– Pues sí, demonios. Cobb era el que vigilaba y me dijo que Pennig estaba nervioso porque tú habías salido de la isla en dirección a Tobago. Es obvio que la noticia inquietó a Archer y por eso se ha largado.
– ¿Sabemos a dónde?
– A Cobb lo contrataron en Miami. Llamé al detective Halley a Nassau para ver si él podía ponerle seguimiento a Archer en Miami. Y le dije que viniera a recoger a Cobb y a Dansk, su compinche.
– ¿Cobb no sabía dónde se podría localizar a Archer?
– Si Cobb lo hubiera sabido, me lo habría dicho, créeme. -No tengo la menor duda -repuso Nicholas -. Sólo me sorprende que hayas decidido entregarle esos tipos a Halley.
– Cobb es un peón. Logré sacarle lo que quería de él. Ve, recoge a Dansk y entrégaselo a Halley en el aeropuerto.
– ¿Por fin delegas algo? Me imagino que no podré divertirme como tú.
– Dansk tampoco sabe nada. Gastarías tu tiempo en vano. Sólo dáselo a Halley. Puedes salir ahora mismo, estoy de camino a la isla.
– Me encanta oír eso. Tu Melis tiene un sentido del humor muy malicioso. Me dejó metido en un jueguito acuático con los delfines que ultrajó mi dignidad.
– No es mi Melis, y todo el que pueda jugarte una broma, humano o animal, cuenta con mis simpatías. Llámame si tienes algún Problema con Dansk.
CAPÍTULO 9
– ¿Ha ido todo bien hoy? -le preguntó Melis a Kelby-. Parece tenso.
– No estoy tenso.
– ¿Ha podido conseguir los tanques?
– ¿Los tanques? Ah, sí, ya me he ocupado de eso. -Se volvió para mirarla-. ¿Quiere café?
– Ahora mismo no. El sol se va a poner. Los chicos vendrán a darme las buenas noches.
– Creo que me prepararé una taza.
Ella lo contempló mientras caminaba hacia la casa. Si Kelby no estaba tenso, sin duda tenía los nervios a flor de piel. Había regresado después de la comida cargado de energía. Pero ella no lo conocía bien. Quizá cuando estaba en acción, ése era su estado natural.
Pero ella se dio cuenta de que aquello no la hacía sentirse incómoda. Se estaba habituando a él e incluso había surgido algo parecido a la confianza.
El teléfono que reposaba sobre la mesa comenzó a sonar.
Melis se puso tensa y respondió sin prisa.
– ¿Por qué no me llamaste para decirme que habían matado a Lontana?
– ¿Kemal? -La inundó una sensación de alivio -. Me encanta oír tu voz.
– Lo único que tienes que hacer es levantar el teléfono. Tú eres la que te has alejado. Yo siempre estoy aquí, a tu disposición.
– Lo sé. – Melis cerró los ojos y casi logró visualizar los ojos picaros de su amigo y aquella sonrisa franca que había dado calor a su corazón cuando ella pensaba que estaría gélido y árido para siempre-. ¿Cómo está Marissa?
– Estupendamente. -Vaciló un instante-. Quiere tener un niño.
– Serás un padre de primera.
– Es verdad. Pero eso sólo le haría la vida más difícil. Y no quiero. Esperaremos. Aunque no te llamo por eso. Apenas hoy me he enterado de lo de Lontana. ¿Cómo estás? ¿Necesitas que vaya?
– No.
– Sabía que ésa sería tu respuesta. Melis, déjame ayudarte. -No necesito ayuda. ¿Cómo te enteraste de lo de Phil?
– ¿Pensaste que no me mantendría al tanto de vosotros? Yo no soy así por naturaleza.
No, por naturaleza él protegía a todos los que quería, los rodeaba de calor y cariño. Gracias a Dios que no se había enterado de lo de Carolyn.
– Al principio fue duro pero lo he aceptado. Sería una tontería que vinieras a rescatarme cuando no lo necesito. Pero gracias por llamar.
– Entre nosotros no tenemos que darnos las gracias. Somos de la misma carnada. -Hizo una pausa-. Ven a San Francisco.
– Estoy bien aquí.
– ¿Necesitas dinero?
– No.
Kemal suspiró.
– No me apartes, Melis. Eso me hiere. Y ella no iba a herirlo de ninguna manera. -De veras que no necesito nada, Kemal. Cuida a Marissa. Estoy acostumbrada a estar sola. Eso no me molesta.
– Claro que te molesta. No me mientas. Hace demasiado tiempo que nos conocemos. Nunca has aprendido a abrirte y dejar que la gente se te acerque.
– Salvo tú.
– Yo no cuento. Pero tu amiga Carolyn, sí. ¿Cómo está?
– Hace tiempo que no la veo -dijo Melis, precavida.
– Bien, al menos intenta mantenerte en contacto con ella. -El tono de Kemal se hizo más ligero-. O ven aquí y déjame seguir trabajando contigo. Siempre has sido una de mis obras maestras inconclusas.
– Y eso me hace más exclusiva todavía. No te preocupes por tía.
– Eso es imposible.
– Iré si te necesito. Adiós, Kemal. Dale un beso a Marissa de mi parte.
Al otro lado del teléfono hubo un momento de silencio.
– Siempre pienso en ti con amor. Acuérdate de eso, Melis. -Yo también te quiero, Kemal -susurró ella y colgó.
Los ojos le ardían al mirar el teléfono. La voz del hombre había traído a su mente muchos recuerdos amargos, pero por nada del mundo se hubiera perdido aquella llamada.
– Melis.
Levantó la vista para encontrar a Kelby de pie en el umbral con una bandeja en la que había una jarra de café y dos tazas. Tragó en seco para aliviar la tensión que le oprimía la garganta.
– Qué rápido. Creo que ahora me vendría bien una taza de café. -No he sido rápido. Llevo aquí parado cinco minutos. -Se le acercó y colocó la bandeja sobre la mesa con un sonido retumbante-. ¿Archer?
Ella negó con la cabeza.
– No me mienta -dijo bruscamente-. La ha destrozado.
– No estoy mintiendo. -Melis calló unos segundos -. Se trataba de Kemal, un viejo amigo.
– ¿Y por eso parece que va a…? ¿Quién demonios es él? -Ya le dije que es mi amigo. No, es más que eso. Es mi salvador. Me sacó de Kafas. ¿Sabe lo que significa eso para mí?
– No, y no estoy seguro de que quiera saberlo.
– ¿Por qué no? -Melis puso una sonrisa torcida-. ¿No siente curiosidad?
– Claro que sí. -Kelby se quedó un momento en silencio -. He pensado en ello. Pero no quiero saber tanto como para que me acusen de manchar el alma de nadie. Eso es algo muy serio.
– Dios mío, ¿he dicho semejante cosa? Qué melodramático. – Inspiró profundamente -. Esto es diferente. No va a robarme nada. No me importa que sepa lo de Kafas. Carolyn me dijo una vez que sólo los culpables debían sentir vergüenza. Me niego a sentirme avergonzada. De todos modos, en cualquier momento Archer lo llamará y dejará caer un poco de veneno en su oído.
– Para usted no es suficiente que no le importe. ¿Quiere contármelo?
Melis se dio cuenta de que quería contárselo a alguien. La conversación con Kemal había hecho aflorar a primer plano demasiados recuerdos. Se asfixiaba con ellos y ya no tenía a Carolyn para ayudarla a liberarse.
– Sí… creo que sí. Kelby apartó la vista. -Bien. Cuénteme sobre Kafas.
– Quiere decir jaula dorada. Era algo así como un club especial en Estambul. -Melis se puso de pie y caminó hasta el borde de la galería-. Y allí había un sitio aún más especiaclass="underline" el harén. Sofás de terciopelo. Paneles calados como encajes, de color dorado. Era muy lujoso porque los clientes eran gente importante o muy rica. Se trataba de un burdel que satisfacía todo tipo de apetitos sexuales. Estuve recluida allí durante dieciséis meses.
– ¿Qué?
– Me parecieron dieciséis años. Los niños viven tanto en el presente que no pueden imaginar que la vida cambia. Por eso, si viven en el infierno, creen que eso será para siempre.
– ¿Niños? -repitió Kelby lentamente.
– Cuando me vendieron al harén yo tenía diez años. Cuando escapé, tenía once.
– Por dios. ¿La vendieron? ¿Cómo?
– El negocio habitual en la trata de blancas. Mis padres murieron en un accidente de tráfico cuando yo apenas gateaba. No tenía otros parientes, por lo que me llevaron a un orfanato en Londres. Era un lugar bastante bueno, pero por desgracia el administrador necesitaba dinero para pagar sus deudas de juego. Y periódicamente declaraba fugitivo a alguno de los niños. Terminaban en Estambul -No pienses. Limítate a pronunciar las palabras. Cuéntalo hasta el final-. Por supuesto, para conseguir el dinero que necesitaba los niños tenían que ser de un tipo especial. Ellos pensaron que yo era perfecta. Rubia, con la piel fresca de los niños, yo tenía además una cualidad que apreciaban mucho. Yo parecía… rompible. Eso era importante. A los pedófilos les encanta devorar niños frágiles. Los hace sentirse más poderosos. El propietario del burdel pensó que cuando tuviera más edad sería un buen plato para los clientes habituales. Y me convertí en un buen premio.