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Descripción física: El Umbilical conforma un sistema de transporte que une a los planetas gemelos del sistema Dobelle, Ópalo (originalmente, Ehrenknechter) y Sismo (originalmente, Castelnuovo). Con doce mil kilómetros de largo y entre cuarenta y sesenta de ancho, el Umbilical forma un cilindro unido de forma permanente a Ópalo (ligadura con el lecho del mar), y conectado de forma electromagnética a Sismo. El acoplamiento con Sismo se interrumpe cuando la órbita altamente excéntrica del sistema Dobelle alcanza su punto más próximo con la estrella primaria Mandel. Este punto más próximo ocurre cada 1,43 años estándar.

Las variaciones en la longitud del Umbilical se obtienen mediante «el Montacargas», empleando una peculiaridad local de espacio y tiempo (estimada como un artefacto), que permite que el Umbilical se adapte automáticamente a las variaciones de separación entre Ópalo y Sismo. El Montacargas también lleva a cabo una remoción automática del Umbilical de la superficie de Sismo durante las mareas máximas en Mandel («Marea Estival»). Las técnicas de control que ejecutan las operaciones han sido comprendidas, pero no ha sido determinada la señal disparadora (como señal de tiempo, de fuerzas o alguna otra). La Estación Intermedia (a 9.781 kilómetros de la masa central de Ópalo, a 12.918 kilómetros de la masa central de Sismo) permite que las cargas útiles entren en el Umbilical o sean lanzadas al espacio.

Nota: El Umbilical es uno de los más simples y comprensibles de todos los artefactos de los Constructores. Es por ello que despierta un interés menor en casi todos los estudiosos de su tecnología. Sin embargo, también oculta su propio misterio, ya que a pesar de su simpleza es una de las proezas más recientes de los Constructores (menos de cinco millones de años). Algunos arqueo-analistas han conjeturado que este hecho indica el comienzo de una declinación en la sociedad de los Constructores, culminando con el derrumbe de su civilización hasta su desaparición de la escena galáctica hace más de tres millones de años.

Naturaleza física: Cables de sostén hechos de hidrógeno sólido, libres de defectos, con empalmes de muón estabilizado. Los tensores de los cables rivalizan con otros empleados por los humanos y cecropianos, pero no los superan.

La propulsión de los coches se realiza por medio de motores sincrónicos lineales, con trenes de potencia convencionales. La técnica para la fijación entre los cables y los coches no es clara, pero tiene relación con el sistema de retículos en el espacio abierto postrado por Capullo (véase Capullo, Registro 1).

La naturaleza del Montacargas también es debatida, pero probablemente se trate de un artefacto de los Constructores, en lugar de ser una peculiaridad natural del sistema Dobelle.

Objetivo propuesto: Sistema de transporte. Hasta la arribada de los humanos, este sistema había permanecido inutilizado durante al menos tres millones de años. Actualmente se encuentra en funcionamiento. No existe ningún indicio de aplicaciones anteriores.

Del Catálogo Universal de Artefactos Lang, cuarta edición.

7

Marea estival menos veintisiete

Sismo estaba cambiando. Según Max Perry, a medida que se acercaba la Marea Estival dejaría de ser un planeta sediento pero pacífico, de gran actividad sísmica, para convertirse en un infierno de lava fundida y suelos agrietados. Sin embargo, en este año de la Gran Conjunción, Sismo se había vuelto… imposible de predecir.

Y, a su modo, Ópalo también podía estar sufriendo grandes cambios. Más de lo que la gente del planeta alcanzaba a notar.

Rebka se había visto asaltado por ese pensamiento mientras volaban alrededor de Ópalo, desde el pie del Umbilical hasta el espaciopuerto de Estrellado, donde los estaría aguardando Darya Lang.

Seis días antes, el viaje alrededor del planeta nublado había sido monótono, sin turbulencias ni nada que ver con excepción de un gris uniforme por encima y por debajo. Ahora, cuando todavía faltaban veintisiete días para la Marea Estival, el coche era azotado y sacudido por las violentas ráfagas de viento que impactaban contra el fuselaje. Max Perry se veía obligado a elevarse más y más para escapar a la intensa lluvia, las negras masas de cúmulos y los remolinos de aire y agua.

Era evidente que los habitantes de Ópalo estaban convencidos de que se encontrarían a salvo, incluso con aquellas mareas mucho más poderosas de lo normal.

Hans Rebka no estaba tan seguro.

—Están realizando una peligrosa suposición —le dijo a Perry mientras comenzaban un agitado descenso hacia el espaciopuerto de Estrellado—. Creen que este año las mareas de Ópalo serán iguales a las de otras mareas estivales, sólo que más grandes.

—Eso es exagerar las cosas. —En cuanto Sismo hubo desaparecido bajo las ubicuas nubes de Ópalo, la otra personalidad de Perry había vuelto a emerger, fría, tensa e indiferente a la mayoría de los sucesos. No quería discutir sus experiencias sobre la superficie de Sismo, ni tampoco su desconcierto ante lo que estaba ocurriendo allí—. Yo no digo que no sucederá nada diferente en Ópalo —continuó—. Sin embargo, creo que eso no se alejaría demasiado de la verdad. Es posible que las fuerzas excedan la resistencia de algunas de las Eslingas más grandes y que algunas de ellas se rompan. Pero no creo que exista ningún peligro para los pobladores. Si es necesario, la gente de Ópalo puede salir al mar y pasar allí la Marea Estival.

Rebka estaba en silencio, aferrado a los brazos de su asiento mientras caían por una bolsa de aire que los dejó a ambos flotando durante un segundo o dos.

—Podría no ser así —replicó en cuanto dejó de tener el corazón en la garganta.

Una y otra vez tenía la necesidad de aguijonear y sondear a Max Perry para observar sus reacciones. Era como la teoría del patrón de comparación. Se alimentaba una caja negra con una serie de entradas y se verificaban las salidas. Según la teoría, si uno lo hacía con la suficiente frecuencia, lograba averiguar con precisión cuáles eran las funciones de la caja, aunque tal vez no llegaba a comprender por qué las desempeñaba. Pero en el caso de Perry, parecían existir dos cajas diferentes. Una de ellas estaba habitada por un humano capaz, considerado y agradable. La otra, por un molusco que se refugiaba en una concha protectora e impenetrable cada vez que se presentaban ciertos estímulos.

—Esta situación me recuerda La Estela del Pelícano —continuó Rebka—. ¿Ha oído alguna vez lo que ocurrió allí, comandante?

—Si lo he oído, lo he olvidado.

Ésa no era la clase de reacción que Rebka estaba buscando, pero Max Perry tenía una excusa. Su atención estaba puesta en el sistema de estabilización automática que luchaba por hacerlos aterrizar con suavidad.

—Tenían una situación no muy diferente a la de Ópalo —explicó Rebka—. Sólo que entrañaba a una proporción de masa entre animales y plantas, no a las mareas. Cuando los colonos aterrizaron allí por primera vez, todo estaba bien. Pero cada cuarenta años La Estela del Pelícano atraviesa parte de una nube de cometas. Pequeños cuerpos volátiles, en su mayor parte tan pequeños que se vaporizan en la atmósfera y no logran llegar al suelo. La temperatura y la humedad se elevan bruscamente. La proporción de animales y plantas desciende, y el oxígeno baja un poco. Entonces, en menos de un año, todo vuelve a la normalidad. No ocurre nada grave.

—Nadie se preocupaba demasiado. Y continuaron sin preocuparse a pesar de que sus astrónomos predijeron que en el siguiente paso a través de la nube, La Estela del Pelícano recibiría un treinta por ciento más de materia que lo acostumbrado.