Выбрать главу

Detrás de ella, Harley respiraba como un caballo sin aliento. Lo que tenía dentro de los pantalones parecía también de caballo. Estiró la mano hacia atrás para ayudarlo a tomar una decisión.

– Está bien, cariño -dijo Harley, tras gemirle en el cuello-, te compraré el ventilador.

– ¿Mañana, Harleyito? -susurró Lula.

– Mañana. Ya se me ocurrirá algo para ir a Atlanta.

Lula no esperaba algo a cambio de nada. Su transformación fue inmediata y excelente. Se dio la vuelta y empezó a quitarle la ropa a Harley mientras le lamía el pecho, lo acariciaba y le hacía retroceder hacia la cocina.

– ¿Qué bocadillo te gusta más, Harleyito?

– El de ternera con mostaza -contestó él, tras tropezar con una pernera del pantalón y soltar una carcajada.

– Mmm… Ternera con mostaza. Te gusta la mostaza, ¿verdad, Harley? -Sabía que le gustaba. Lo sabía todo sobre Harley Overmire y lo utilizaba para sacar el máximo provecho.

– Ya lo creo, y Mae siempre se olvida de ponérmela.

– Ese es el problema de Mae -susurró Lula a la vez que le bajaba los calzoncillos hasta el suelo-. Mae no sabe qué le gusta a un hombre. Pero yo sí.

Harley soltó una risita y pensó que compraría a Lula el ventilador más grande que encontrara en Atlanta.

– ¿Y dónde debería comerse un hombre su bocadillo de ternera con mostaza, Harleyito? -prosiguió Lula sin dejar de acariciarlo, hasta que estuvo tan excitado que parecía un martillo neumático-. ¿En la mesa de la cocina? -sugirió.

«Oh Dios mío -pensó él en ese mismo instante-. Esto promete.»

– Exacto, cielo. Tengo ternera fría para ti en mi refrigerador nuevo, y toda la mostaza que quieras, y voy a servirte las dos cosas en la mesa de la cocina. Después, tú y yo nos meteremos en esa bonita bañera nueva y la llenaremos con agua caliente de mi caldera nueva, le echaremos un poco de jabón líquido y nos sumergiremos entre las burbujas, y cada vez que abras la fiambrera en el aserradero y veas un emparedado de ternera sin mostaza recordarás quién te trata bien, ¿verdad, Harleyito?

Se pasaron cuarenta minutos en la mesa de la cocina, y las cosas que hizo Lula con esa mostaza hubiese hecho que se vendieran millones de botellas de haber tenido el fabricante la imaginación suficiente para sugerirlas.

Después, en su reluciente bañera nueva de porcelana, Lula pasaba los dedos de un pie por el pecho peludo de Harley, que tenía los ojos cerrados y los brazos apoyados en el ancho borde.

– ¿Harley?

– ¿Sí?

– Hoy ha venido un forastero al café.

– Mmm… -No pareció nada interesado.

Pasaron dos minutos en silencio mientras Lula esperaba pacientemente, con los ojos cerrados. Era lo bastante lista como para saber que, si se lo preguntaba, levantaría sus sospechas. Pero Harley estaba completamente equivocado si creía que él se bastaba para apagar su fuego.

– No vienen por aquí demasiados forasteros -murmuró a su debido tiempo, como si estuviera medio dormida.

– ¿Un tipo alto? -preguntó Harley, que había levantado la cabeza-. ¿Enjuto? ¿Con un sombrero de vaquero muy maltrecho?

– Sí, el mismo -respondió en tono soñador, seguido de una risita gutural-. Pero bueno, Harley. ¿Cómo es que lo sabes todo antes de que pueda decírtelo?

Harley soltó una carcajada y recostó la cabeza.

– Todavía no ha nacido quien pueda dársela con queso a Harley Overmire.

– Ha leído el periódico y se ha marchado.

– Seguramente quería ver los anuncios de empleo. Hoy lo he despedido del aserradero.

– ¿Por qué?

– Cumplió cinco años en la cárcel de Huntsville por matar a una puta en un burdel.

Lula se incorporó de repente y, al hacerlo, golpeó el agua con el pie.

– ¡Dios mío, Harley! ¡No puede ser! -Le latía el corazón con fuerza al imaginarse en la misma habitación que un hombre así-. Las mujeres no estaremos a salvo en las calles.

– Eso es lo que le he dicho. Parker, le he dicho, no quiero que haya gente de tu calaña por aquí. Cobra y lárgate.

«Así que se llamaba Parker.»

– Bien hecho, Harley. -Se recostó y le acarició los genitales con el talón del pie. Tenían el cuerpo lustroso bajo el agua llena de burbujas. Lula empezó a excitarse otra vez al tocar a Harley, pero pensaba en el vaquero alto y taciturno que había hablado tan poco y se había mantenido oculto bajo el ala de su sombrero.

«Aguas mansas», pensó, y notó que se le aceleraba el corazón. Acostarse con un hombre así sería de lo más excitante; se lo imaginó con todo lujo de detalles: el peligro, el desafío, el apetito sexual de un hombre que se había pasado cinco años privado de mujeres. Por Dios, sería inolvidable.

– Te apuesto a que sé algo que tú no sabes, Harley. -Le deslizó los dedos de los pies pecho arriba como si fuera un gusano medidor.

– ¿Qué?

– Ha ido a ver a esa chiflada de Eleanor Dinsmore por lo del anuncio que puso.

– ¡Qué! -Overmire se incorporó con tal fuerza que derramó agua fuera de la bañera.

– Lo sé con certeza porque ha pedido el periódico y se ha sentado a leerlo y, a continuación, me ha preguntado cómo llegar al camino de Rock Creek; cuando se lo he dicho se ha marchado en esa dirección. ¿Para qué otra cosa iba a ir allí?

Overmire soltó una sonora carcajada y volvió a recostarse en el agua.

– Espera a que se lo cuente a los muchachos. Madre mía, cómo se van a reír. La chiflada de Elly Dinsmore… ¡Ja, ja, ja, ja!

– Está realmente loca, ¿verdad?

– Como una cabra. Poner un anuncio para pedir marido. Dios mío.

– Por supuesto, ¿qué se podía esperar después de que la tuvieran encerrada en esa casa toda su vida? -comentó Lula con un escalofrío.

– Fui al colegio con su madre, ¿sabes? Claro que eso fue antes de que tuviera a su mocosa y la encerraran.

– ¿En serio? -Lula se incorporó y se asomó fuera de la bañera para recoger una toalla. Se levantó y empezó a secarse. Harley hizo lo mismo.

– Miraba mucho la pared, y dibujaba cosas todo el rato. Una vez dibujó a un hombre desnudo en el estor de una ventana. La maestra no sabía que estaba allí y, cuando lo bajó, toda la clase enloqueció. No se pudo demostrar nunca que hubiera sido Chloe See, pero siempre estaba dibujando, ¿y quién más hubiera estado tan chalado como para hacer algo así?

Harley salió de la bañera y empezó a secarse las piernas. De repente, se detuvo y se miró el interior de los muslos sin pelo.

– Maldita sea, Lula, ¿cómo voy a explicar estas manchas amarillentas a Mae?

Lula examinó las señales, soltó una risita tonta y se volvió hacia el espejo para colocarse bien una de las peinetas que le sujetaban el pelo.

– Dile que tienes ictericia.

Harley soltó una risotada y le dio una palmada en el trasero.

– Eres demasiado, Lula. -De repente, se puso serio-. ¿Seguro que no pasaba nada por hacerlo hoy? Quiero decir que no podrías quedarte embarazada, ¿verdad?

– Es un poco tarde para preguntar eso, ¿no crees, Harley? -replicó Lula, molesta.

– ¡Por Dios, Lula! Confío en que tú me digas si tengo que usar algo.

– ¿Te crees que soy tonta, Harley? -exclamó. Se puso unas gotitas de Evening in Paris tras las orejas y entre los muslos, y dejó la botella con un sonoro golpe.

Siempre le preguntaba lo mismo, como si fuera tan ignorante que no supiera mirar el calendario. Se lo había contestado montones de veces, pero siempre la hacía sentir vacía y enojada. Estaba claro que no era su esposa y no podía tener hijos suyos. Pero ¿quién los hubiera querido? Había visto a sus hijos; eran unos mocosos feos y achaparrados que parecían monos de ojos saltones. Si alguna vez tenía un hijo no sería con él, desde luego. Sería con alguien como ese tal Parker. Con alguien que le diera niños guapos de ojos castaños que las demás mujeres envidiaran.