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atribuyamos este prodigio a la omnipotencia del Todopoderoso, ruegan que lo demostremos por medio de algún ejemplo. Respondemos a éstos que hay efectivamente algunos animales corruptibles porque son mortales, que, sin embargo, viven en medio del fuego.

A la salamandra y al fénix recurren también los poetas, como encarecimiento retórico. Así, Quevedo, en los sonetos del cuarto libro del Parnaso espaflol, que "canta hazañas del amor y de la hermosura":

Hago verdad la Fénix en la ardiente Llama, en que renaciendo me renuevo, Y la virilidad del fuego pruebo Y que es padre, y que tiene descendiente.
La Salamandra fría, que desmiente Noticia docta, a defender me atrevo, Cuando en incendios, que sediento bebo Mi corazón habita, y no los siente…

Al promediar el siglo XII, circuló por las naciones de Europa una falsa carta, dirigida por el Preste Juan, Rey de Reyes, al emperador bizantino. Esta epístola, que es un catálogo de prodigios, habla de monstruosas hormigas que excavan oro, y de un Río de piedras, y de un Mar de Arena con peces vivos, y de un espejo altísimo que revela cuanto ocurre en cl reino, y de un cetro labrado de una esmeralda, y de guijarros que confieren invisibilidad o alumbran

la noche. Uno de los párrafos dice: "Nuestros dominios dan el gusano llamado salamandra. Las sala-mandras viven en el fuego y hacen capullos, que las señoras de palacio devanan, y usan para tejer telas y vestidos. Para lavar y limpiar estas telas las arrojan al fuego."

De estos lienzos y telas incombustibles que se limpian con fuego, hay mención en Plinio (XIX, 4) y en Marco Polo (XXXIX). Aclara este último: