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Si los resultados son tan obvios para mí, ¿por qué otros no han sacado las mismas conclusiones?

Darya recordaba haber pensado eso mucho antes de su partida hacia Dobelle. Finalmente pudo responder a la pregunta. Otros habían sacado las mismas conclusiones. El único misterio era que alguien tan grosero e inculto como Louis Nenda hubiese sido capaz de hacerlo.

Él no se había andado con rodeos.

—Artefactos de los Constructores, por todo el brazo espiral. Algunos en tu territorio, allá en la Alianza, algunos en la Federación Cecropia y otros donde yo vivo, en tierras Zardalu. Sí, también hay uno aquí, el Umbilical.

»Tu catálogo Lang enumera cada uno de ellos. Y utilizas una efeméride astronómica universal para marcar cada vez que se produce algún cambio en un artefacto. En su aspecto, tamaño, función o cualquier cosa.

—Lo mejor que he podido. —Darya no admitía nada que no estuviese escrito en el mismo catálogo—. Algunas veces las cifras no fueron lo suficientemente significativas para ser registradas. Estoy segura de que algunas cosas ocurrieron sin ser detectadas. Y sospecho que se registraron otras que no fueron verdaderos cambios.

—Pero encontraste un promedio de treinta y siete cambios por artefacto, basándote en observaciones realizadas durante un lapso de tres mil años…, nueve mil en territorio cecropiano, porque ellos han estado vigilando durante más tiempo que los demás. Y sin correlación en los tiempos.

—Es cierto. —A Darya no le gustaba su sonrisa. Asintió con la cabeza y apartó la vista.

Nenda le apretó la rodilla con fuerza. Su mano era gruesa y velluda.

—Me acerco demasiado al punto crucial, ¿verdad? No te sientas mal, dulzura. Aguarda… Estaremos allí en un minuto. Los sucesos no tenían correlación de tiempo, ¿verdad? Pero tú escribiste una sugerencia que hiciste circular. ¿La recuerdas?

¿Cuánto tiempo más lograría rehuirle? Aunque las instrucciones de la delegada Pereira habían sido bastante específicas. Fuera la de Alianza, no debía hablar con nadie sobre lo que había descubierto…, ni aunque pareciese que ya lo sabían.

Darya le empujó la mano fuera de su pierna.

—He hecho muchas sugerencias en mi trabajo.

—Eso he oído. Y también he oído que no olvidas las cosas. De todos modos te refrescaré la memoria. Has dicho que la forma correcta de examinar posibles correlaciones de tiempo en los cambios de los artefactos era a través del examen de momentos en los que ocurrieron sucesos galácticos. Se podía pensar en los efectos de un cambio como en algo que se propagaba hacia fuera desde su punto de origen, viajando como una señal de radio, a la velocidad de la luz. Por lo tanto, diez años luz después de que ocurriera algo en un artefacto, la información sobre el cambio estaría disponible en cualquier parte de la superficie de una esfera de diez años luz de radio y con centro en el artefacto. ¿Recuerdas haber escrito eso?

Darya se encogió de hombros.

—Y dos esferas siempre se expanden hasta encontrarse. —Louis Nenda continuó—. Primero se tocan en un punto, y entonces, a medida que crecen, se cortan en un círculo que sólo se agranda más y más. Pero se vuelve más complicado con tres esferas. Cuando crecen y se encuentran, lo hacen en dos puntos. Por lo general, cuatro o más esferas no tienen ningún punto en común. Y cuando tienes mil doscientos treinta y seis artefactos, con un promedio de treinta y siete cambios por cada uno, tienes casi cincuenta mil esferas… cada una expandiéndose a la velocidad de la luz con un artefacto en el centro de la esfera. ¿Qué probabilidades hay de que mil doscientas treinta y siete de esas esferas, una por cada artefacto de los Constructores, se encuentren en un punto? El número debería ser demasiado pequeño para calcularlo. Pero suponiendo que sí se encontraran, en contra de todas las probabilidades, ¿cuándo ocurriría?

»Suena como una pregunta imposible, ¿verdad? Pero no es difícil de programar y examinar las intersecciones. Y tú conoces la respuesta del programa, ¿no es así, profesora Lang?

—¿Por qué iba a hacerlo? —Era demasiado tarde, pero de todos modos continuaba rehuyéndole.

—Porque te encuentras aquí. Maldición, dejemos de fingir. ¿Quieres que te lo diga con todas las letras?

Había vuelto a posar la mano sobre su muslo, pero fue su tono de voz lo que finalmente la enfureció lo suficiente como para hacerla reaccionar.

—¡Usted no tiene que decirme nada con todas las letras, maldito enano lascivo! Puede haber deducido hasta aquí, pero eso es todo lo que ha hecho: ¡deducirlo! La idea fue mía. ¡Y saque su mano mugrienta de mi pierna!

Él esbozaba una sonrisa triunfal.

—Nunca he dicho que no fuera idea tuya. Y, si no quieres ser amistosa, no insistiré. Todas las esferas coinciden, ¿no es verdad?, en más cifras significativas de lo que permiten los datos. Un lugar y un momento, que ambos sabemos. La superficie de Sismo, durante la Marea Estival.

Por eso estás aquí, y por eso estoy aquí… y Atvar H’sial y todos, a excepción de tu tío Jack.

Nenda se levantó.

—¡Y ahora esos sujetos dicen que no podemos ir! Ninguno de nosotros.

—¿Qué? —Darya se levantó de un salto.

—¿Aún no lo sabes? Ese viejo cabeza dura de Perry ha venido y me lo ha dicho hace una hora. No habrá Sismo para ti, para mí ni para los bichos. Viajamos mil años luz para sentarnos aquí, sobre nuestros traseros, y perdernos todo el espectáculo.

Golpeó el bastón negro del arnés de Kallik contra un enorme tronco de bambú.

—¡Ellos dicen que no voy, y yo digo que se mueran! ¿Ves ahora por qué tenemos que hacer algo, Darya Lang? Tenemos que unir nuestros conocimientos, a menos que quieras sentarte aquí sobre tu trasero y aceptar órdenes de unos mequetrefes.

La matemática es universal. Pero prácticamente nada más lo es.

Darya alcanzó esa conclusión después de otra media hora de hablar con Louis Nenda. El era un hombre horrible; ella hubiese hecho cualquier cosa por evitarlo. No obstante, cuando intercambiaron sus análisis estadísticos —de mala gana, con cautela, cada uno asegurándose de que no entregaba más de lo que recibía—, el acuerdo fue muy extraño. En cierto sentido también era inevitable. Comenzando del mismo patrón de sucesos y el mismo patrón de ubicación de artefactos, sólo había un punto en el espacio y el tiempo que coincidía con los datos. Cualquier pequeña diferencia en el tiempo computado y en la ubicación del resultado final provenía de criterios disyuntivos para minimizar el residual de la coincidencia o de diferentes tolerancias en la convergencia de los cálculos no lineales.

Habían seguido deducciones casi idénticas, utilizando tolerancias y factores de convergencia similares. Ella y Louis Nenda coincidieron en los resultados en quince cifras significativas.

O más bien, concluyó Darya después de otros quince minutos, ella y quienquiera que hubiese hecho los cálculos por Nenda habían coincidido. Esto no podía ser trabajo suyo. No tenía más que un conocimiento superficial de los procedimientos.

Aunque él estaba a cargo, alguien más había efectuado el análisis.

—Por lo tanto, estamos de acuerdo en el momento, y éste se encuentra a pocos segundos de la Marea Estival —dijo él. Otra vez su aspecto era ceñudo—. ¿Y todo lo que sabemos es que se encuentra en alguna parte de Sismo? ¿Por qué no puedes precisarlo más? Es lo que esperaba que hicieras cuando comparamos nuestras anotaciones.

—¿Quiere milagros? Hablamos sobre distancias de miles de años luz, millones de millones de kilómetros y lapsos de miles de años. Por fin tenemos una incertidumbre de menos de doscientos kilómetros en la ubicación y menos de treinta segundos en el tiempo. Eso me parece lo suficientemente preciso. En realidad, ya es un milagro.

—Tal vez estemos lo bastante cerca. —Golpeó el bastón contra su propia pierna—. Con toda seguridad se encuentra en Sismo, no en Ópalo. Creo que eso responde a otra de mis preguntas.