los demás y, de esta manera, no sufriremos nunca. No correremos los riesgos del amor, de las decepciones, de los sueños frustrados. Como es fácil ser difícil. No debemos preocuparnos por llamadas telefónicas que tenemos que hacer, de personas que piden nuestra ayuda, de la caridad que hemos de hacer. Como es fácil ser difícil. Basta fingir que estamos en una torre de marfil, que jamás derramamos una lágrima. Basta con pasar el resto de nuestra existencia representando un papel. Como es fácil ser difícil. Basta con coger lo mejor de la vida.
El paciente se volvió hacia el médico: -Doctor, el miedo me domina, me quita la alegría de vivir. -Aquí en mi consulta hay un ratón que se come mis libros -dijo el médico-. Si me desespero con este ratón, se esconderá de mí, y no haré otra cosa en la vida hasta que lo cace.»Sin embargo, coloco los libros más importantes en un lugar seguro, y lo dejo roer otros.»De esta manera, él sigue siendo un ratón y no se convierte en un monstruo. Ten miedo de algunas cosas, y concentra todo tu miedo en ellas, para que tengas coraje ante el resto.
Dice el maestro: Muchas veces es más fácil amar que ser amado. Tenemos dificultades para aceptar la ayuda y el apoyo de los demás. Nuestra tentativa de parecer independientes no permite que el prójimo tenga la oportunidad de demostrar su amor. Muchos padres, en la vejez, roban a los hijos la oportunidad de dar el mismo cariño y apoyo que recibieron cuando eran niños. Muchos maridos (y mujeres), al ser alcanzados por ciertos rayos del destino, se sienten avergonzados de depender del otro. Y, así, las aguas del amor no se extienden. Es preciso aceptar el gesto de amor del prójimo. Es preciso permitir que alguien nos ayude, nos apoye, nos dé fuerzas para continuar. Si aceptamos este amor con pureza y humildad, comprenderemos que el Amor no es dar o recibir, es participar.
Eva paseaba por el Jardín del Edén cuando la serpiente se le acercó. -Come esta manzana -dijo la serpiente. Eva, muy bien instruida por Dios, se negó. -Come esta manzana -insistió la serpiente-, porque tienes que ponerte más guapa para tu hombre. -No la necesito -respondió Eva-, porque no tiene a otra mujer más que a mí. La serpiente se rió: -Claro que sí. Y como Eva no la creía, la llevó hasta lo alto de una colina, donde había un pozo. -Está dentro de esta caverna; Adán la escondió ahí. Eva se inclinó y vio, reflejada en el agua del pozo, una linda mujer. En ese mismo momento, sin titubear, comió la manzana que la serpiente le ofrecía.
Párrafos de una anónima «Carta al corazón»: «Corazón mío: jamás te condenaré, te criticaré o sentiré vergüenza de tus palabras. Sé que eres una criatura querida de Dios, y que Él te guarda en medio de una luz radiante y amorosa. «Confío en ti, corazón mío. Estoy de tu lado, siempre pediré bendiciones en mis oraciones, siempre pediré para que encuentres la ayuda y el apoyo que necesitas.»Confío en tu amor, corazón mío. Confío en que compartirás este amor con quien lo merezca o lo necesite. Que mi camino sea tu camino, y que caminemos juntos en dirección al Espíritu Santo.»Y te pido: confía en mí. Que sepas que te amo, y que procuro darte la libertad necesaria para que continúes latiendo con alegría en mi pecho. Haré todo lo que esté a mi alcance para que jamás te sientas incómodo con mi presencia a tu alrededor.»
Dice el maestro: Cuando decidimos actuar, es natural que surjan conflictos inesperados. Es natural que surjan heridas en el transcurso de estos conflictos. Las heridas se curan: quedan las cicatrices, y esto es una bendición. Estas cicatrices permanecen con nosotros el resto de la vida, y nos van a ayudar mucho. Si en algún momento, por comodidad o por cualquier otra razón, la voluntad de volver al pasado es grande, basta con mirar hacia ellas. Las cicatrices nos mostrarán la marca de los grilletes, nos recordarán los horrores de la prisión, y continuaremos caminando hacia adelante.
En su epístola a los Corintios, san Pablo nos dice que la dulzura es una de las principales características del amor. No lo olvidemos nunca: el amor es ternura. Un alma rígida no permite que la mano de Dios la amolde según Sus deseos. El viajero caminaba por una pequeña carretera del norte de España cuando vio a un campesino acostado en un jardín. -Está usted aplastando las flores -dijo. -No -respondió él-. Intento sacarles un poco de su dulzura.
Dice el maestro: Reza todos los días. Incluso sin Palabras, sin peticiones, sin entender por qué, Haz de la oración un hábito. Si al principio fuese Difícil, proponte a ti mismo: «La próxima semana rezaré todos los días.» Y renueva esta promesa cada siete días. Acuérdate de que no sólo estás creando un lazo más íntimo con el mundo espiritual; también entrenas tu voluntad. Es a través de ciertas prácticas como Desarrollamos la disciplina necesaria para el verdadero combate de la vida. No sirve de nada olvidar la promesa y al día siguiente rezar dos veces. Tampoco sirve de nada rezar siete oraciones en un día y pasar el resto de la semana pensando que has cumplido tu tarea. Ciertas cosas han de ocurrir en la medida y el ritmo apropiados.
Un hombre malo, al morir, se encuentra un ángel a la puerta del infierno. El ángel le dice: -Basta con que hayas hecho algo bueno en esta vida, y eso te ayudará. El hombre responde: -Nunca he hecho nada bueno en esta vida. -Piensa bien -insiste el ángel. Entonces, el hombre recuerda que, una vez, mientras andaba por un bosque, vio una araña en su camino, y la rodeó, evitando pisarla. El ángel sonríe y un hilo de araña desciende de los cielos, permitiendo que el hombre suba hasta el Paraíso. Otros condenados aprovechan para subir también. Pero el hombre se gira y empieza a empujarlos, pues tiene miedo de que el hilo se rompa. En ese momento el hilo cede, y el hombre cae de nuevo al infierno. -Qué pena -el hombre oye decir al ángel-.Tu egoísmo transformó en mal lo único bueno que has hecho.
Dice el maestro: El cruce de caminos es un lugar sagrado. Allí el peregrino ha de tomar una decisión. Por eso, los dioses suelen dormir y comer en los cruces. Donde las carreteras se cruzan, se concentran dos grandes energías, el camino que será escogido y el camino que será abandonado. Ambos se transforman en un solo camino pero simplemente por un pequeño período de tiempo. El peregrino puede descansar, dormir un poco, incluso consultar a los dioses que viven en los cruces, pero nadie puede quedarse allí para siempre: una vez hecha la elección, es preciso seguir adelante, sin pensar en el camino que se dejó de recorrer. O el cruce se transforma en maldición.
En el nombre de la Verdad, la raza humana cometió sus peores crímenes. Hombres y mujeres fueron quemados. La cultura de civilizaciones enteras fue destruida. Los que cometían pecados de la carne eran mantenidos a distancia. Los que buscaban un camino diferente eran marginados. Uno de ellos, en nombre de la «verdad», acabó crucificado. Pero, antes de morir, dejó la gran definición de la Verdad. No es lo que nos da certeza. No es lo que nos da profundidad. No es lo que nos hace mejores que los demás. No es lo que nos mantiene en la prisión de los prejuicios. La Verdad es lo que nos hace libres. -Conoceréis la Verdad, y la Verdad os liberará -dijo Él.