EL APLANADOR
ENTRE los años de 1840 y de 1864, el Padre de la Luz (que también se llama la Palabra Interior) de-paró al músico y pedagogo Jakob Lorber una serie de prolijas revelaciones sobre la humanidad, la fau-na y la flora de los cuerpos celestes que constitu-yen el sistema solar. Uno de los animales domésticos cuyo conocimiento debemos a esa revelación es el aplanador o apisonador (Bod.endrucker) que presta incalculables servicios en el planeta Miron, que el editor actual de la obra de Lorber identifica con Neptuno.
El aplanador tiene diez veces el tamaño del ele-fante, al que se parece muchísimo. Está provisto de una trompa algo corta y de colmillos largos y rectos; la piel es de un color verde pálido. Las patas son cónicas y muy anchas; las puntas de los conos pa-recen encajarse en el cuerpo. Este plantígrado va aplanando la tierra y precede a los albañiles y cons-tructores. Lo llevan a un terreno quebrado y lo nivela con las patas, con la trompa y con los col-millos.
Se alimenta de hierbas y de raíces y no tiene ene-migos, fuera de algunas variedades de insectos.
ARPÍAS
PARA la Teogonía de Hesíodo, las arpías son divi-nidades aladas, y de larga y suelta cabellera, más veloces que los pájaros y los vientos; para el tercer libro de la Eneida, aves con cara de doncella, garras encorvadas y vientre inmundo, pálidas de hambre que no pueden saciar. Bajan de las montañas y mancillan las mesas de los festines. Son invulnera-bles y fétidas; todo lo devoran, chillando, y todo lo transforman en excrementos. Servio, comentador de Virgilio, escribe que así como Hécate es Proserpina