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Las rocas siseantes y la lava continuaban cayendo sobre la zona que acababan de dejar. Se veían fuegos donde la eyección incendiaba los arbustos y la tierra seca y, a intervalos, se escuchaban los golpes de fragmentos que chocaban contra el Umbilical. No causarían ningún daño, a menos que alguno entrara por la portilla abierta. Tendría tiempo suficiente para verlo venir y cerrar la puerta.

Los objetos más vulnerables eran los coches aéreos que se encontraban en fila al pie del Umbilical. Habían sido construidos por humanos y traídos desde Ópalo para uso local. Mientras Rebka miraba, un trozo de roca humeante se precipitó sobre uno de ellos. Cuando rebotó sin tocarlo, Rebka comprendió que los coches estaban bajo una cubierta transparente fabricada por los Constructores, que probablemente habría sido obtenida desarmando parte de la Estación Intermedia.

Rebka observó el horizonte. Desde la altura de doscientos o trescientos metros a la cual se encontraban, podía ver una buena extensión del aire oscurecido de Sismo. Toda la superficie, hasta los picos distantes, estaba cubierta de pequeños fuegos. El humo que se elevaba llevó un aroma acre y resinoso hasta su nariz. Abajo, el suelo brillaba por el calor, nublado por el polvo.

Era evidente que todo aquello provenía de la cadena de volcanes que se alzaba entre ellos y el rostro resplandeciente de Mandel, muy bajo sobre el oeste. De cada tercer pico se elevaba una columna oscura coronada por el humo. Pero la fuerza de la erupción ya estaba menguando. Las nubes de humo ya no eran disparadas con destellos rojos y anaranjados, y volaban menos rocas en dirección al coche. Los herbívoros habían desaparecido hacía mucho y presuntamente se habrían ocultado en las profundidades del lago. Ellos sabrían cuándo volver a salir.

Perry había dejado los controles y estaba agachado junto a Rebka. El coche había dejado de subir por el Umbilical.

—Muy bien. —Rebka se dispuso a cerrar la portilla—. Estoy persuadido. No quiero ser responsable por permitir que la gente venga aquí durante la Marea Estival. Regresemos a Ópalo.

Pero Perry mantenía la puerta abierta y meneaba la cabeza.

—Quisiera volver a bajar.

—¿Por qué? ¿Quiere resultar muerto?

—Por supuesto que no. Me gustaría echar un vistazo a lo que ocurre y comprenderlo.

—Sismo se aproxima a la Marea Estival, comandante. Eso es lo que ocurre. Las erupciones volcánicas y los terremotos están comenzando, tal como usted dijo que ocurriría.

—No. —Perry parecía más contemplativo que alarmado—. Hay algo misterioso aquí. Recuerde que he venido antes a Sismo durante esta época del año, muchas veces. Lo que acabamos de ver no es nada; sólo unos pocos fuegos artificiales. Debimos haber encontrado más actividad, muchísima más. La superficie se hallaba en calma cuando llegamos; debía haberse estado sacudiendo sin parar. Aunque las erupciones parecían impresionantes, los temblores de tierra no eran nada. Ya vio lo rápido que cesaron. —Señaló al exterior—. Mírelo ahora. Ya todo se está calmando otra vez.

—Yo no soy ningún geólogo planetario, pero es justo lo que uno podría esperar. —Rebka no lograba comprender lo que pasaba por la cabeza de Perry. ¿Quería que la gente viniese durante la Marea Estival o no? Ahora que había buenos argumentos en contra de ello, Perry parecía estar cambiando de idea—. La tensión aumenta y es liberada. Las fuerzas internas se intensifican durante algún tiempo, hasta que alcanzan un punto crítico y comienzan a ceder. Hay períodos de calma y períodos de violencia.

—No aquí. —Perry cerró por fin la portilla—. No durante la Marea Estival. Piénselo, capitán. Esto no es un vulcanismo planetario normal. Ópalo y Sismo giran uno alrededor del otro cada ocho horas. Las mareas de Mandel y Amaranto actúan con fuerza sobre ellos en cada vuelta. Si en una Marea Estival normal esas fuerzas son enormes, la Gran Conjunción las vuelve aún más grandes…, cientos de veces más poderosas que durante el resto del año.

Se sentó en la bodega de carga inferior y miró la pared. Después de unos momentos, Rebka subió a la cabina de controles y recomenzó el ascenso por su cuenta. Cuando volvió a bajar, Perry no se había movido.

—Vamos, deje de preocuparse. Yo le creo. Las fuerzas de las mareas son poderosas. Pero eso es tan cierto para Ópalo como para Sismo.

—Es verdad. —Perry reaccionó y al fin se puso de pie—. No obstante, los efectos están mitigados en Ópalo. La superficie del océano se modifica libremente y cada cuatro horas alcanza nuevas mareas altas y bajas. Cualquier cambio del lecho marino, maremotos y erupciones, se mitiga mediante la profundidad del agua encima de él. Pero los terremotos de Sismo no tienen océanos que reduzcan sus efectos. En esta época del año, Sismo debería estar activo todo el tiempo. Y no es así. ¿Adonde va entonces toda esa energía?

Perry volvió a dejarse caer en su asiento y permaneció allí, con el ceño fruncido mirando la nada.

Rebka sintió un extraño desagrado mientras la velocidad ascendente del coche se incrementaba y comenzaba el suave silbido del viaje a través de la atmósfera de Sismo. Había visto el planeta con sus propios ojos. El lugar parecía ser tan peligroso como decía Perry y, sin embargo, el mismo Perry no le temía en absoluto. Quería regresar allí… ¡mientras todavía continuaba la erupción!

Rebka llegó a una conclusión. Si quería comprender a Perry, necesitaba más datos. Se sentó frente a él.

—Muy bien, comandante Perry. Así que no se ve tal como usted había esperado. Yo no puedo juzgar eso. Entonces dígame: ¿cómo suele verse Sismo durante esta época del año?

Esa era exactamente la pregunta que no debía formular. La expresión concentrada de Perry se desvaneció, y en su rostro apareció una tristeza indefinible. Rebka permaneció sentado aguardando una respuesta, hasta que un par de minutos después comprendió que no la recibiría. En lugar de sacar a Perry de su arrobamiento, la pregunta lo había sumido más profundamente en él. El hombre se encontraba muy lejos, sumergido en sus recuerdos desdichados.

¿Recuerdos de qué? Tal vez de Sismo durante la Marea Estival.

Rebka no volvió a hablar. En lugar de ello se hizo un juramento. Miró hacia el punto distante que era la Estación Intermedia y admitió una desagradable verdad. Él no había querido este trabajo, una tarea de niñera que había interrumpido el proyecto más fascinante de su vida. Como había detestado que lo alejasen de Paradoja, detestaba ahora haber sido asignado a Dobelle, detestaba a Max Perry y detestaba tener que preocuparse por la carrera interrumpida de un burócrata sin importancia.

Pero su orgullo no le permitiría abandonar el trabajo hasta saber con certeza qué era lo que había destruido a ese hombre. Porque Perry estaba destruido, aunque no se notara en la superficie.

Una cosa estaba clara. Lo que fuese que había destruido a Perry residía en Sismo, cerca de la Marea Estival.

Lo cual significaba que él mismo tendría que regresar a un lugar y una época en la cual todas las evidencias demostraban que los humanos no podían sobrevivir.

ARTEFACTO: UMBILICAL

UAC #:269

Coordenadas galácticas: 26.837,186 / 17.428,947 / 363,554

Nombre: Umbilical

Asociación estrella/planeta: Mandel/Dobelle (doblete)

Nodo de Acceso Bose: 513

Antigüedad estimada: 4,037 ±0,15 Megaaños

Historia de su exploración: Descubierto mediante observación sensora a distancia durante el vuelo de inspección sin tripulantes efectuado sobre Mandel en E.1446. Primera exploración directa efectuada en un vuelo tripulado en E.1513 (Dobelle y Hinchcliffe). Primera visita de nave colonizadora en E.1668 (Wu y Tanaka). Primera vez en ser utilizado por pobladores de Dobelle en E. 1742. Empleado de forma habitual como sistema operante desde E. 1778.