– ¿Cómo se siente al respecto?
– ¿Qué quiere decir?
– Ahora parecen estar inmersos en una infancia jubilosa. Las cosas van a cambiar.
– ¿Y cree que eso va a importarme? -Los labios de Melis se pusieron tensos -. No soy una inválida. He tratado con delfines y sus impulsos sexuales durante años. Los delfines son una especie con fuertes impulsos sexuales. Por la forma en que Pete actúa con sus juguetes colijo que va a ser un individuo particularmente sexual. El sexo en la naturaleza no tiene nada de obsceno. Me encantará ver sexualmente satisfechos a estos delfines.
– No creo que usted sea una inválida -replicó Kelby con serenidad-. Es más fuerte que cualquier mujer que haya conocido. Ha sobrevivido a algo que habría quebrado a la mayoría de las personas. Demonios, hasta ha mantenido ocultas sus cicatrices la mayor parte del tiempo.
– Porque nadie quiere pensar en que a los niños puedan ocurrirles cosas malas. Eso hace que la gente se sienta incómoda. -Melis levantó la vista hasta el rostro del hombre -. ¿Acaso no lo alteró a usted?
– Pero no me puso incómodo. -Kelby sonrió -. Me volvió loco de ira. Por usted y con usted. Yo estaba listo para un magnífico revolcón y usted me puso el freno.
Melis se humedeció los labios.
– No quería atormentarlo. Estaba alterada y fue por puro instinto. Un retorno a Kafas. Sabía que era algo que un hombre podría valorar.
– Puede asegurarlo. Pete no es el único muy sexual que hay por aquí. -Se incorporó -. Pero sólo quería decirle que no tiene que preocuparse. No puedo prometerle que siempre esté tranquilo, pero habitualmente lo estoy.
– ¿De veras? Y entonces, ¿de qué estamos hablando?
– Vamos a pasar mucho tiempo juntos. No quiero que esté tensa.
– No estoy tensa. -Mientras él la miraba con escepticismo, ella añadió -: No estoy nerviosa ni le tengo miedo. Es solo que a veces me inquieta.
– ¿La inquieto? -Los ojos del hombre se centraron en el rostro de ella -. ¿Cómo?
– No lo sé. -Eso no era verdad, ella lo sabía demasiado bien. Estaba demasiado pendiente de él, que dominaba cada recinto en donde entraba. Melis se puso en pie de un salto -. Tengo que ir a comprobar el grueso del recubrimiento de los cabestrillos. Lo veré a la hora de cenar.
– Muy bien. – Kelby se irguió -. Hoy cocina Nicholas, así que no espere gran cosa. Dice que eso no forma parte del contenido de trabajo de un chamán.
– Estaré demasiado ocupada para…
El teléfono comenzó a sonar y ella se puso rígida. Ahora no. Tenía demasiadas cosas pendientes y después de hablar con Archer por teléfono los nervios de Melis eran un trapo.
– No responda, maldita sea. -Kelby estaba tan tenso como ella misma -. Me dijo que si no hablaba con él, le haría daño a los delfines. Pero ellos están a salvo en el corral.
– No van a estar siempre en el corral Además, ese hombre tiene que creer que tengo miedo, que estoy cediendo. -Apenas lo oyó mascullar una maldición mientras ella pulsaba el botón-. Llama temprano, Archer.
– Es porque voy a tomar un avión dentro de pocas horas y no podía hacerlo sin hablar con usted. Disfruto tanto de nuestras conversaciones.
– ¿Adonde va?
– A donde ustedes. A Las Palmas. Tengo entendido que el Trina llegó allí anoche.
– ¿Y qué tiene que ver eso conmigo?
– ¿Cree que no la he tenido estrechamente vigilada? Kelby puede haber pescado a Cobb y a Dansk, pero no me resultó difícil contratar a más hombres. Y él no ha intentado hacer un secreto del alquiler de ese avión Delta de carga. Llevar a esos delfines debe de haberle causado todo tipo de problemas. Para aceptar eso Kelby debe estar totalmente fascinado con usted. ¿Qué ha tenido que hacer para convencerlo?
– Nada.
– Cuéntemelo.
– ¡Que lo jodan! -Calló un momento -. ¿Cobb y Dansk?
– ¿Me va a decir que no sabe que él atrapó a dos de mis hombres que vigilaban la isla? Por supuesto, eran unos aficionados o él no hubiera podido…
– Es probable que no lo considerara suficientemente importante para contármelo.
– O quizá sabe lo débil que es usted. Que sólo sirve para una cosa.
– Él no piensa eso de mí.
– Le tiembla la voz. Puedo decirle que ayer, antes de que yo colgara, usted lloraba. ¿Por qué no me da los planos y me deja seguir mi camino?
Melis permaneció un momento en silencio. Déjalo que piense que intentas recuperar tu compostura.
– No lloraba. Se lo imaginó. Yo no lloro.
– Pero estuvo a punto. En los últimos días ha estado varias veces a punto de llegar al límite de sus fuerzas. Usted sabe que esto no va a terminar. La estaré esperando en Las Palmas.
– Muy bien. -Ella no intentó disimular el temblor de su voz. Que piense que es por miedo y no por rabia -. Le diré a la policía que va para allá. Quizá lo arresten y lo pongan a buen resguardo por lo que le queda de vida.
– Tengo demasiadas relaciones para permitir que ocurra semejante cosa. No está hablando con un aficionado. Y hay un líder muy influyente en Oriente Medio que puede hacer que yo consiga todo lo que necesito. Le encanta la idea de un cañón sónico.
– Pero no va a conseguirlo.
– Claro que sí. Usted se está comportando muy bien. Ahora voy a poner la cinta número dos y usted va a escucharla. Podía ser la que más me gusta de todas. Cuando termine le haré unas preguntas, así que no intente apartar el oído.
A continuación ella escuchó su propia voz, proveniente de la cinta.
Podía sentir la mirada de Kelby sobre el rostro y percibir la furia que electrizaba cada músculo de su cuerpo. Se volvió de espaldas a él y caminó hasta el borde de la galena.
Apenas se dio cuenta de que Kelby se marchaba. Podía entender por qué esa cinta era la preferida de Archer. Estaba llena de dolor, de tormentos, de detalles gráficos destinados a revivir recuerdos odiosos.
Aguanta. Ella ya no era aquella niña. No lo dejes que te venza.
Kelby estaba en la cocina, troceando con furia unas zanahorias sobre la tabla de cortar la carne cuando ella entró. No levantó la vista.
– ¿Acabó?
– Sí, él sabe que nos vamos a Las Palmas. Ha puesto vigilancia al Trina. También lo vigila a usted. Sabe que nos llevamos a los delfines.
– No traté de ocultarlo. -El cuchillo de carnicero que Kelby tenía en la mano se clavó profundamente en la madera -. Tenía la esperanza de que apareciera para poder ponerle la mano encima.
– No debe utilizar un cuchillo de carnicero para trocear zanahorias. Se va a arrancar un dedo.
– No, de eso nada. Archer no es el único que sabe cómo utilizar un cuchillo.
– Creí que quien iba a cocinar hoy era Nicholas.
– Necesitaba ayuda y a mí me venía bien la terapia. Quería tener un arma en mis manos. -Kelby no había dejado de mirarla-. ¿Una buena llamada?
– No fue de las peores. -No me mienta. Vi su cara.
– Está bien, no fue mi mejor momento. ¿Por qué no me contó lo de Cobb y Dansk?
– ¿Para qué? No logré pescar a Archer.
– Pues porque quiero estar al tanto. Además, Archer lo usó contra mí.
– Bien, la próxima vez que elimine a uno de esos hijos de puta se lo diré. ¿De qué otra cosa conversaron?
– Puso una de las cintas de Carolyn.
– Ella debió quemarlas.
– ¿Y cómo iba a saberlo?
– Ahora nosotros lo sabemos. Las quemaré. Y cuando agarre a Archer quizá lo queme también a él. A fuego lento, muy lento, como el cerdo que ha demostrado ser. En este momento creo que el cuchillo sería demasiado limpio para él.
Ella intentó sonreír.
– ¿Me deja meterle una manzana en la boca?
Kelby levantó la vista y ella retrocedió ante la carga de ferocidad que había en su expresión.
– No estoy bromeando, Melis. Quizá usted sea capaz de resistir toda la mierda sádica de Archer, pero yo no estoy dispuesto a seguir con esta basura. No resisto ver cómo sufre.