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En el sexto libro de la Eneida reaparece " la Quimera armada de llamas"; el comentador Servio Honorato observó que, según todas las autoridades, el monstruo era originario de Licia y que en esa región hay un volcán, que lleva su nombre. La base está infestada de serpientes, en las laderas hay praderas y cabras, la cumbre exhala llamaradas y en ella tienen su guarida los leones; la Quimera sería una metáfora de esa curiosa elevación. Antes, Plutarco había sugerido que Quimera era el nombre de un capitán de aficiones piráticas, que había hecho pintar en su barco un león, una cabra y una culebra.

Estas conjeturas absurdas prueban que la Quimera ya estaba cansando a la gente. Mejor que imagi-narla era traducirla en cualquier otra cosa. Era de-masiado heterogénea; el león, la cabra y la serpiente (en algunos textos, el dragón) se resistían a formar un solo animal. Con el tiempo, la Quimera tiende a ser "lo quimérico"; una broma famosa de Rabelais ("Si una quimera, bamboleándose en el vacío, puede comer segundas intenciones") marca muy bien la transición. La incoherente forma desaparece y la palabra queda, para significar lo imposible. Idea falsa, vana imaginación, es la definición de quimera que ahora da el diccionario.

RÉMORA

RÉMORA, en latín, es demora. Tal es el recto sentido de esa palabra, que figuradamente se aplicó a la echeneis, porque le atribuyeron la facultad de detener los barcos. El proceso se invirtió en español; rémora, en sentido propio, es el pez y, en sentido figurado, el obstáculo. La rémora es un pez de color ceniciento; sobre la cabeza y la nuca tiene una placa oval, cuyas láminas cartilaginosas le sirven para adherirse a los demás cuerpos submarinos, formando con ella el vacío. Plinio declara sus poderes: