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– ¡Por todos los demonios! Tendrías que haberme advertido que no sabías nadar. ¿Acaso no te llevé a tierra sano y salvo, a pesar de los golpes que me diste con brazos y piernas?, que, perdona que te lo recuerde, me dejaron un montón de moratones por todo el cuerpo, algunos de ellos en partes muy sensible.

– Te llevaste unos buenos golpes, sí -confirmó Andrew-. Pero no era menos de lo que te merecías. Aquel incidente me quitó una década de vida.

– Pero se podría haber evitado sí me hubieras dicho la verdad.

– Que no se sabe nadar no es el tipo de cosas que un hombre puede ir diciendo por ahí tranquilamente -insistió Andrew-. Y nada de eso habría sucedido si tú no te hubieras puesto tan pesado, insistiendo en «cruzar el río en canoa», según las reglas. -Sus ojos se entrecerraron-. Y no te creas que has conseguido cambiar de tema. Sé que no has besado a la chica, como decía antes, porque puedo leer la expresión de tu rostro muy bien, amigo mío, y la frustración que veo por debajo de la superficie no es lo que se observaría si la hubieras besado. Y además, pienso que podrías haber hecho tal cosa porque es obvio que lo estás deseando.

Bakari carraspeó y murmuró algo.

Philip apretó las mandíbulas. Maldita sea, aquello era realmente irritante, pero Andrew tenía razón. Por todos los demonios, había deseado desesperadamente besarla. ¿Por qué no lo había hecho? No era más que un simple beso, después de todo. Pero en el momento en que ese pensamiento se le pasó por la cabeza, se dio cuenta de cuál era la respuesta: no la había besado porque algo en su instinto le decía que no habría habido nada que pareciera ni remotamente simple en besarla a ella.

– Y supongo que tú sí la habrías besado -dijo.

Si Andrew notó la tensión en su tono de voz, la ignoro.

– Sí. Si yo me sintiera tan atraído por una mujer, y se me presentara la oportunidad, la besaría.

– ¿Y qué me dices del hecho de que yo (espero) pronto me casaré con otra?

– Todavía no estás casado, amigo -dijo encogiéndose de hombros-. Y esa no es la razón por la que no la has besado, y los dos lo sabemos.

– Estoy seguro de que habrá un barco que salga para América dentro de pocas horas -dijo Philip entrecerrando los ojos; un comentario que dejó a Andrew desconcertado.

– Para besar a la chica que quieres, esta tiene que quererte también a ti -dijo Bakari en voz baja. Luego, tras hacer una pequeña reverencia, abandonó el vestíbulo y se dirigió hacia los dormitorios, con sus blandas suelas de piel deslizándose silenciosamente por el mármol.

«La chica tiene que quererte también a ti.»

Maldita sea. Normalmente Bakari solo pronunciaba una media de doce palabras al mes. Lo cual significaba que con esa frase ya había superado su cuota normal. Excelente, porque Philip no tenía ganas de oír nada más.

Miró a Andrew, cuyo rostro reflejaba una expresión sospechosamente inocente.

– No digas ni una palabra -le advirtió Philip.

– No lo iba a hacer. Bakari ya lo ha dicho todo. En, sorprendentemente, muy pocas palabras. Un talento poco frecuente, ¿no te parece?

– Un talento que me parece que deberías tratar de emular tú, hablando menos.

– Como tú quieras. Me voy a la cama. -Ascendió por las escaleras. En el descansillo se dio media vuelta y lanzó a Philip un saludo de burla-. Dulces sueños, amigo.

Eso, dulces sueños. Con todos los músculos en tensión y los pensamientos que se agolpaban en su mente, dormir no era algo que tuviera previsto en un futuro inmediato. Pensó que un brandy podría relajarle y se dirigió por el pasillo hacia su estudio. Al entrar en la habitación fue directo hacia la botella y se sirvió un dedo largo del fuerte licor. En cuanto acercó la copa a sus labios su mirada se detuvo sobre el escritorio. Su mano se paró a medio camino de su boca y se quedó paralizado.

Uno de sus diarios reposaba abierto sobre su escritorio, junto a unos cuantos libros amontonados al lado del tintero. No recordaba haber dejado los libros allí; de hecho, estaba seguro de no haberlo hecho, ya que él era muy cuidadoso con esas cosas. Dejó la copa al lado de la botella y se acercó hacia el escritorio de haya.

El diario estaba abierto por una página en la que había dibujado detalladamente los jeroglíficos y las pinturas de una tumba de Alejandría. Su mirada se paseó por la página y se dio cuenta de que no faltaba nada, y luego colocó el libro encima de los demás volúmenes.

Sus cejas se arquearon hacia abajo. ¿Habría estado husmeando entre sus pertenencias alguno de los sirvientes? Eso tenía que ser, puesto que ni Bakari ni Andrew harían tal cosa sin pedir permiso, ni tampoco habrían dejado el diario tirado de una forma tan descuidada.

Pero ¿por qué habría hecho tal cosa uno de los sirvientes? Sin duda por curiosidad sobre su persona y sus viajes. Se podía entender, pero tendría que encontrar al culpable a primera hora de la mañana y solucionar el asunto. No solo porque no le gustaba la idea de que alguien anduviera husmeando entre sus cosas, sino también porque esos diarios eran irremplazables. Y no quería que cualquiera pudiera dañarlos o perder sin darse cuenta.

Dejando escapar un largo suspiro, cerró el diario y lo agarró. Estaba a punto de dejarlo en su lugar correspondiente en la estantería cuando vio un pedazo de papel sobre el escritorio, debajo de donde había estado el diario. Había algo escrito en su superficie, con una apretada letra que no le era familiar. Intrigado, cogió la nota y la acercó a la lámpara para leer las pocas palabras que contenía.

«Vas a sufrir.»

Philip se quedó sobrecogido y paseó un dedo por encima del papel. La tinta aún no estaba seca.

Esa nota había sido escrita hacía poco. Muy poco. Pero ¿por quién? ¿Por alguien de la casa? ¿O acaso había entrado algún extraño? Se acercó a las ventanas y comprobó que estaban perfectamente cerradas. ¿Podría haber entrado el intruso por alguna otra parte? Le parecía muy extraño que Bakari, Andrew o alguno de los sirvientes de la casa no hubieran visto u oído algo raro si hubiera entrado alguien. Recordó que al volver a casa Bakari no estaba en el vestíbulo: estaba cuidando al perro. Y la puerta principal no estaba cerrada con llave. Philip se pasó las manos por la cara. ¿Cuánto tiempo habría estado Bakari lejos del vestíbulo? ¡Por todos los demonios, cualquiera podría haber entrado por la puerta principal! A menos que se tratara de alguien que ya estaba dentro de la casa…

Miró de nuevo la nota:

«Vas a sufrir».

¿Quién demonios habría escrito eso? ¿Y por qué?

Una mano temblorosa se llevó una copa de brandy a unos labios temblorosos.

«He escapado por los pelos. Demasiado por los pelos para sentirse seguro. Debo tener más cuidado en el futuro.»

Un trago rápido del fuerte licor le proporcionó el calor que tanto necesitaba.

Después de unos cuantos tragos más, la copa volvió a la mesa, y una mano mucho más tranquila agarró una daga. La luz del candelabro se reflejó en la brillante curva de la hoja.

«Tu prematura llegada me ha interrumpido, Greybourne, y me ha obligado a abandonar la búsqueda. Pero encontraré lo que estaba buscando. Y cuando lo consiga tu vida habrá acabado.»

7

THE TIMES

La boda entre lady Sarah Markham y lord Greybourne no tendrá lugar el 22 de este mes como se había anunciado previamente, debido al inesperado matrimonio de lady Sarah con el barón Weycroft, ayer mismo. ¿Por qué haría algo tan inesperado?

Si, se debe tener en cuenta el supuesto maleficio, pero es difícil dar mucha credibilidad a dicha historia. ¿Es el maleficio algo inventado por lord Greybourne para eludir el altar?

No sería el primer hombre que intenta cualquier cosa para seguir siendo libre, a pesar de que no haber querido contraer matrimonio con la joven más solicitada de la temporada nos lleva a plantearnos algunas preguntas interesantes.