– Pero eso la matará…, ella estará muerta.
– En el sentido tradicional, sí. Pero su propio manitú, o espíritu, continuará vivo dentro del hechicero. Así que ella no estará absolutamente muerta.
Ahora ya estábamos en pleno Manhattan, y yo disminuí la velocidad y me detuve ante una luz roja.
– No entiendo.
– Admito que no es fácil -dijo Singing Rock -. Pero una vez que nuestro hechicero haya emergido, podremos enfrentarnos físicamente con él. Podríamos apresarlo, siempre y cuando lo hagamos con hechizos como con barrotes. Y entonces podremos realmente forzarlo a devolver a Karen Tandy su manitú.
– ¿Forzarlo? ¿Cómo? -pregunté.
– Invocando el poder del Gitche Manitú. Todos los manitús menores están sujetos a la gran influencia del Gran Espíritu.
– Pero ¿no podría hacer él lo mismo… y matarlo a usted?
Singing Rock chupó pensativamente su cigarro.
– Por supuesto, pero ése es un riesgo que hay que correr.
– ¿Y usted lo asumirá?
– Si me merece la pena.
– ¿Y cuánto le merece la pena?
– Veinte mil dólares.
Yo Sonreí.
– Muy bien, no le culpo. Yo querría mucho más que eso para arriesgar mi vida.
– En ese caso -dijo Singing Rock, arrojando su cigarro por la ventanilla -, treinta mil.
Ahora todo estaba en manos de los padres de Karen Tandy. Nadie más podía pagar el precio de la medicina de Singing Rock y nadie más tenía el derecho de dejarle ganárselos. Llevé a Singing Rock a mi apartamento en la Décima Avenida y él se duchó y bebió café mientras yo llamaba a los padres de Karen. Les dije quién era yo y me invitaron a almorzar. Esperé que no se les atragantase la comida cuando escucharan lo que sugería Singing Rock.
Llegamos al apartamento de la señora Karmann a la una. El cristalero había ido esa mañana, y la ventana que había sido destrozada durante la sesión estaba reparada. Aquí todo era cálido, lujoso y acogedor, pero había una atmósfera notoriamente extraña.
Jeremy Tandy era un hombre de aspecto seco, con buen pelo, de alrededor de cincuenta y cinco años. Llevaba un traje oscuro y su camisa era blanca e inmaculada. Su rostro tenía algo de la cualidad de duende de Karen, pero había madurado en una forma más golpeada y dura.
Su mujer, Erica Tandy, era una mujer leve y delgada, con pelo castaño y vaporoso y unos ojos llamativamente grandes. Llevaba un vestido negro de Dior y lo contrastaba con unas joyas de oro muy simples. Yo estaba fascinado con sus largas y cuidadas uñas y su reloj «Plaget» de cinco mil dólares,
La señora Karmann también estaba, allí, dando vueltas y tratando que todos estuviesen cómodos.
No hubiese debido preocuparse. Nos sentíamos incómodos y extraños, y ninguna charla casual podía remediarlo.
– …Yo soy Harry Erskine – dije, tomando la mano de Jeremy Tandy todo lo fuerte que pude -, Y éste es el señor Singing Rock, de South Dakota.
– Llámeme sólo Singing Rock -dijo él.
Nos sentamos en las sillas y canapés y Jeremy Tandy ofreció cigarrillos
– El doctor Hughes me dijo que usted se interesa en el caso de mi hija -dijo Jeremy Tandy -. Pero hasta ahora no me ha dicho quién es usted o qué hace. ¿Piensa que puede aclarármelo?
Yo tosí.
– Señor Tandy… señora Tandy. Mucho de lo que ahora diré les parecerá extraño. Todo lo que puedo decirles es que yo era tan escéptico como ustedes cuando comenzó esto. Pero la evidencia es tan apabullante que cualquiera que sepa algo sobre la enfermedad de su hija ha tenido que aceptar que ésta es probablemente, no diré que absolutamente, la causa de ella.
Paso a paso expliqué cómo Karen había venido a mí y me había contado su sueño. Les dije como había descubierto lo del barco holandés y cómo Amelia había invocado el espíritu del hechicero. Les conté sobre su reencarnación y de nuestra visita al doctor Snow en Albany. Y luego les hablé de Singing Rock, y lo que iba a tratar de hacer, y lo que costaría.
Jeremy Tandy escuchó todo esto impasiblemente. De cuando en cuando bebía un sorbo de su brandy y fumaba sin parar mientras escuchaba, pero fuera de esto su rostro no expresaba ninguna emoción.
Cuando terminé se recostó en la silla y miró a su mujer. Ella parecía trastornada y confusa, y yo no podía culparla. Cuanto se contaba lisa y llanamente, era algo demasiado fantástico de digerir.
Jeremy Tandy se inclinó hacia adelante y me miró directamente a los ojos.
– ¿Esto es una estafa? -me preguntó valientemente-. Si lo es, dígamelo ahora mismo y lo dejaremos así.
Yo moví mi cabeza.
– Señor Tandy, se que suena increíble, pero si llama al doctor Hughes le contará la misma historia. Y puede tener una garantía de hierro que esto no es una estafa. No tendrá que pagar ningún dinero hasta que Karen esté bien. Si ella no se recupera, eso querrá decir que Singing Rock ha fallado, y él ya no necesitará el dinero. Si falla, puede morir.
Singing Rock asintió sobriamente. Jeremy Tandy se puso de pie y caminó por el cuarto como un puma dentro de una jaula.
– Mi hija está enferma -dijo -. Me han dicho que está muriendo. Luego me dicen que está dando a luz a un hechicero de trescientos años. Luego me dicen que necesitaré otro hechicero para zafarme del primer hechicero y que eso me costará treinta mil dólares.
Se volvió hacia mí.
– ¿Entonces, esto es o no es una mierda? -me preguntó.
Yo traté de no perder mi control.
– Señor Tandy, sé que todo esto parece una locura. Pero ¿por qué no llama al doctor Hughes? El es un experto mundial en tumores. Sabe más sobre ellos que yo sobre el Metro de Nueva York, y yo he andado en él desde que estuve a la altura de una rodilla alta. Llámelo. Averigüe. Pero no pierda tiempo porque Karen se está muriendo y por lo visto ésta es la única forma de salvarla.
Jeremy Tandy dejó de dar vueltas y me miró con su cabeza inclinada.
– ¿En serio no está bromeando? -dijo.
– No, señor Tandy; no estoy bromeando. Lo digo en serio. Pregúntele a la señora Karmann. Ella vio la cara en la mesa, ¿no es así, señora Karmann?
La señora Karmann asintió.
– Es verdad, Jerry. La vi con mis propios ojos. Yo confío en el señor Erskine. No miente.
La señora Tandy se levantó y tomó la mano de su marido.
– Jerry, querido, si es la única manera… debemos hacerlo.
Hubo un largo silencio. Singing Rock sacó un pañuelo y se sonó la nariz ruidosamente. En alguna medida, nunca había imaginado que un hechicero indio necesitara un pañuelo.
Finalmente, Jeremy Tandy estiró sus manos.
– Muy bien -dijo -. Ustedes ganaron. Todo lo que quiero es a mi hija de vuelta, sana y perfecta, y si ustedes pueden lograrlo, pueden tener sesenta mil dólares.
– Treinta mil está bien -dijo Singing Rock, y cuando lo dijo creo que Jeremy Tandy creyó que lo del manitú era cierto.
Después del almuerzo llevé a Singing Rock a conocer al doctor Hughes al Hospital de las Hermanas de Jerusalén. Karen estaba fuertemente sedada y había un enfermero permanentemente a su lado. El doctor Hughes nos llevó a verla y por primera vez Singing Rock se encontró exactamente contra lo que se oponía. Se mantuvo a una respetuosa distancia del manitú, mirándole por encima de su máscara quirúrgica con ojos preocupados.
– Pufff -dijo despacio -. Eso sí que es algo.
Jack Hughes estaba detrás de él, nervioso.
– ¿Qué piensa usted, Singing Rock?
– Para citar un viejo diálogo de una película de cowboys, doctor Hughes, esto es un montón de medicina. He visto muchas cosas extrañas, pero esto…
– Vamos -dijo Jack -, salgamos de aquí. Retornamos a su oficina y nos sentamos.
Singing Rock tomó un pañuelo de papel del escritorio de Jack Hughes y cuidadosamente se secó la frente.
– Bueno -dijo Jack-. ¿Cuál es su plan de acción?
– Lo primero que diré es que no tenemos mucho tiempo -señaló Singing Rock-. Por la forma en que crece ese manitú necesitaremos estar prestos mañana a más tardar. Lo que tendré que hacer es formar un círculo mágico alrededor de la cama; así cuando el hechicero salga no podrá cruzarlo. Eso lo contendrá lo suficiente como para darme tiempo de sojuzgarlo con mis propias hechicerías. Por lo menos espero que sea así. Es muy posible que sea lo suficientemente poderoso como para cruzar cualquier círculo mágico que yo trace. No lo sé, ni lo sabré, hasta que aparezca. Depende de cuánto lo hayan afectado los rayos X. El hechizo original, el hechizo que utilizó para hacerse renacer, es todo lo fuerte que fue capaz de lograrlo en 1650. Pero todos los nuevos hechizos que trate de hacer ahora pueden estar amortiguados por lo que ustedes le hicieron. Por otro lado puede que no. No puedo depender de ello. Pueden haberlo hecho mucho más vengativo y su magia mucho más diabólica.