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Sangre que da vida a los muertos sugiere la eucaristía y la cruz, y así un verso famoso del Paraíso (XXV, 113) llama "nuestro pelícano" a Jesucristo. El comentario latino de Benvenuto de Imola aclara:

"Se dice pelícano porque se abrió el costado para salvarnos, como el pelícano que vivifica a los hijos muertos con la sangre del pecho. El pelícano es ave egipcia."

La imagen del pelícano es habitual en la heráldica eclesiástica y todavía la graban en los copones. El bestiario de Leonardo da Vinci define así al pelícano:

Quiere mucho a sus hijos, y hallándolos en el nido muertos por las serpientes, se desgarra el pecho y, bañándolos con su sangre, los vuelve a la vida.

LA PELUDA DELA FERTE – BERNARD

A ORILLAS del Huisne, arroyo de apariencia tranquila, merodeaba durante la Edad Media la Peluda (La velue). Este animal habría sobrevivido el Diluvio, sin haber sido recogido en el arca. Era del tamaño de un toro; tenía cabeza de serpiente, un cuerpo esférico cubierto de un pelaje verde, armado de aguijones cuya picadura era mortal. Las patas eran anchísimas, semejantes a las de la tortuga; con la cola, en forma de serpiente, podía matar a las personas y a los animales. Cuando se encolerizaba, lanzaba llamas que destruían las cosechas. De noche, saqueaba los establos. Cuando los campesinos la perseguían, se escondía en las aguas del Huisne que hacía desbordar, inundando toda la zona.

Prefería devorar los seres inocentes, las doncellas y los niños. Elegía a la doncella más virtuosa, a la que llamaban la Corderita (L'agnelle). Un día, arrebató a una Corderita y la arrastró desgarrada y ensangrentada al lecho del Huisne. El novio de la víctima cortó con una espada la cola de la Peluda, que era su único lugar vulnerable. El monstruo murio inmediatamente. Lo embalsamaron y festejaron su muerte con tambores, con pífanos y danzas.