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A la mañana siguiente, cuando Nicholas Lyons entró en la cocina, Melis estaba sentada a la mesa tomando café.

– ¡Ah, eso es lo que necesito! ¿Puedo? -Tú mismo.

– Cómo no. -Se sirvió una taza y tomó asiento frente a ella -, Kelby se ha marchado a Tobago con la intención de encontrar dos tanques adecuados para tus amigos parientes de Flipper. Me pidió que te lo dijera.

– Se mueve de prisa.

– Siempre. Tienes el pelo mojado. ¿Has estado nadando con Pete y Susie?

Melis asintió.

– Lo hago todas las mañanas. Son buena compañía. -Algunas personas no entenderían ese concepto. Pero como soy un chamán, no tengo problemas con la interacción entre espíritus humanos y de animales. Quizá en otra vida fuiste un delfín. Ella sonrió.

– Lo dudo. Me impaciento mucho cuando no entienden lo que les pido.

– Pero te dan lo que necesitas, ¿no es verdad? -Se llevó la taza a. los labios -. Concitan tu interés, te divierten y evitan que te encuentres sola. Eso es importante para una persona solitaria como tú.

Ella se reclinó en su silla.

– ¿Crees que soy una persona solitaria?

– Por supuesto. Tienes una muralla a tu alrededor de un kilómetro de espesor. Nadie puede entrar. Excepto, quizá, tu amiga Carolyn.

– Me consideras una persona muy fría. Lyons negó con la cabeza.

– Eres bondadosa con los delfines; eres atenta con Cal. Por lo que me contó, Lontana no era una persona con la que resultaba fácil convivir. Cuando murió Carolyn Muían quedaste destrozada. No eres fría, sólo cautelosa.

– No puedo expresarte cuan feliz me hace que hayas llegado a esa conclusión. No tenía idea de que me habías puesto bajo el microscopio desde que llegaste aquí.

– Soy un estudioso de la humanidad y tú eres muy interesante.

Los ojos de la chica se achinaron. De nuevo percibía claramente los tonos complicados del carácter de aquel hombre. ¿Qué había tras aquella sonrisa, en apariencia franca y abierta?

– Tú también. ¿Por qué vienes con nosotros? ¿Se trata de Marinth?

Lyons negó con la cabeza.

– Me gusta el dinero y me gusta Kelby. Y todo esto promete suficientes fuegos artificiales, por lo que creo que quizá sea como en los viejos tiempos. Como tú, soy un solitario y no dejo que se me acerque mucha gente.

– ¿Fuegos artificiales? Estuviste en los SEAL con Kelby, ¿no es verdad?

El hombre asintió.

– Y después anduvimos unos años vagabundeando por el mundo. Más tarde nos separamos y cada uno siguió su camino.

– Teniendo en cuenta sus antecedentes, no es fácil imaginar a Kelby en los SEAL. -Echó un vistazo al café que le quedaba en la taza -. Todo lo que he leído sobre él lo pinta como un indisciplinado. ¿Era competente?

Lyons se mantuvo en silencio unos segundos.

– Es una pregunta complicada.

– ¿De veras?

– Vamos a ver, déjame utilizar mis facultades de chamán para ver qué se oculta tras esa pregunta. Archer es un hombre muy peligroso. ¿Quieres saber si Kelby puede traerte la cabeza de ese canalla en una bandeja?

– Sí, se trata más o menos de eso -asintió ella.

– Me encantan las mujeres que no dan rodeos. -Lyons la miró, estudiándola -. ¿Qué opinión tienes de Kelby?

– Que es duro. ¿Lo suficiente?

– ¿Cuan duro crees que fue el entrenamiento básico de los SEAL para Kelby? Se supone que debe ser igual para todos, pero él era un niño rico, los medios lo rondaban continuamente. Hay muchísimas maneras de que los reclutas le hagan la vida imposible a otro, y con Kelby las emplearon todas.

– ¿Tú también?

– Por supuesto. Puedo ser tan sádico como cualquier otra persona. Quizá más. Siempre he creído en las pruebas. Probarse a sí mismo, probar a los demás. Es la única manera de salir adelante en la partida. Uno levanta la barrera y salta. Si fallas, te quitas del camino y dejas que otro lo intente. Y si uno sale golpeado, no se queja. Es la supervivencia del más apto.

– Es una filosofía demasiado brutal.

– Quizá sea mi legado de nativo americano. O podría ser la mentalidad de chico de los suburbios. Sea lo que sea, a mí me funciona.

– Te sientes orgulloso de tu legado indio, ¿no es verdad?

– Si uno no está orgulloso de lo que es, entonces tiene un problema. – Sonrió -. Yo hago bromas al respecto, pero puedo verme a mí mismo en los viejos tiempos, acechando, siguiendo una huella. La caza siempre me excita. Quizá ésa fue la razón por la que me convertí en un SEAL. -Se encogió de hombros -. De todos modos, en aquellos días del entrenamiento básico a Kelby le castigaron mucho y no dio un solo paso atrás. Era terco como el demonio. -Sonrió con picardía -. Y después nos la cobró a todos.

– Eso indica que tiene una gran capacidad de aguante.

– ¿Aguante? -La sonrisa de Lyons desapareció -. Podrías llagarlo así. ¿Quieres oír hablar de capacidad de aguante? Estábamos dentro de Irak, en una misión durante la guerra del Golfo y el reconocimiento aéreo había localizado una pequeña instalación subterránea de guerra biológica, al norte del país. Enviaron en secreto a nuestro equipo a destruirla. No querían dar lugar a que la opinión pública desaprobara la guerra si se daba la noticia de que las tropas podrían tener que enfrentarse a un ataque bacteriológico. Todo funcionó mal desde el principio. Volamos la instalación pero tuvimos dos muertos. A Kelby y a mí nos capturaron unos tribeños locales antes de que pudiéramos llegar donde estaba el helicóptero.

»En aquella época aún mentían en lo referente a la producción de agentes biológicos, así que nos encerraron en una minúscula cárcel en el desierto y enviaron a Saddam el mensaje de que habían capturado a dos SEAL americanos. Saddam les respondió que quería que confesaran y que repudiaran el esfuerzo bélico de Estados Unidos. No sé por qué eligieron ablandar primero a Kelby y no a mí. Quizá descubrieron sus antecedentes y quisieron mostrar la debilidad de los magnates capitalistas.

– ¿Lo torturaron?

– Salvajemente. Durante tres días. No le dieron alimentos ni agua y lo tuvieron la mayor parte del tiempo encerrado en una caja caliente. Cuando lo trajeron de vuelta a la celda tenía dos costillas rotas y estaba cubierto de heridas. Pero no se doblegó. Como dije, es demasiado terco. No creí que pudiera sobrevivir a una fuga, pero lo hizo y mató a dos guardianes. Nos escondimos, atravesamos las montañas y pasamos la frontera. No pudimos llamar por radio a un helicóptero hasta cinco días después de la fuga. -Sonrió con un gesto torcido -. Sí, diría que tiene bastante capacidad de aguante. Y no quisiera estar en el pellejo de Archer, con Kelby siguiéndole la pista. ¿Eso es lo que querías saber?

Era mucho más de lo que ella hubiera querido saber. No le gustaba pensar en Kelby como en una víctima, ni siquiera una que había superado todos los obstáculos. La imagen mental de Kelby en aquella celda, lacerado y dolorido, era demasiado estremecedora.

– Sí, eso era lo que quería saber. -Se sirvió otra taza de café-.Gracias.

– De nada. -Empujó su silla, apartándose de la mesa-. ¿Qué vamos a hacer esta mañana?

– ¿Nosotros?

– Kelby dice que no te pierda de vista hasta su regreso. -No lo necesito. Estoy segura en la isla.

– Haré que estés doblemente segura. ¿Vamos a jugar en el agua con los delfines?

– ¿A jugar? -Ella inclinó la cabeza, sopesando la idea-. No era ésa mi intención, pero ¿por qué no? Ponte el bañador. Pete y Susie estarán encantados de jugar contigo. -Sonrió con picardía-. Pregúntale a Cal.

– Archer estuvo en Tobago -dijo Kelby en tono cortante cuando Nicholas respondió el teléfono cuatro horas más tarde-. En la Torre Bramley. Ya se ha marchado.

– ¿Ha abandonado a su gente?