"La salamandra es una substancia, no un animal." Nadie, al principio, le creyó; las telas, fabricadas de amianto, se vendían como de piel de salamandra y fueron testimonio incontrovertible de que la salamandra existía.
En alguna página de su Vida, Benvenuto Cellini cuenta que, a los cinco años, vio jugar en el fuego a un animalito, parecido a la lagartija. Se lo contó a su padre. este le dijo que el animal era una salamandra y le dio una paliza, para que esa admirable visión, tan pocas veces permitida a los hombres, se le grabara en la memoria.
Las salamandras, en la simbología de la alquimia, son espíritus elementales del fuego. En esta atribu-ción y en un argumento de Aristóteles, que Cicerón ha conservado en el primer libro de su De at ura deorum, se descubre por qué los hombres propendieron a creer en la salamandra. El médico siciliano Empédocles de Agrigento había formulado la teoría de cuatro "raíces de cosas", cuyas desuniones y uniones, movidas por la Discordia y por el Amor, componen la historia universal. No hay muerte; sólo hay partículas de "raíces", que los latinos llamarían elementos, y que se desunen. astas son el fuego, la tierra, el aire y el agua. Son increadas y ninguna es más fuerte que otra. Ahora sabemos (ahora creemos saber) que esta doctrina es falsa, pero los hombres la juzgaron preciosa y generalmente se admite que fue benéfica. "Los cuatro elementos que integran y mantienen el mundo y que aún sobreviven en la poesía y en la imaginación popular tienen una historia larga y gloriosa", ha escrito Theodor Gomperz. Ahora bien, la doctrina exigía una paridad de los cuatro elementos. Si había animales de la tierra y del agua, era preciso que hubiera animales del fuego. Era preciso, para la dignidad de la ciencia, que hubiera salamandras.
En otro artículo veremos cómo,Aristóteles logró animales del aire.
Leonardo da Vinci entiende que la salamandra se alimenta de fuego y que éste le sirve para cambiar la piel.