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Kelby se sentó en el borde de la galería y contempló cómo Pete y Susie se alejaban nadando a toda velocidad y comenzaban a jugar en el mar.

– Casi siempre. Habitualmente vienen al atardecer. Les gusta darme las buenas noches.

– ¿Cómo los identifica en el agua? ¿O debo decir cómo los identificaría yo? Al parecer, usted tiene un sentido adicional.

– Pete es más grande y tiene en el hocico unas manchas grises más oscuras. Susie tiene una V en el centro de la aleta dorsal. ¿Dónde está Cal?

– Lo envié a Tobago a por provisiones y a recibir a Nicholas. Volverán mañana.

– ¿Nicholas Lyons viene hacia aquí?

– No, a no ser que usted lo diga. La isla es suya. Él puede quedarse en Tobago. Solo lo quería cerca.

– Puede venir. No me importa.

– Eso no fue lo que dijo Cal. Según él, esta isla es muy privada.

– Así es como me gusta. Pero a veces debo hacer caso omiso a lo que me gusta o no. Quizá lo necesite.

– ¿De veras?

– Buenas noches, tíos -le gritó ella a los delfines -. Os veré por la mañana.

Los delfines emitieron una serie de cloqueos y al momento desaparecieron bajo la superficie.

– No volverán, a no ser que los llame.

– ¿Por qué los llama «tíos» si Susie es hembra?

– Cuando los vi por primera vez, no me dejaron aproximarme lo suficiente para determinar cuál era su sexo. Están diseñados para la velocidad y sus genitales están fuera de la vista hasta que tienen que usarlos. Alguna que otra vez los llamo así. – Melis se puso de pie-. He preparado café. Voy a buscar unas tazas y la cafetera.

– Voy con usted.

– No, quédese aquí.

No quería que él la acompañara. Necesitaba estar sola unos minutos. Dios, no quería hacer aquello. Pero lo que ella quisiera o no carecía de importancia. Había tomado una decisión y debía mantenerla.

Cuando regresó, él estaba de pie mirando al crepúsculo.

– ¡Qué belleza! No me sorprende que no quiera abandonar este sitio.

– En el mundo hay muchos lugares hermosos. -Melis dejó la bandeja sobre la mesa-. Y probablemente usted conozca la mayoría.

– Lo he intentado-. Kelby sirvió el café y llevó su taza hasta el borde de la galería-. Pero a veces lo hermoso se vuelve horroroso. Depende de lo que ocurra. Espero que eso no le ocurra nunca a este lugar.

– Ésa es la razón por la que le pedí a Phil que instalara lo necesario para proteger la isla.

– Cal me dijo que usted puede aumentar la tensión en esa red hasta un nivel letal. -Hizo una pausa-. Y que lo instaló antes de que todo esto comenzara. Es obvio que no tiene mucha confianza en las fuerzas del orden.

– Habitualmente los guardacostas aparecen después de un crimen. Si uno quiere mantener su independencia sólo puede confiar en sí mismo, eso es lo que he aprendido. -Lo miró a los ojos -. ¿No lo cree?

– Sí. -Kelby se llevó la taza a los labios -. No la estaba criticando. Sólo era un comentario. -Se volvió para mirarla-. Bien, hemos discutido la belleza del entorno, la seguridad y la independencia. ¿Va a decirme ahora por qué estoy aquí?

– Pues porque voy a darle lo que quiere. Lo que todos quieren. – Hizo una pausa-. Marinth.

Kelby se puso tenso.

– ¿Qué?

– Ya me ha oído. La ciudad antigua, la fortaleza, el cofre del tesoro. El gran premio. -Los labios de la chica se torcieron en un gesto de amargura-. El trofeo por el cual Phil y Carolyn dieron sus vidas.

– ¿Sabe dónde está Marinth?

– Conozco su ubicación aproximada. Está en las Islas Canarias. Hay obstáculos. No va a ser algo fácil. Pero puedo encontrarla.

– ¿Cómo?

– No se lo pienso decir. Es importante que siga necesitándome. -Porque no confía en mí.

– Cuando se trata de Marinth, no confío en nadie. Viví muchos años con Phil y siempre soñaba con encontrar Marinth. Me leyó las leyendas y me habló de las expediciones que habían partido en busca de la ciudad perdida. Hasta bautizó su barco como Ultimo hogar porque Hepsut se refirió a Marinth con esas palabras en la pared de su tumba. Phil no sentía la misma emoción con respecto a la Atlántida. Estaba seguro de que Marinth era un hito superior de desarrollo tecnológico y cultural. Pasó la mitad de su vida siguiendo pistas falsas para hallar la ciudad. -Hizo una pausa-. Y entonces, hace seis años, creyó haber descubierto su localización. Quería que todo fuera un gran secreto para que no aparecieran otros oceanógrafos. Dejó a la tripulación en Atenas y me llevó al sitio.

– ¿Y lo había encontrado?

– Había descubierto una manera de encontrarlo. Y la prueba de que existía. Estaba loco de alegría. – ¿Y por qué no fue al lugar?

– Hubo un problema. Necesitaba mi ayuda y yo se la negué. – ¿Por qué?

– Si quería encontrar la ciudad, que lo hiciera solo. Quizá hay sitios que deben permanecer enterrados en el océano.

– Pero ahora está dispuesta a colaborar.

– Porque es el precio que tengo que pagar. Usted quiere Marinth, igual que Phil.

– ¿Y qué quiere usted?

– Quiero a los hombres que mataron a Carolyn y a Phil. Quiero que sean castigados.

– ¿Los quiere muertos?

– 

Carolyn yaciendo sobre aquella mesa metálica.

– Oh, sí.

– ¿Y no cree que la ley pueda atraparlos?

– No puedo correr el riesgo. Y es posible que pase demasiado tiempo si intento atraparlos yo sola. No tengo dinero ni influencias. La isla es lo único que poseo en el mundo. Usted es mi oportunidad. Tiene tanto dinero como el rey Midas. Sus antecedentes en los SEAL le han enseñado a matar. Ahora tiene un motivo. Acabo de ofrecérselo.

– Pero antes de recibir mi recompensa tengo que darle lo que quiere.

– No soy tonta, Kelby.

– Y yo tampoco. Usted no ayudó a Lontana a encontrar Marinth a pesar de que le tenía cariño. ¿Por qué debo creer que me llevará allí por las buenas?

– No va a creerlo pero está obsesionado como Phil, así que se arriesgará a ver si cumplo mi parte del trato.

– ¿Está segura de eso? -Bastante segura.

– Déme una prueba de que sabe dónde está Marinth. -Aquí no cuento con ninguna prueba que pueda mostrarle. Tendrá que confiar en mí.

– Si no la tiene aquí, ¿dónde entonces? -Cerca de Las Palmas.

– Eso no es muy exacto. ¿Por qué no volamos allí y me lo enseña?

– Si le muestro la prueba, usted podría llegar a la conclusión de que no me necesita.

– Entonces tendría que confiar en mí, ¿no es verdad? -Kelby negó con la cabeza-. Tenemos un empate. Equipar un barco para una expedición de este tipo puede resultar muy caro. Se supone que yo debo gastar todo ese dinero con la esperanza de que me diga la verdad, ¿no? Wilson no aprobaría que siguiera adelante sin pistas.

– ¿Por qué discute? – Melis frunció el ceño -. Eso es lo que quiere de mí desde el momento en que me conoció. Ahora se lo estoy poniendo en las manos.

– Me está diciendo que lo va a poner en mis manos. ¿Sabe cuántas veces a lo largo de mi vida he confiado en personas que después me han pateado el trasero? Hace mucho juré que eso no me volvería a ocurrir. Muéstreme por qué debo pensar que usted es diferente. No veo ningún indicio, ninguna prueba. -Hizo una pausa por un instante-. Lo pensaré.

Melis sintió una sacudida de pánico. No había esperado que él vacilara. Phil no lo hubiera hecho. Todo, lo que fuera, por el sueño.

– ¿Qué más quiere?

– He dicho que lo pensaría.

– No, yo necesito que usted lo haga. Carolyn era… No puedo dejar que se vayan de rositas después de lo… -Respiró profundamente-. ¿Qué quiere de mí? Haré lo que sea. ¿Quiere que me acueste con usted? Lo haré. Es algo tentador, ¿no? Lo que sea para asegurar que…