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– ¡Lo está rompiendo! – gritó Jack Hughes- ¡Singing Rock, por el amor de Dios!

Singing Rock dio un paso hacia adelante y se paró enfrente de Misquamacus, apenas a un par de pasos del deformado hechicero, y con sólo los rápidamente dispersados polvos del círculo hechizado entre ellos.

Arrojó más polvos a Misquamacus e hizo signos en el aire con sus huesos, pero Misquamacus simplemente se sacudía y se echaba hacia atrás, como si estuviera espantando enanos. Desde Karen Tandy, en la cama, escuchamos una suave y odiosa risa, que moría en un siseo que tenía algo de bufido.

Lo que quedaba del círculo mágico se disolvió y ahora no había nada entre nosotros y el demoníaco Misquamacus. Yo no sabía hasta qué punto quedarme firme o huir, pero sabía que Singing Rock nos necesitaba mucho a todos, para apoyar su brujería, así que me quedé donde estaba, temblando de miedo.

El desnudo Misquamacus se elevó todo lo que pudo sobre sus tullidas piernas y abrió ampliamente sus brazos. Por sus propios labios, con una voz ronca y gutural, salió una larga invocación india, repetitiva y enredada, y luego con una mano huesuda señaló a través del cuarto.

Yo seguí la línea de su dedo. Señalaba el ensangrentado cadáver de Michael, el enfermero.

Singing Rock retrocedió rápidamente.

– ¡Fuera de aquí! ¡Ya! -dijo, y nos empujó fuera del cuarto.

En cuanto estuve en el pasillo vi algo que literalmente me hizo comenzar a castañear los dientes. La ensangrentada pila del cuerpo de Michael se estaba moviendo: las arterlas al aire estaban pulsando, los nervios desnudos se retorcían y los pulmones dados vuelta, como dos balones que se inflaran, respiraban de nuevo.

Por la débil luz naranja del mechero de Wolf vimos los pedazos del cuerpo de Michael levantarse ensangrentadamente. Muy profundo en el sangrante tejido de su rostro invertido, dos ojos acuosos nos miraban, ojos como calamares, de una terrible pesadilla submarina.

Luego, paso tras paso, etéreo, dejando detrás suyo una estela de membrana viscosa, el cuerpo de Michael comenzó a caminar hacia nosotros, ensuciando con sangre todo lo que tocaba.

– Oh, Cristo -dijo Jack Hughes, con su voz desesperada y horrorizada.

Pero Singing Rock no estaba quieto. Buscó en su bolsillo la botella de cuero, la destapó y volcó algo de su contenido sobre la palma de su mano. Con golpes amplios y sacudidos desparramó una señal de líquido mágico en el aire, a través y por encima del tambaleante desastre del cuerpo de Michael.

– Gitche Manitú, quita la vida de esta criatura -murmuró-. Gitche Mamtú, recompensa a este sirviente con la muerte.

El cuerpo de Michael se dobló, cayó de rodillas, con los músculos desnudos resbalándose por sus huesos al descubierto. Finalmente cayó, yaciendo como una pila al lado de la puerta.

Dentro del cuarto, Misquamacus actuaba de nuevo. Ahora no podíamos verle porque la luz de la llama del mechero de Wolf se estaba extinguiendo rápidamente, pero podíamos oírle cantar y hablar y apartar los huesos y el pelo que Singing Rock había usado para armar el círculo hechizado.

– Wolf -dijo Singing Rock -. Tráiganos algunas linternas. Tenemos que poder ver lo que hacemos. Misquamacus puede ver en la oscuridad, y para él así es más fácil invocar sus demonios. ¡Por favor… hágalo cuanto antes!

Wolf me alcanzó su caliente mechero, cuya llama disminuía cada vez más, y corrió hacia los ascensores. Casi no lo logra. Cuando doblaba una esquina hubo un relámpago de un deslumbrante fuego azul y blanco. Lanzó chispas por el suelo, y en mis ojos dejó grabada una imagen naranja.

– ¡Wolf! -llamó Singing Rock -. ¿Está bien?

– ¡Muy bien, señor! – gritó Wolf -. ¡Ahora vuelvo!

– ¿Qué demonios fue eso? -dijo Jack Hughes.

– La-luz-que-ve -dijo Singing Rock-. Eso es lo que mató a sus amigos, Harry. Pensé que Misquamacus iba a tratar de alcanzarlo de esa forma una vez que se alejara de mí, pero lo desvié.

– Con todo, llegó muy cerca -dijo Jack.

– Errar es humano… -comenté. Ahora la luz casi había desaparecido y yo forzaba mis ojos para ver qué sucedía en el cuarto de Karen Tandy. Podía oír movimientos y golpes, pero era imposible darse cuenta exacta de nada.

La oscuridad nos envolvió de nuevo. Mantuvimos cada uno una mano en el hombro del otro, así no nos podían separar. También servía para concentrar fuerzas en los hechizos de Singing Rock cada vez que los hacía. Con una oscuridad completa en nuestros ojos aguzamos los oídos para escuchar el menor sonido.

Después de unos momentos escuchamos a Misquamacus cantando de nuevo.

– ¿Qué hace? -susurró e! doctor Hughes.

– Algo que yo temía -dijo Singing Rock-. Invoca un demonio indio.

– ¿Un demonio? -preguntó Jack.

– No exactamente un demonio en el sentido europeo. Pero un equivalente indio. Uno de los viejos.

– ¿Sabe a cuál está llamando? -dije.

Singing Rock escuchó la ronca y murmurada invocación tan de cerca como pudo.

– No lo sé. Está usando un nombre en el lenguaje de su tribu. Aunque los demonios son los mismos en toda Norteamérica, cada tribu tiene nombres diferentes para ellos. Este es algo llamado Kahala, creo, o K'malah. No estoy seguro.

– ¿Cómo puede combatirlo si no sabe cuál es? -dije. Pude imaginarme la cara marcada y lúgubre de Singing Rock.

– No puedo. Tendré que esperar y ver cuando aparezca.

Manteniéndonos juntos aguardamos que la vieja aparición se manifestara. A través de las tinieblas vimos unos pálidos relumbrones de luz verdosa salir del cuarto de Karen Tandy y espirales de humo pálido.

– ¿El lugar se ha incendiado? -preguntó el doctor Hughes.

– No -dijo Singing Rock -. El manitú se forma de ese humo. Es como el ectoplasma en el espiritismo europeo.

La luz verde desapareció y luego escuchamos más ruidos dentro del cuarto. Hubo sonidos como de garras escamosas rascando el piso y luego escuchamos hablar a Misquamacus. Habló por lo menos durante un par de minutos, y luego, para mi horror, escuché que alguien le respondía. Alguien que hablaba con una voz chirrlante y sobrenatural, gutural y cruel.

– Le está diciendo al demonio que nos destruya -dijo Singing Rock -. Ahora, no importa lo que hagan, no se suelten, y no traten de escapar. Si corren estarán fuera de mi protección y él les alcanzará.

Dos líneas de El viejo marinero de pronto aparecieron en mi mente, sobre el hombre que mira hacia atrás y nunca vuelve a dar la vuelta a la cabeza «porque sabe que un terrible demonio sigue de cerca sus pisadas».

El rasguño de las garras en el piso del cuarto de Karen Tandy comenzó a moverse hacia nosotros. En la oscuridad logré discemir una alta sombra parada en la puerta. Parecía un hombre y, sin embargo, era completamente diferente a un hombre. Me fijé mejor aún y logré ver cosas que parecían garras y escamas.

– ¿Qué es…? -susurró Jack Hughes.

– Es el demonio que llamarnos Lagarto-de-los-árboles- dijo Singing Rock-. Es el manitú diabólico de los bosques, y las selvas, y todos los árboles. Creo que Misquamacus le ha elegido porque sabe que yo vengo de las praderas y que tengo menos control sobre los manitús de los bosques.

El oscuro ser de la puerta comenzó a moverse hacia nosotros, lanzando desde su garganta un delgado silbido como de insecto. Singing Rock le arrojó inmediatamente sus polvos y el líquido e hizo signos con sus huesos mágicos.

Sólo debía haber estado a menos de un metro cuando se detuvo.

– Lo logró -dijo jack -. Lo ha detenido.

– No nos matará porque mi hechizo es muy fuerte para él – dijo Singing Rock casi sin aliento-. Pero se niega a retornar al limbo sin un sacrificio.