– ¿Está armado? -preguntó el detective Narro, un vigilante joven y espantosamente vestido con un traje azul y una camisa azul.
– No con revólveres -dijo Singing Rock -. No necesita estarlo. Sus poderes mágicos son mucho más efectivos que los revólveres. Lo que es más, sus revólveres serán inútiles contra él y potencialmente peligrosos para ustedes mismos. Aunque no pueda convencerlos de otra cosa, déjenme convencerlos de ésta. Por favor, no usen revólveres.
El teniente Marino levantó sus cejas.
– ¿Qué es lo que sugiere que utilicemos como alternativa, arcos y flechas?
Singing Rock frunció el ceño.
– Su humor está un poco fuera de lugar, teniente. Lo que está sucediendo abajo no es nada divertido y necesitará toda la ayuda e información que pueda obtener.
– Bueno -dijo el teniente Marino -, ¿qué está sucediendo allí abajo?
– No es fácil de comprender – dijo Singing Rock-. Ni siquiera yo mismo estoy seguro. Pero así es como lo veo ahora. Misquamacus, el hechicero, está preparando un camino mágico para llamar a los demonios y espíritus pielrojas y traerlos desde el otro lado.
– ¿El otro lado de dónde?
– El otro lado de la existencia física. El mundo de los espíritus. Ya se ha logrado conjurar a la Bestia Estrella, que es el sirviente y mensajero de la Gran Jerarquía de los demonios pielrojas. El señor Erskine, bueno, él vio a la Bestia Estrella con sus propios ojos y casi murió.
El teniente Marino dijo:
– ¿Es eso verdad, señor Erskine?
Yo asentí.
– Es verdad. Lo juro. Mire el estado de mis manos.
El teniente Marino miró las heridas azules por el congelamiento en mis manos y no dijo nada. Singing Rock continuó:
– No es fácil para cualquier hechicero conjurar los seres del más allá. Son impíos, peligrosos y poderosos. La mayoría de los grandes seres de la historia de los indios pielrojas están separados de nosotros por viejas cerraduras y hechizos que se les impusieron antes que el hombre blanco ni siquiera hubiese puesto un pie en este continente. Los hechiceros que los encarcelaron en el mundo espiritual eran maestros de su ciencia, y hoy en día no hay viviente ni un hacedor espiritual de milagros que pueda enfrentárseles. Si Misquamacus los suelta no habrá nadie que pueda mandarlos de vuelta. Ni siquiera estoy seguro que el mismo Misquamacus pueda hacerlo.
El detective Narro parecía confundido. Dijo:
– ¿Esos espíritus… usted quiere decir que están escondidos en el edificio?
Singing Rock movió su cabeza.
– Están alrededor nuestro. En el aire que respiramos. En ios bosques, y las rocas, y los árboles. Todo tiene su manitú, su espíritu. Están los manitúes naturales de los cielos y de la tierra y de las lluvias, y hay manitúes en todo lo que el hombre hace o crea. Toda casa india tiene su manitú; cada arma india tiene su manitú. ¿Por qué algunos arcos disparan derecho y otros torcido? Depende de la fe del hombre que lo sostiene y de la simpatía que tenga por el manitú de esa arma. Por eso es que sus revólveres les pueden resultar peligrosos. Un revólver tiene un manitú, de acuerdo a no importa qué fe y arte se haya puesto en él, pero sus hombres no creen en eso, y los manitúes de sus propias armas pueden volverse fácilmente contra ellos.
El teniente Marino aún estaba escuchando, pero se le vela más y más incrédulo a cada palabra que pronunciaba Singing Rock. El detective Narro trataba de seguir la charla, pero era visible que él creía que Misquamacus era un maníaco criminal con una banda oculta. En la vida del detective Narro, los espíritus y las sombras insustanciales de otros mundos no existían. Deseé que tampoco hubiesen existido en el mío.
Singing Rock dijo:
– Por el camino de salida que Misquamacus está preparando pienso que está invocando al espíritu más terrible de todos: el Gran Viejo.
El teniente Marino dijo:
– ¿El Gran Viejo? ¿Quién es el Gran Viejo?
– Es el equivalente de su Satanás, o Diablo. Gitche Manitú es el gran espíritu de la vida y la creación pielroja, pero el Gran Viejo es su constante enemigo. Hay muchas leyendas sobre el Gran Viejo en los antiguos escritos indios, aunque ninguno de ellos está de acuerdo sobre su apariencia o cómo puede ser invocado. Algunos dicen que parece un enorme escuerzo, del tamaño de varios cerdos, y otros dicen que parece una nube con su rostro compuesto por serpientes.
El teniente Marino resopló.
– Es difícil mandar un aviso policial con esa descripción.
Singing Rock asintió:
– No tendría la oportunidad, teniente. El Gran Viejo es el más perverso y maldito de todos los demonios. He dicho que es como su Satanás; pero en comparación, Satanás es un caballero. El Gran Viejo es un ser de infinita crueldad y malevolencia.
Hubo un largo silencio. Finalmente, el teniente Marino se puso de pie y ajustó su revólver en el cinturón. El detective Narro cerró su anotador y abotonó su chaqueta.
– Gracias por su información y ayuda -dijo el teniente Marino-. Ahora creo que iremos a conseguirnos un homicida.
Singing Rock dijo:
– Teniente… ¿no irá a llevar su revólver?
Marino sonrió simplemente:
– Sus historias sobre demonios y todas esas cosas son muy imaginativas, señor Singing Rock, pero yo debo conducir un escuadrón de homicidios. El hospital nos ha pedido que atrapemos a un paciente loco que ya ha matado a un enfermero y herido un médico, y mi deber es ir y atraparlo. Muerto o vivo, entiéndalo, depende de cómo él decida. ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Mickey qué?
– Misquamacus – corrigió Singing Rock serenamente-. Teniente le estoy advirtiendo…
– No me advierta nada -dijo el teniente Marino-. He servido en este cuerpo durante demasiado tiempo y sé qué hacer frente a situaciones como ésta. No habrá problemas y no habrá barullo. Sólo tengan sus cabezas bajas hasta que haya pasado todo.
Abrió la puerta de la oficina, y la prensa y la gente de TV se agrupó contra nosotros. Singing Rock y yo nos quedamos en medio de ellos, silenciosos y deprimidos y asustados, mientras Marino dio un resumen, en dos minutos, de lo que planeaba hacer.
– Vamos a cerrar todo el piso; luego recorreremos los pasillos con lanzadores de gases lacrimógenos. Vamos a hacerlo sistemáticamente y vamos a lanzarle llamadas regulares a este loco de que si no sale quieto se las va a ver mal. También mando a tres hombres en el ascensor para cortarle la retirada en esa dirección.
Los reporteros escribieron el plan de Marino y luego le bombardearon con más preguntas. Marino levantó sus manos pidiendo silencio.
– Por ahora no voy a decir nada más. Sólo observen cómo lo vamos a atrapar y más tarde conversaremos sobre los hechos. ¿Todo el mundo listo, detective?
– Listos, señor -dijo Narro.
Miramos desalentadamente mientras la escuadra de ocho patrulleros armados iban hacia la escalera y desaparecían detrás de la puerta. El teniente Marino estaba de pie junto al ascensor con un intercomunicador manual, comprobando el momento en que su equipo de choque llegara al décimo piso. Tres hombres, dos oficiales uniformados y el detective Narro, esperaban junto al ascensor, los revólveres prontos, todo listo para el momento de descender allí y comenzar el tiroteo. Después de nueve o diez minutos de inquietante espera hubo una llamada de los hombres de abajo.
– ¿Qué tal vais allí abajo? -dijo el teniente Marino por el intercomunicador.
Hubo una descarga eléctrica, luego una voz dijo:
– Está oscuro. No podemos encender las luces. Necesitaríamos algunos focos.
– ¿Habéis llegado ya al corredor? -preguntó el teniente Marino-. ¿No veis nada?
– Acabamos de cruzar la puerta y estamos listos para abrirnos en abanico y comenzar la búsqueda. Hasta ahora no hay signos de problemas.
El teniente Marino dio la orden al detective Narro y sus dos compañeros uniformados y entraron al ascensor y apretaron el botón del 10. Singing Rock y yo no nos miramos mientras las puertas se cerraron y el indicador señaba 18-17-16-15-14- y más abajo. Se detuvo en el 10.