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A medio cielo de distancia, el acecho sobre el horizonte, Gargantúa comenzaba su propia zambullida hacia el horno de Mandel. Todavía no era más que un punto rosado, pero se le veía más brillante que todas las estrellas. Al cabo de una semana, el gigante gaseoso mostraría su propio disco circular, veteado con franjas de ocre y amarillo pálido.

Rebka atravesó el espaciopuerto en dirección a uno de los cuatro edificios principales. Graves todavía caminaba a su lado.

—¿Va a encontrarse con Louis Nenda? —le preguntó el consejero.

—Eso espero. ¿Qué sabe de él? —Si no podía quitárselo de encima, al menos trataría de utilizar sus conocimientos.

—Sólo lo que decía su solicitud —respondió Graves—. Más de lo que sabemos sobre los miembros de la Comunidad Zardalu…, que es menos de lo que querríamos saber. Los mundos de la Comunión no son famosos por su cooperación.

Lo cual podía considerarse como la mayor de todas las subestimaciones, pensó Rebka.

Doce mil años atrás, mucho antes de que los humanos iniciaran la Expansión, los cefalópodos terrestres de Zardalu habían tratado de crear algo que ni humanos ni cecropianos habían sido tan tontos como para intentar: la Comunión Zardalu, un verdadero imperio, mil planetas regidos despiadadamente desde Genizee, el planeta donde se originara la especie Zardalu. Había sido un desastroso fracaso, que bien podía haber sido la lección que salvara a humanos y cecropianos de cometer el mismo error.

—Básicamente, Louis Nenda es un humano —continuó Graves—. Aunque con ciertos agregados Zardalu.

—¿Mentales o físicos?

—No lo sé. Pero lo que se haya hecho no debe de ser demasiado importante. No hay mención de cráneo posterior, ojos en las yemas de los dedos ni hermafroditismo. Tampoco es cuadrúmano ni cuadrúpedo. No existe gigantismo ni compresión… Es varón y, según la declaración, tiene una estatura y un peso normal. Por supuesto que hay cientos de modificaciones que no aparecen en las listas corrientes. En cuanto a la mascota que trae consigo, puedo decirle todavía menos. Es un hymenopt —huelga decir que se trata de otro artrópodo—, similar al himenóptero de la Tierra sólo por analogía. Pero tendremos que aguardar para saber si se trata de un juguete, una compañía sexual o incluso un alimento para Nenda.

Y no aguardarían mucho, pensó Rebka. La nave recién llegada descansaba en medio del espaciopuerto de Estrellado. Sus ocupantes ya estaban pasando por el detector de organismos en el interior del edificio. Como las pruebas para endo y ectoparásitos sólo tardaban unos cuantos minutos, los recién llegados debían de estar en las últimas etapas de su admisión.

Rebka y Graves se acercaron a donde ya estaban aguardando Max Perry y tres funcionarios de Entradas.

—¿Cuánto falta? —preguntó Rebka.

En lugar de responder, Perry señaló las puertas selladas de Descontaminación. Comenzaban a abrirse.

Después de lo que había imaginado con las sugerencias de Graves, a Rebka le sorprendió lo normal que parecía Louis Nenda. Bajo, moreno y musculoso, podía haber pasado por habitante de uno de los mundos más poblados del Círculo Phemus. Estaba un poco inestable sobre sus pies, probablemente como resultado de media docena de cambios en la gravedad durante las últimas horas, pero tenía mucho brío y la confianza en sí mismo era evidente en su forma de caminar. Abandonaba la unidad de pruebas astro-biológicas mirando a su alrededor de forma arrogante y con los ojos inyectados, mientras a su lado, imitando los movimientos de su cabeza, trotaba un pequeño ser regordete. Éste se detuvo al ver al grupo de humanos que los aguardaban.

—¡Kallik! —Louis Nenda tiró del arnés que rodeaba el tórax del hymenopt y se ajustaba en su abdomen—. ¡Sentado! —Luego, sin mirar a nadie salvo a Perry, dijo—: Buenos días, comandante. Creo que la prueba ha resultado negativa. También la de Kallik. Aquí está mi solicitud de entrada.

Los otros hombres seguían mirando al hymenopt. Aunque Julius Graves había visto uno en sus viajes por territorios Zardalu, el resto sólo los conocía por fotografías y especímenes embalsamados.

Resultaba difícil creer que fuese cierta la feroz reputación del hymenopt. Medía la mitad que Louis Nenda, con una cabeza pequeña y lisa dominada por poderosas mandíbulas y por múltiples pares de brillantes ojos negros, ubicados en círculo alrededor del perímetro y que estaban en constante movimiento, siguiendo distintos objetos en forma independiente.

Su cuerpo era regordete y estaba cubierto de una piel corta y negra, de un centímetro o dos de espesor. Ése era el preciado hymanto, un abrigo resistente, impermeable y aislante.

Lo que no se veía era el brillante aguijón amarillo, retraído en el interior del abdomen. La aguja hueca arrojaba chorros de neurotoxinas cuya fuerza y composición el hymenopt podía variar a voluntad. Ningún suero corriente resultaba efectivo como antídoto. También era invisible el sistema nervioso, que creaba un hymenopt cuya velocidad de reacción era diez veces mayor que la de cualquier humano. Ocho patas delgadas podían hacerles recorrer cien metros en un par de segundos o saltar quince metros por el aire bajo una gravedad normal. El hymanto había sido una prenda raras veces vista en los humanos, incluso antes de que los hymenopt fueran declarados una especie protegida.

—Bienvenidos al sistema Dobelle. —La voz de Perry indicaba lo opuesto a sus palabras. Cogió las solicitudes de entrada de Louis Nenda y las hojeó—. Su solicitud original decía poco respecto al motivo por el cual desea visitar Sismo. ¿Hay más detalles aquí?

—Claro. —La actitud de Nenda era tan arrogante como su forma de caminar—. Quiero presenciar grandes terremotos, y eso significa Sismo. Durante la Marea Estival. No hay ningún problema con eso, ¿verdad?

—Sismo es peligroso durante la Marea Estival. Más peligroso que nunca, con Amaranto tan cerca.

—Diablos, a mí no me importa el peligro. —Nenda sacó pecho—. Yo y Kallik estamos acostumbrados a él. Nos encontrábamos en Jellyroll cuando tuvieron la hiperfogarada. Pasamos nueve días en un coche aéreo, dando vueltas a la sombra de Jellyroll para no resultar asados… y logramos salir sin ni siquiera broncearnos. Antes de eso estuvimos en la penúltima nave que abandonó Castelmaine. —Echó a reír—. Fue una suerte. La última nave no tenía provisiones y debió avanzar lentamente durante cuarenta días hasta alcanzar un Nodo Bose. Se comían unos a otros. Pero, si hablamos de una verdadera experiencia, permítame contarle lo que ocurrió en Ratonera…

—En cuanto hayamos tenido ocasión de examinar su solicitud. —Perry le dirigió una mirada furiosa. En no más de un minuto, había quedado claro que el recién llegado no lo tomaría a bien si su solicitud era denegada—. Lo acompañaremos hasta su alojamiento provisional. Luego, algunos de nosotros debemos mantener una reunión. ¿Necesita él comer algo especial? —preguntó señalando al hymenopt.

—Ella. Kallik es hembra. No, es omnívora, como yo. —Nenda rió sin rastros de humor—. Eh, espero no estar escuchando lo que creo que estoy escuchando. ¿Qué es toda esta tontería de que «debemos mantener una reunión»? He venido desde muy lejos para esto. Demasiado lejos para que me envíen de vuelta.

—Veremos lo que podemos hacer. —Perry miró a Kallik. Ante la furia en la voz de Nenda, su aguijón había asomado un par de centímetros—. Estoy seguro de que estamos de acuerdo en una cosa: usted no desea ir a Sismo y morir allí.

—No se preocupe por nosotros. No morimos con facilidad. Sólo apruebe esa solicitud y permítame llegar hasta allí. Se necesita más que Sismo para acabar conmigo.