El teléfono seguía sonando cuando salió casi a la carrera del dormitorio a la galería.
Quedó de pie ante las grandes puertas de cristales y respiró profundamente el aire cálido y húmedo. No prestar atención al teléfono. Mientras estuviera aquí, en la isla, él no podría tocarla. Ella estaba a salvo.
Melis se mentía a sí misma. Nunca estaría a salvo. No mientras existieran en el mundo hombres como Archer. Siempre habría riesgos y momentos de terror como ése. Ella tendría que aceptarlo y afrontarlo, como le había enseñado Carolyn. Ella tendría que encontrar la fuerza en su interior. Era la única…
– ¿Va a nadar otra vez con sus delfines?
Melis se puso tensa y se volvió. Kelby atravesaba la galería y se dirigía hacia ella.
– No.
– Qué sorpresa. Esa parece ser la ruta de escape número uno. -La mirada del hombre la sobrepasó y se dirigió al dormitorio-. Su teléfono está sonando. ¿Va a cogerlo?
– No. Se trata de Archer. Ya he hablado con él.
– ¿Quiere que le responda yo? -Los labios de Kelby se endurecieron-. Le aseguro que se sentirá encantada.
– No tiene sentido. -Melis cerró las puertas de cristales para amortiguar el sonido -. Es a mí a quien quiere hacer daño.
– Bueno, y se ve que lo está logrando. La está haciendo pasar por la exprimidora.
– Sobreviviré a eso.
Melis cruzó los brazos con fuerza sobre el pecho. Quería que el sonido del timbre cesara. Debería entrar y bajar el volumen. No, porque así no sabría en qué momento Archer se habría rendido. Se imaginaba cómo el teléfono sonaba y sonaba sin parar…
– ¿Qué piensa obtener mediante el hostigamiento? -Quiere volverme loca. Cree que le daré las tablillas si logra agobiarme lo suficiente -explicó de un tirón-. Quiere roerme hasta que me desangre y muera. Como a Carolyn. Ella murió desangrada. Pero no voy a dejar que me lo haga. No volveré a estar indefensa. Eso es lo que él quiere. Eso es lo que todos quieren. No me volveré loca y no…
– Cállese, por Dios. -Los brazos del hombre se cerraron en torno a ella-. Y no se ponga tan tensa, no voy a hacerle daño. Se trata de que no resisto verla así. Es como contemplar cómo crucifican a alguien.
– Estoy bien. Él no me ha hecho daño. No voy a dejar que me haga daño.
– Cómo que no le ha hecho daño. -La mano de Kelby se levantó y le sostuvo la cabeza por detrás, mientras la acunaba-. Shhh, todo estará bien. Está segura. No permitiré que le pase nada.
– No es su responsabilidad. Tengo que afrontarlo. Carolyn dijo que tenía que afrontarlo.
– ¿Afrontar qué?
– A Kafas.
– ¿Qué cosa es Kafas?
– La jaula. La jaula dorada. Él lo sabe. Por eso me mandó aquella jaula de pájaros. Lo sabe todo sobre mí. Siento sus dedos sucios en mi alma. Aunque él preferiría ponerlos sobre mi cuerpo. Es uno de ellos. Estoy segura. Siempre puedo decir cuándo…
– Melis, está fuera de sí. Va a lamentar…
– ¡No! No he perdido el control. Estoy bien.
– Dios, no he dicho que estuviera perdiendo la chaveta. -La apartó un poco y la miró-. Tiene todo el derecho a estar alterada. Lo que quería decir es que no quería oír nada que después lamentara haberme dicho. No quiero que vaya a opinar de mí lo mismo que opina de ese cabrón de Archer.
– Usted no es como él. De eso estoy segura. Si usted fuera como él, yo no podría soportar que me tocara. ¿Y por qué iba a contarle nada? No es asunto suyo. -Dio un paso atrás -. Lo siento, sé que no tenía mala intención. Yo… tengo que acostumbrarme a ello. Fue como un golpe, me hizo dar vueltas en redondo.
– Todavía está en buena forma. -Kelby desvió la vista-. Archer cree saber algo sobre su pasado que podría herirla. ¿Tiene la posibilidad de chantajearla?
Hubo una nota en su voz que sorprendió a Melis.
– ¿Qué haría si le digo que sí?
– Podría cancelar el trato y perseguir a Archer gratuitamente. -La sonrisa de Kelby era fría-. Odio a los chantajistas.
Ella lo miró sorprendida.
– No puede chantajearme. Hace mucho tiempo que dejó de preocuparme lo que podía pensar el mundo de mí.
– Lástima, tenía verdaderos deseos de romperle el cuello a alguien. – Las miradas se cruzaron-. Y no me diga ahora que es la típica reacción masculina. No estoy de humor para oírlo.
– No iba a decir eso. Estoy con usted en lo de romperle el cuello a Archer. Siempre que no llegue yo primero. -Melis se humedeció los labios-. Él sabe de usted. Cree que somos amantes. Quizá intente llegar a mí a través de usted. Parece creer que a usted le molestará saber lo de Kafas.
– Como no somos amantes, Archer se equivoca.
– Sí, y no me importa lo que piense él, lo que piense usted. No me importa.
– Entonces, lo que más quisiera es que dejara de temblar. -Ahora. -Ella comenzó a volverse-. Siento mucho haberlo preocupado. No lo molestaré…
– Por Dios, ésa no fue mi intención.
– Es mi problema. Tengo que afrontarlo. -Aspiró profundamente. – Pero podría haber algo de bueno en toda la porquería que me lanza. Si logro convencerlo de que está a punto de destrozarme, quizá podamos darle vuelta a la partida.
– ¿Y quiere que yo la ayude a montar la trampa?
– Sí, ahora podría resultar más fácil. Ahora tendrá ganas de hablar conmigo. -Melis sonrió sin alegría -. Quiere ser mi nuevo amigo. Se relame de ganas.
– Por Dios, no me diga que va a escuchar toda esa porquería y dejar que él la vuelva a herir.
– Pues sí, siempre que crea que tiene una oportunidad de hacer que salte por la borda. Ahora soy la que tiene la mano. Pero no puedo atacarlo enseguida o se volverá suspicaz. Tendré que esperar a que crea que ha ganado.
– Si usted puede soportarlo. -La mirada de Kelby se dirigió hacia las puertas de cristal que conducían al dormitorio de ella -. En este momento no parece estar muy bien.
– Tengo que acostumbrarme a ello. Es… duro.
– ¿De veras? ¡Qué sorpresa! -De nuevo la voz del hombre se endureció -. Debe ser algo así como cuando a uno lo arrastran y lo desmembran. Pero estoy seguro de que se acostumbrará perfectamente a eso. Podrá asimilarlo.
– Sí, lo haré. -Los labios de ella se tensaron-. Pero el hecho de que usted se enoje y se ponga sarcástico no me ayuda.
– Por el momento es mi única arma -dijo Kelby con brusquedad-. ¿Qué demonios esperaba? Me siento impotente, y cuando me siento así pierdo los estribos. -Comenzó a alejarse de ella y unos pasos más allá la miró por encima del hombro -. Pero hágame un favor, maldita sea. No responda esta noche a su llamada. Eso sería demasiado para mí.
Ella guardó silencio por un instante.
– Bien, no voy a responder. ¿Quién sabe? Eso podría hacer que mañana estuviera más ansioso por hablar conmigo.
Kelby masculló un taco antes de desaparecer dentro de la casa.
Se había marchado pero ella percibía aún una tensión, explosiva y persistente, que era como el olor acre del relámpago después de golpear. La respuesta de Kelby la había agotado casi tanto como la llamada de Archer.
¿Sonaba de nuevo el teléfono?
Melis suspiró profundamente y abrió las puertas de cristal. El teléfono callaba, pero pronto comenzaría de nuevo. Archer todavía la consideraba una víctima. Quería ponerla de rodillas, utilizarla, destruir todo lo que ella había logrado erigir sobre las ruinas de su vida. Usaría todas las armas que la hoja clínica y las cintas le habían dado.
Ella no se lo permitiría. Tenía la fuerza suficiente para combatirlo y vencer. Melis oiría su basura y le dejaría pensar que la estaba destrozando.
Entonces, cuando llegara el momento, lo destrozaría.
Lyons silbó por lo bajo cuando Kelby entró en el salón.
– Pareces un poco molesto. ¿Tiene relación con Melis y la jaula de pájaros?