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Colgate lanzó un profundo suspiro.

—Es una lástima —prosiguió— que un hombre que tenía dos motivos perfectamente buenos para asesinar pueda probar que no tiene nada que ver con el asunto.

—Consuélese, Colgate —sonrió Weston—. Nos queda todavía una oportunidad para lucirnos. Tenemos ahí la cuestión del chantaje y la del clérigo loco, pero personalmente creo que la solución del contrabando de estupefacientes es la más verosímil. Y si fue una banda de contrabandistas la que quitó de en medio a mistress Marshall, podremos alegar que nuestra gestión ha sido decisiva para ayudar a Scotland Yard a resolver su problema. De un modo o de otro, tendrán que reconocer que nuestro trabajo ha sido de los más meritorios.

Una involuntaria sonrisa animó el rostro de Colgate..

—Tendremos que conformarnos con eso, señor —dijo con melancolía—. Se me olvidaba decirle que averigüé quién escribió aquella carta que encontramos en la habitación de la muerta, el que firmaba J. N. No hay nada que hacer. Se encuentra en China. Probablemente se tratará de algún pillo, como nos decía miss Brewster. También me he proporcionado los antecedentes del resto de los amigos de mistress Marshall. No hay la menor pista por ahí. Todos los materiales que teníamos que reunir los tenemos ya en la mano, señor, pero, desgraciadamente no nos sirven para nada.

—¿Qué opina nuestro colega belga, Colgate? —preguntó Weston—. ¿Sabe ya lo que acaba usted de comunicarme?

—El tal colega es un poco tunante —sonrió Colgate—. ¿Sabe usted lo que me preguntó anteayer? Me pidió detalles de los casos de estrangulación ocurridos en los tres últimos años.

El coronel Weston se puso bruscamente en pie.

—¿De veras? Ahora me explico... —Hizo una pausa y prosiguió—: ¿Cuándo dice usted que el reverendo Stephen Lane entró en la clínica mental?

—Por Pascuas hizo un año, señor.

Weston quedó pensativo.

—Recuerdo un caso —murmuró—. Encontraron el cadáver de una joven cerca de Bagshot. Salió a reunirse con su marido en no sé qué punto y nunca volvió. Y ocurrió también otro caso, que los periódicos titularon «El misterio del matorral solitario». Uno y otro ocurrieron en Surrey, si no recuerdo mal.

—¿En Surrey? —exclamó Colgate—. Ahora me explico por qué Poirot...

2

Hércules Poirot estaba sentado sobre la hierba en la parte más alta de la isla.

Un poco a su izquierda arrancaba la escalerilla de acero por la que se descendía a la ensenada del Duende. Había varios peñascos cerca de la cabeza de la escalerilla que formaban un fácil escondite para quien se propusiera descender a la playa situada debajo. Esta playa era casi invisible desde aquel sitio, debido al saliente de las rocas.

Hércules Poirot hizo un gesto de comprensión. Las piezas de su mosaico iban acoplándose magníficamente.

Poirot examinó mentalmente cada una de aquellas piezas, considerándolas como un elemento aislado.

Unos días antes, Arlena Marshall había aparecido muerta una mañana en la playa de baños. La víspera se había celebrado una partida de bridge. Él, Patrick y Rosamund Darnley se habían sentado a la mesa. Cristina había salido a la terraza y había sorprendido cierta conversación. ¿Quiénes se encontraban en el salón? ¿Quiénes habían estado ausentes?

Poirot siguió recordando y clasificando sus piezas.

Noche víspera del crimen. Poirot había sostenido una conversación con. Cristina en el acantilado, y al regreso al hotel había sorprendido cierta escena.

«Gabrielle número ocho». Un par de tijeras. Una pipa rota. Un frasco arrojado desde una ventana. Un calendario verde. Un paquete de velas. Un espejo y una máquina de escribir. Un ovillo de lana color púrpura. Un reloj de pulsera de muchacha. El agua de un baño que corre por una cañería.

Cada uno de estos hechos dispares tenía que encajar en su debido sitio. No podían quedar cabos sueltos.

Y luego, acoplada cada una de ellas en su debida posición, quedaba por colocar una última pieza: la presencia del espíritu del mal en la isla.

La Maldad...

Poirot contempló una vez más la lista que tenía en la mano:

«NELLIE PARSONS, ENCONTRADA ASESINADA EN UN MATORRAL SOLITARIO CERCA DE COBHAM. NO SE TIENE LA MENOR PISTA DEL ASESINO.»

¿Nellie Parsons?

ALICE CORRIGAN.

Leyó cuidadosamente los detalles de la muerte de Alice Corrigan.

3

Hércules Poirot continuaba sentado en el arrecife cuando se le aproximó el inspector Colgate.

A Poirot le agradaba el inspector Colgate. Le agradaban su rugoso rostro, sus ojos vivaces y sus ademanes sosegados.

El inspector Colgate se sentó a su lado.

—¿Ha hecho algo con esos casos, señor? —preguntó, mirando las hojas escritas a máquina que Poirot tenía en la mano.

—Los he estudiado... sí.

Colgate se puso en pie, se alejó un poco y se asomó al próximo nicho practicado en las rocas. Luego volvió, diciendo:

—Todo el cuidado es poco. No me agradaría que nadie escuchase nuestra conversación.

—Es usted prudente —dijo Poirot.

—No tengo inconveniente en confesar, mister Poirot, que yo mismo me interesé en esos dos casos, aunque quizá no los habría recordado de no haberme preguntado usted por ellos. —Hizo una pausa y añadió—: Confieso también que uno de esos casos me interesó en particular.

—¿El de Alice Corrigan?

—El de Alice Corrigan. Colaboré con la policía de Surrey para aclararlo...

—Cuénteme, amigo mío, me interesa muchísimo —apremió Poirot.

—Ya me lo suponía. Alice Corrigan fue encontrada estrangulada en un bosquecillo de Blackridge Heath, a unas diez millas de Marley Copse, donde fue descubierto el cadáver de Nellie Parsons. Ambos lugares están a unas doce millas de Whiteridge, donde fue vicario mister Lane tiempo atrás.

—Cuénteme algo más de la muerte de Alice Corrigan —rogó Poirot.

—La policía de Surrey no relacionó al principio su muerte con la de Nellie Parsons. Ello fue debido a que consideraron al marido como culpable. En realidad, no sé por qué. Únicamente se explica porque se trataba de un individuo de esos que la Prensa llama «hombre misterioso», de los que no saben quiénes son ni de dónde vienen. Ella se había casado con él contra la voluntad de su familia y, además de poseer algún dinero, se hizo un seguro de vida a su favor, cosa que fue suficiente para despertar las sospechas contra el pobre diablo...

»Pero cuando salieron a flote los hechos reales hubo que borrar al marido del cuadro. El cadáver fue descubierto por una de esas exploradoras que llevan pantalones. Era un testigo absolutamente competente y de fiar... profesora de gimnasia en un colegio de Lancashire. Anotó la hora cuando descubrió el cadáver; eran exactamente las cuatro y cuarto, y expuso su opinión de que la mujer llevaba poco tiempo muerta... quizá no más de diez minutos. Aquello estuvo de acuerdo con el dictamen del forense, quien examinó el cuerpo a las cinco y cuarenta y cinco. La testigo lo dejó todo como lo había encontrado y se dirigió a campo traviesa hasta el cercano puesto de policía de Bagshot. Ahora bien; entre tres y cuarto, el marido de la muerta, Edward Corrigan, se encontraba en un tren que venía de Londres, a donde había ido a pasar el día por asuntos de negocios. Otras cuatro personas venían en el mismo coche con él. En la estación tomó el autobús local, y dos de sus compañeros de viaje le acompañaron también. Se apeó a la puerta del café Pine Ridge, en donde había quedado citado con su mujer para tomar el té. Eran entonces las cuatro y veinticinco. Pidió té para ambos, pero ordenó que no lo sirvieran hasta que llegase ella. A las cinco, al ver que su mujer no llegaba, empezó a alarmarse... y pensó que quizás se hubiese dislocado un tobillo. Lo convenido era que ella atravesaría el páramo desde el pueblo donde vivían para reunirse en el café Pine Ridge y regresar juntos en autobús. El bosquecillo de Caesar no está lejos del café y se cree que, como le sobraba tiempo, la mujer se sentó para admirar el panorama antes de seguir su camino, y que algún vagabundo o loco se arrojó sobre ella y la cogió desprevenida. Una vez que se demostró la inocencia del marido, la policía relacionó la muerte de la mujer con la de Nellie Parsons, la sirvienta que fue encontrada estrangulada en Marley Copse. La policía llegó así al convencimiento de que el mismo hombre era el responsable de ambos crímenes, pero nunca lo capturó y, lo que es más, jamás se le tuvo al alcance.