– ¿Eso es una respuesta? -preguntó Kelby.
– Podría ser -asintió Melis -. Sí, creo que él también está orgulloso de sí mismo.
– Entonces, ¿podemos regresar al Trina? No has dejado de temblar desde que salimos del almacén.
Ella no quería marcharse. Había estado demasiado cerca del peligro. Había perdido a Gary y a punto había estado de perder a Cal. No podía soportar la idea de perder a los delfines.
– Archer no va a volver esta noche -dijo Kelby-. Además de los guardias que les he puesto a los delfines, todo el muelle está lleno de policías. Tendría que estar loco para volver.
– Está loco. Ya viste lo que le hizo a Carolyn. -Cuando él comenzó a abrir la boca ella hizo un gesto con la mano-. Lo sé, lo sé. Esto es diferente. Tampoco yo creo que vaya a volver esta noche. -Se volvió y echó a andar por el embarcadero-. Volvamos al barco.
Kelby estaba en el camarote de ella, sentado en una silla, cuando Melis salió de la ducha.
– ¿Te sientes mejor?
– Más cálida. Más limpia. Mejor, no. -Se sentó en la cama y comenzó a secarse el cabello con la toalla-. No esperaba que ocurriera esto. Pensé que lo había engañado. Pensé que aguardaría a que me rindiera y le entregara toda la investigación.
– Quizá se haya vuelto impaciente.
– Cometí un error. No debí estar tan segura de que era un tipo predecible. Si hubiera sido más cuidadosa, quizá Gary estaría vivo.
– Carolyn diría que estás llegando al punto en el que te culpas de lo ocurrido. Eso no le habría gustado.
– No, claro que no. Habría estado en contra. -Intentó sonreír-. Al parecer sabes mejor que yo cómo reaccionaría Carolyn.
– Estoy comenzando a conocerte. Y ella es una parte importante de ti.
– Me imagino que tienes razón. Está bien, nada de culpa. -Colocó la toalla a un lado -. Pero no voy a quedarme por aquí para correr más riesgos. Los delfines en ese tanque son como dianas en un tiro al blanco. Después de deshacerse de Manuel y Cal, Archer pudo haber matado a los delfines. No me importa si el barco está totalmente equipado o no. Tengo que ir a la comisaría mañana por la mañana para darle mi declaración al teniente, pero después de eso dejamos Las Palmas. Tenemos que encontrar Marinth lo más pronto posible y después vamos a por Archer. Se está acercando demasiado.
Kelby asintió.
– No lo discuto. Nadie desea zarpar tanto como yo.
– Claro que no. – Melis sonrió con esfuerzo -. Marinth se divisa en el horizonte.
– Tienes toda la razón. ¿Esperabas que negara que todavía quiero la ciudad? Pero es mejor que primero nos ocupemos de la investigación de Lontana y las tablillas. Dijiste que sabías que estaban aquí.
– No exactamente aquí. Están en una pequeña isla, a cierta distancia de Lanzarote.
– ¿En qué isla?
– Cadora. Está oculta frente a la ladera de un volcán extinto, en la orilla norte de la isla. En Cadora sólo viven unos miles de personas y casi todos en la costa. Es un lugar hermoso. Phil y yo alquilamos allí un chalet durante un tiempo. -Ella hizo una mueca-. Por supuesto, cuando necesitábamos suministros, teníamos que ir a Lanzarote. Cadora no era una meca del comercio.
– ¿Están en un escondrijo? Pensé que Lontana las tendría bajo llave en la caja de seguridad de un banco o en alguna otra parte.
– No conocías a Phil. No confiaba en los bancos. Lo metió todo en un cofre enorme y lo enterró. Siempre me decía que los piratas habían enterrado tesoros que nadie pudo encontrar durante siglos.
– En aquella época el mundo estaba algo menos poblado.
– Pero su mundo no. Estaba lleno de sueños. -Melis sintió una tristeza repentina-. Demasiados sueños.
– ¿Confiarías en mí para que fuera a buscar las tabulas y los papeles de la investigación y los guardara en algún lugar seguro?
– No. -Melis vio cómo él se ponía tenso y añadió con prontitud-: No es que no confíe. Quizá necesite todo eso como carnada para Archer. Que se queden donde están. No quiero que estén metidos en una caja de seguridad donde no tendría acceso a ellos.
– ¿Y no confías en nadie que no seas tú? -No creo que te interesen sus investigaciones.
– Pero las tablillas y la traducción serían un premio para mí.
– Por supuesto. Puedes quedarte con todo eso después de que atrapemos a Archer. -Ella se volvió hacia la cama-. Necesito descansar. Mañana tengo que levantarme temprano. Buenas noches.
– ¿Me estás echando?
– No iré a tu camarote. Y ahora mismo no tengo ganas de sexo.
– Por supuesto. -Kelby se puso de pie-. Claro que no, estás herida, dolida y algo asustada. -Se le acercó un paso -. Y no vas a admitirlo. -La tomó en sus brazos -. Dios, qué difícil eres. Deja de ponerte rígida conmigo. No voy a violarte. Simplemente intento mostrarte que el sexo no es lo único que aprecio de ti. -La empujó para que se acostara y la cubrió con la sábana-. Aunque tengo que admitir que es de primera. -Se tendió junto a ella y la abrazó -. Ahora, relájate y duerme. Estás segura.
Segura. Melis exhaló el aire en un suspiro tembloroso mientras sus músculos se relajaban gradualmente. Hasta ese momento no había caído en la cuenta de que estaba asustada. Desde el momento en que vio a Archer en aquel coche había estado espantando el miedo.
– Gary está muerto, Kelby -susurró-. Estaba hablando con él y un segundo después estaba muerto. Ni siquiera oí el disparo. El teniente dijo que el arma debió tener un silenciador. Gary me decía cuan entusiasmado estaba con Marinth, me hablaba de Phil y entonces cayó y…
– Lo sé. -Los dedos del hombre trazaban una espiral relajante en la espalda de ella-. La primera vez que vi morir a un amigo cuando estaba en los SEAL no pude creer que ocurriera tan de prisa. No me parecía correcto que no hubiera tenido ninguna oportunidad de prepararse. Mas tarde pensé que quizá fuera algo misericordioso. No la vio venir y todo terminó un latido después. Trata de pensar en Gary a partir de eso.
– Archer lo mató porque estaba en el camino que llevaba a mí. Cogió todos sus años y los borró de un soplido. Phil, Carolyn, María y ahora Gary. No puedo permitir que siga adelante.
– Lo atraparemos.
– No le importa nada… Haría cualquier cosa. Es como Irmak. Llegó a decirme que le encantaría volverme a meter en Kafas. Le gustaría ver cómo me usan, me hacen daño, me usan de nuevo… Y eso me asusta. Él lo sabe. Él sabe lo de los sueños.
– ¿Sueñas con Kafas?
– Sí, pero en mis sueños ya no soy una niñita. Estoy de vuelta allí, pero ocurre ahora.
– Eso no volverá a pasar. -La abrazó con más fuerza-. No dejaré que pase.
En ese momento ella podía creer que él decía la verdad. Que nunca habría otro Kafas, que no permitiría que Archer la destrozara.
– No es responsabilidad tuya. Soy yo quien debe afrontarlo. Carolyn diría que yo tengo que…
– Shhh. Siento muchísimo respeto por Carolyn, pero ella era de la línea dura. No está mal ceder un poco.
Melis estaba cediendo. Se sentía envuelta, absorbida por la fuerza del hombre. Probablemente aquello no era bueno para ella. Debería apartarlo de sí.
Pero no en ese momento. Necesitaba recuperar algo de su propia fuerza. Lo adecuado sería hacerlo al día siguiente.
– Gracias. Eres muy bueno. Yo… te lo agradezco. -No te preocupes. Hallaré una manera de cobrártelo.
– ¿Marinth?
– No -los labios de él rozaron delicadamente su sien-. No, Marinth no.
– ¿Café?
Melis abrió unos ojos adormilados para ver a Kelby de pie junto a la cama con una taza y un platito en la mano. Estaba totalmente vestido y parecía haberse levantado mucho rato antes.
– Gracias. -Se sentó y estiró la mano para tomar la taza- ¿Qué hora es?