Jack Hughes suspiró.
– Usted no parece muy esperanzado.
– ¿Cómo puedo estarlo? -dijo Singing Rock -, Esto es estrictamente como David y Goliath. Si puedo pegarle con una piedra con mi honda, quizá tenga la suerte suficiente como para vencerle. Pero si no acierto, entonces me destrozará.
– ¿Necesita algo? -le pregunté-. ¿Alguna ayuda ocultista?
Singing Rock movió su cabeza.
– Traje conmigo todas mis herramientas. Si podemos sacar mi maleta de su coche, Harry, podría comenzar ya mismo dibujando el círculo. Por lo menos eso nos dará alguna protección.
El doctor Hughes tomó el teléfono y llamó a un portero. Cuando el hombre llegó le envió a mi coche en el sótano, con instrucciones de recoger la maleta de Singing Rock.
– Cualquier cosa que haga -dijo Singing Rock- no debe perturbar el cuerpo de Karen Tandy cuando el hechicero la haya dejado. No debe ser tocado bajo ninguna circunstancia. Si se le molesta, aunque sea levemente, las posibilidades de que su manitú sea capaz de regresar a él y revitalizarlo serán prácticamente nulas.
– ¿Supongamos que el mismo hechicero lo perturbe? – pregunté.
Singing Rock no se mostró nada feliz.
– Si eso sucede, probablemente perdamos nuestro tiempo.
Jack Hughes dijo:
– Lo que no entiendo es por qué no podemos matarlo. Es un ser humano; después de todo tiene carne y sangre normales,
– Eso inutilizaría todo lo que tratamos de hacer dijo Singing Rock -. Si le matan, sus espíritus irán a lo que los indios solían llamar Los Terrenos de la Feliz Cacería. Su espíritu, y el de Karen Tandy y los demás espíritus que hay a podido recolectar durante sus varias vidas. Si le matan de esa manera, Karen Tandy se habrá ido para siempre. El posee su manitú y sólo él puede soltarlo. Voluntariamente o bajo presión.
– ¿Y usted no cree que haya ninguna posibilidad de que él se vaya voluntariamente…? -preguntó Jack Hughes,
– Ninguna esperanza -dijo Singing Rock.
– ¿Y cuantas cree que sean sus posibilidades de poder forzarlo a hacer lo que usted quiera?
Singing Rock se rascó la mejilla pensativamente.
– Tres por ciento -dijo-. Es decir, si tengo suerte.
En aquel momento retornó el portero con la maleta. Singing Rock la tomó, la puso sobre el escritorio del doctor Hughes y la abrió. Por lo que pude ver, estaba llena de pelo viejo y huesos y paquetes de polvos.
– Muy bien -dijo el hechicero-. Aquí está todo. Bajemos y dibujemos el círculo.
Bajamos otra vez y fuimos a la habitación privada de Karen Tandy. Estaba acostada exactamente como antes, con el rostro blanco, el enorme bulto llegándole casi a la cintura. Singing Rock la miró, pero se dedico a sacar polvos y huesos de su maleta y a dejarlos cuidadosamente en el piso.
– Quiero que entiendan -dijo-, que una vez que yo haya dibujado este círculo no debe ser tocado o perturbado de ninguna manera. Se puede cruzar, pero hay que tener un gran cuidado en no borrarlo o romperlo. Si llega a estar levemente roto, es inútil.
El doctor Hughes dijo:
– Muy bien. Me aseguraré que todo el que entre aquí sepa eso.
Singing Rock se puso en cuatro patas y volcó una línea circular de polvo rojo del paquete de papel alrededor de la cama. Luego, adentro de él, volcó una línea circular de polvo blanco. A intervalos regulares dejaba blancos huesos humanos secos y hacía una suave invocación sobre cada uno de ellos. Luego colocó una guirnalda de pelo humano en toda la extensión del círculo (viejas cabelleras del tótem histórico de su tribu).
– Gitche Manitú, protégeme -oró -. Gitche Manitú, escúchame y protégeme.
Mientras decía estas palabras sentí un helado escalofrío bajarme por la espalda. Karen, en la cama, había abierto un ojo y miraba fijamente a Singing Rock con una serena malevolencia.
– Singing Rock -dije despacio, y señalé.
Singing Rock se dio vuelta y vio el solitario ojo lleno de odio. Se pasó nerviosamente la lengua por los labios y luego le habló a Karen con una voz serena e intensa.
– ¿Quién eres? -preguntó -. ¿De dónde vienes?
Al principio hubo silencio, pero luego Karen Tandy susurró roncamente:
– Yo-soy-mucho-más-poderoso-que-tú. Tu-hechizo-no-me-hará- nada. Pronto -te-desharé-pequeño-hermano.
– ¿Cómo te llamas? -dijo Singing Rock.
– Mi-nombre-es-Misquamacus.Pronto-te-desharé-pequeño-hermano-de-las-planicies.
Singing Rock dio unos pasos para atrás nerviosamente, mirando al ojo solo. Incluso cuando el ojo se cerró de nuevo él restregaba sus manos contra la bata quirúrgica muy agitadamente.
– ¿Qué sucede? -le pregunté.
– Es Misquamacus -susurró, como si tuviera miedo que le escucharan -. Es uno de los hechiceros más conocidos y poderosos en la historia de los indios.
– ¿Usted oyó hablar de él?
– Todo el que sepa algo sobre magia india ha oído hablar de él. Hasta los sioux sabían de él mucho antes que llegaran los blancos. Estaba considerado como el mayor de los hechiceros y se hallaba en contacto con manitús y demonios que ningún otro hechicero se había atrevido a invocar.
– ¿Qué significa eso? -dijo ansiosamente Jack Hughes-. ¿Eso quiere decir que no puede combatirlo?
Singing Rock estaba sudando bajo su barbilla.
– Sí, puedo combatirlo. Pero no apuesto por mis posibilidades de ganar. Se decía que Misquamacus era capaz de controlar incluso a los más viejos y malos espíritus indios. En la época en que los primeros blancos llegaron a América había algunos manitús tan viejos y diabólicos que sólo eran conocidos en las leyendas e historias de la mayoría de las tribus. Pero Misquamacus los invocaba regularmente para su propio uso. Si hoy les vuelve a llamar, no puedo imaginarme qué sucedería.
– ¿Pero qué puede hacer un espíritu? -le pregunté-. ¿Puede realmente hacerle mal a la gente que no cree en él?
– Por supuesto -explicó Singing Rock -. Porque usted crea que un tigre no va a darle un zarpazo, eso no evita que lo haga, ¿verdad? Una vez que esos manitús hayan sido invocados al mundo físico, tienen poderes físicos y una existencia física.
– ¡Dios bendito- dijo el doctor Hughes. Singing Rock resopló.
– Él no le ayudará. Estos demonios no tienen nada que ver con el cristianismo. Se puede combatir a los demonios cristianos con crucifijos y agua bendita, pero estos demonios se reirían de usted.
– Este círculo… -dije señalando el anillo de polvo y huesos -. ¿Cree que esto le retendrá?
Singing Rock movió su cabeza.
– No lo creo. De todos modos, no más que unos minutos. Puede apenas darme tiempo para hacerle algunos hechizos, algo que le retenga más tiempo. Pero Misquamacus mismo era uno de los grandes hacedores de círculos. El dibujaba círculos que podían retener a los espíritus más terribles. Este círculo es el más fuerte que yo sea capaz de dibujar, pero él sabrá cómo romperlo sin ningún problema.
– Lo que me preocupa es Karen -dijo Jack Hughes-. Si vamos a tener ahora mismo una gran lucha entre magos en este cuarto, ¿cree que ella podrá sobrevivirla?