En el curso de los siglos, el A Bao A Qu ha lle-gado una sola vez a la perfección.
El capitán Burton registra la leyenda del A Bao A Qu en una de las notas de su versión de las Mil y una noches.
LA ANFISBENA
LA "FARSALIA" enumera las verdaderas o imaginarias serpientes que los soldados de Catón afrontaron en los desiertos de Africa; ahí están la parca "que enhiesta como báculo camina" y el yáculo, que viene por el aire como una flecha, y la pesada anfisbena, que lleva dos cabezas. Casi con iguales palabras la describe Plinio, que agrega: "como si una no le bas-tara para descargar su veneno". El Tesoro de Brunetto Latini -la enciclopedia que éste recomendó a su antiguo discipulo en el séptimo circulo del Infierno- es menos sentencioso y más claro: "La anfisbena es serpiente con dos cabezas, la una en su lugar y la otra en la cola; y con las dos puede morder, y corre con ligereza, y sus ojos brillan como candelas." En el siglo XVII, Sir Thomas Browne observó que no hay animal sin abajo, arriba, adelante, atrás, izquierda y derecha, y negó que pudiera existir la anfisbena, en la que ambas extremidades son anteriores. Anfisbena, en griego, quiere decir que va en dos direcciones. En las Antillas y en ciertas regiones de América, el nombre se aplica a un reptil que comúnmente se conoce por doble andadora, por serpiente de dos cabezas y por madre de las hormigas. Se dice que las hormigas la mantienen. También que, si la cortan en dos pedazos, éstos se juntan.
Las virtudes medicinales de la anfisbena ya fueron celebradas por Plinio.
ANIMALES DE LOS ESPEJOS
EN ALGÚN tomo de las Cartas edificantes y curio-sai que aparecieron en París durante la primera mitad del siglo xviii, el P. Zaliinger, de la Compañía de Jesús, proyectó un examen de las ilusiones y errores del vulgo de Cantón; en un censo preliminar anotó que el Pez era un ser fugitivo y resplandeciente que nadie había tocado, pero que muchos pretendían haber visto en el fondo de los espejos. El P. Zallinger murió en 1736 y el trabajo iniciado por su plu-ma quedó inconcluso; ciento cincuenta años después, Herbert Allen Giles tomó la tarea interrumpida.