– Pasé todo el día y toda la noche en los muelles, interrogando a los miembros de la tripulación del Dream Keeper. Desgraciadamente, no he descubierto nada que nos pueda servir. De camino a casa, me paré en el club de caballeros Jackson, esperando aliviar parte de la decepción que me habían provocado mis infructuosas investigaciones.
– Conociendo de primera mano tus cualidades pugilísticas, me parece increíble verte con la cara llena de moratones y magulladuras.
– La verdad es que les di una buena paliza a varios elegantes caballeros en el cuadrilátero, sin sufrir más que un par de rasguños. Fue mucho más tarde cuando recibí estos recuerdos de la noche.
– ¿Después? -preguntó Philip mirándole por encima de su taza de café.
– Sí. Fui atacado poco después de salir del club Jackson. Aquel mal nacido se me echó encima por la espalda. -Poniéndose de píe se tocó la espalda e hizo un gesto de dolor-. No llegó a dejarme sin sentido, pero me golpeó lo suficientemente fuerte como para hacerme caer al suelo. Me estaba dando patadas en las costillas con sus botas, cuando varios caballeros se acercaron. El muy mal nacido salió corriendo, por suerte antes de poder hacerme más daño.
Un incómodo escalofrío recorrió la espalda de Philip.
– ¿Lo llegaste a ver?
– No. Los caballeros que lo ahuyentaron me llevaron de nuevo al club Jackson para curarme las heridas. Luego alquilé una calesa y volví a casa.
– Por todos los demonios, Andrew, ¿por qué no me lo dijiste anoche?
– Bakari no estaba en el vestíbulo cuando regresé, de modo que supuse que se habría ido a dormir. Ante la duda de si tú estarías aún, eh, ocupado con tu invitada, preferí no molestarte. No había nada que pudieras hacer.
– Esto no me gusta en absoluto, Andrew. Primero fue atacado Edward, y ahora tú, solo al cabo de unas pocas horas después de que interrogaras a la tripulación del barco. -Las palabras de la segunda nota hicieron eco en su mente: «El sufrimiento empieza ahora»-. No se trata de una coincidencia. De hecho…
Sus palabras fueron interrumpidas por la llegada de Bakari a la puerta.
– El señor Bínsmore -dijo Bakari. Se apartó de la puerta y entró Edward.
– Buenos días, Philip, Andrew -dijo Edward dirigiéndose a la silla más cercana.
Philip se dio cuenta enseguida de que su amigo andaba con dificultad.
– ¿Estás bien, Edward?
– Sí, por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?
– Me parece que cojeas.
– ¿De veras? Me temo que todavía estoy magullado por el ataque de la otra noche en el almacén.
– Ah, bueno. Lamento que todavía te duela. Pero me alegro de que no te hayan vuelto a atacar otra vez.
– ¿Volverme a atacar? -Se sentó en una silla al lado de Philip retorciéndose en una mueca de dolor-. ¿Qué quieres decir?
– Atacaron a Andrew anoche.
Los ojos de Edward se abrieron como platos y se dirigieron hacía Andrew.
– Es verdad. Tienes toda la cara magullada, ¿estás bien?
– Sí, solo estoy un poco dolorido.
– ¿Te robaron? -preguntó Edward.
– Puede que fuera esa la intención -dijo Andrew negando con la cabeza-. Pero el asaltante tuvo que salir corriendo antes de poder robarme.
Philip apretó los puños con enfado.
– Bakari debería echarle un vistazo a vuestras heridas. A los dos.
– A mí ya me ha visto hace un momento -dijo Andrew-. Fue lo primero que hice esta mañana. Me ha vendado las costillas como si fuera un ganso a punto de ser metido en el horno.
– Y yo estoy bien -añadió Edward rápidamente-.Excepto por un ligero entumecimiento de la espalda, lo único que todavía me molesta es esto -dijo mostrando el vendaje de la mano-. Me quité el vendaje ayer y descubrí varios trozos de cristal todavía clavados en el dorso de la mano. Me los saqué y volví a ponerme una venda limpia. Ahora ya empiezo a sentirme mejor.
– De acuerdo -dijo Philip asintiendo con la cabeza-. Dime, Andrew, ¿tu atacante te dejó algún tipo de nota, como hizo con Edward?
– No.
– ¿Crees que el responsable puede ser la misma persona? -preguntó Edward frunciendo el entrecejo.
– Me temo que sí.
Bakari apareció de nuevo en la puerta, con los labios apretados de una manera que hizo que Philip se estremeciera.
– Su estudio -dijo Bakari a Philip-. Venga enseguida.
Philip, Andrew y Edward se miraron, y los tres salieron disparados por el pasillo detrás de Bakari. Philip entró el primero. Los restos de la cena del día anterior habían desaparecido -junto con los opulentos tejidos y los mullidos cojines, sin que de ellos quedara ni el más mínimo indicio. Su mirada se dirigió hacia el escritorio y se le heló la sangre.
Cruzando deprisa la habitación se situó al lado de su escritorio de caoba. Sobre la mesa había un cuchillo plateado, con la punta clavada sobre la mesa atravesando un sobre de papel de vitela.
– ¿Qué demonios…? -murmuró Edward mientras se acercaba a la mesa junto con Andrew y Bakari.
– ¿Cuándo has encontrado esto? -le preguntó Philip a Bakari con un tono de voz ronco, mientras sus ojos revisaban la habitación para ver si había algo más fuera de lugar.
– Hace un momento.
– ¿No lo habías visto esta mañana al limpiar la habitación?
– La limpié anoche. Empecé cuando se fue a acompañar a la dama.
– ¿A qué hora acabaste?
– A las tres.
– ¿Y luego te fuiste a la cama?
Bakari asintió.
– Lo cual significa que esto lo dejaron en algún momento entre las tres de la madrugada y ahora. -Rodeando con los dedos el mango del cuchillo, Philip extrajo el arma de la mesa y luego colocó la brillante hoja bajo la luz que entraba por la ventana-. Es idéntico al que encontré en el almacén después del robo.
– Sí -confirmó Edward-. Y eso significa que no tiene ninguna señal especial. Es el típico cuchillo que lleva la mayoría de hombres.
Philip recogió el sobre y sacó la nota de su interior. «Aquellos a los que quieres están sufriendo. Y tú también sufrirás.»
A Philip se le heló la sangre.
– ¿Qué dice la nota? -preguntó Andrew.
Con la cabeza dándole vueltas, le pasó la nota.
– Es la misma escritura de las otras dos notas.
– ¿La reconoces? -preguntó Andrew.
– No.
– Lo cual significa que se trata de alguien a quien no conoces -dijo Edward.
– Quizá -dijo Philip-. O puede que se trate de alguien a quien conozco, pero que ha cambiado la letra para que no pueda reconocerle. -«Aquellos a quienes quieres están sufriendo», pensó-. Primero Edward, ahora Andrew, por todos los demonios… ¿a quién estará planeando hacer daño ahora? -En el momento en que estas palabras cruzaban sus labios, Philip se quedó helado-. Maldición. ¿Planea hacer daño, digo? ¿Habrá hecho daño ya a alguien a quien amo? Tengo que hablar inmediatamente con Catherine, con mi padre y con Meredith.
Sonó la campanilla de la puerta de entrada. Los tres intercambiaron una rápida mirada y salieron de la habitación con Philip a la cabeza. Pasando rápido por el vestíbulo, Philip se lanzó hacía la puerta. Catherine estaba en el porche. Al ver su cara pálida sintió que algo andaba mal.
En el momento en que ella cruzó el umbral, Philip la agarró por los hombros.
– ¿Estás bien, Catherine?
– Sí. -Pero su labio inferior temblaba y apareció un brillo en sus ojos que dejaba claro que mentía.
– Pero ha pasado algo -dijo Philip, con las entrañas encogidas de preocupación.
– Eso me temo. ¿No te ha enviado nuestro padre una nota esta mañana?
– No. -Philip miró a Bakari interrogativamente y su amigo negó con la cabeza.
– Sin duda habrá pensado que ya te habías ido al almacén. Yo he preferido pasar por aquí de camino a su casa esperando que no te hubieras marchado todavía. Nuestro padre fue atacado anoche cuando volvía a su casa desde el club.