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—Acabamos de formularles a ustedes esa pregunta —dijo Perry—. Debe de estar con Louis Nenda.

—¡Nenda!

—Él vino aquí en su propia nave —observó Graves—. ¿Sabían que es capaz de hablar con un cecropiano directamente? Kallik le dijo a J’merlia que Nenda tiene incorporada una técnica zardalu que le permite emplear la comunicación por feromonas. Él y Atvar H’sial dejaron atrás a J’merlia y a Kallik, para irse solos a alguna parte.

—Creemos que vinieron aquí. De alguna manera, Atvar H’sial obtuvo la secuencia de controles y debió programar el Umbilical para que se retirara antes de tiempo. —Hans Rebka dirigió a Darya una mirada de «no digas más» y continuó—. Quiere que todos muramos, varados en Sismo durante la Marea Estival. Por eso dejó atrás a J’merlia y a Kallik… No quería testigos.

—Pero nosotros escuchamos su señal de auxilio y los recogimos. —Perry señaló a los dos seres silenciosos—. Creo que Nenda y H’sial pueden haber pensado volver por ellos, pero deben haber llegado demasiado tarde. La zona estaba cubierta de lava fundida. Hemos tenido que mantener a J’merlia y a Kallik con nosotros.

—Pero, si Nenda ha logrado llegar a su propia nave —dijo Graves—, él y Atvar H’sial podrán abandonar el planeta.

—Lo cual es más de lo que podemos hacer nosotros. —Pasada su anterior depresión, Rebka se había animado y estaba lleno de energía—. El Umbilical se ha ido y no regresará hasta después de la Marea Estival. Sólo disponemos de un coche aéreo para todos… El nuestro feneció al llegar aquí. De cualquier modo, los coches no están preparados para entrar en órbita; así que no nos servirá de nada. Comandante Perry, necesitamos un plan para sobrevivir aquí. Estamos varados en Sismo hasta que regrese el Umbilical.

—¿Debo decirlo una vez más? Eso es imposible. —Aunque Perry habló con suavidad, su tono sombrío transmitió más agobio que un alarido—. He estado tratando de hacerles entender una cosa desde el día en que arribaron a Dobelle: LOS humanos no pueden sobrevivir a la Marea Estival sobre la superficie de Sismo. Ni siquiera a una Marea Estival corriente. Mucho menos a ésta. No importa lo que piensen. No existe ningún «plan de supervivencia» que pueda salvarnos si permanecemos en Sismo. Esto todavía está bastante tranquilo, y no comprendo por qué. Pero no puede durar mucho más. Cualquiera que esté sobre la superficie de Sismo durante la Marea Estival morirá.

Como si el planeta le hubiera escuchado, un rugido distante de tierra solevantada y rocas trituradas siguió a sus palabras. Unos momentos después, una serie de temblores oscurecieron el aire y sacudieron el suelo bajo sus pies. Todos miraron a su alrededor y, de forma instintiva, se dirigieron al interior del coche con la ilusión de que allí estarían a salvo.

Darya Lang, que fue la última en entrar, observó a los siete que la habían precedido.

No era un grupo muy prometedor para quemar los últimos cartuchos con un plan de supervivencia. Las gemelas Carmel se veían como dos personas que ya habían sido derrotadas y quebrantadas. Habían pasado por demasiadas cosas en Sismo; a partir de ahora, sólo seguirían instrucciones. Graves y Perry estaban sucios y desaliñados, con las ropas rotas y cubiertas de polvo y sudor. Ambos tenían heridas inflamadas en las pantorrillas, y Graves tenía una serie de costras en el cuero cabelludo. Y, lo que era peor, actuaba alegremente y sonreía a todos como si sus propias preocupaciones se hubiesen acabado. Tal vez era cierto. Si alguien tenía posibilidades de salvarlos era Max Perry, y no Julius Graves. Después de su siniestro pronóstico, Perry había vuelto a su introvertido silencio, en el que veía algo que resultaba invisible para todos los demás.

J’merlia y Kallik parecían bastante normales…, porque Darya no sabía interpretar las señales de tensión y dolor en sus cuerpos extraños. J’merlia eliminaba meticulosamente el polvo blanco de sus patas, utilizando las suaves almohadillas de sus miembros delanteros. No parecía muy preocupado por nada que no fuese su higiene personal. Después de un rápido estremecimiento que eliminó una buena cantidad del polvo que cubría su cuerpo, provocando las protestas de los demás ocupantes del coche, Kallik se irguió a su máxima estatura y lo observó todo con ojos brillantes. Si alguien conservaba el optimismo, tal vez fuese la pequeña hymenopt. Por desgracia, sólo J’merlia podía comunicarse con ella.

Darya miró a Hans Rebka. Aunque era evidente que estaba exhausto, seguía siendo su mayor esperanza. Tenía profundas marcas rojas en el rostro, producidas por la máscara y el respirador, y alrededor de sus ojos lucía unos círculos de polvo blanco que le otorgaban un aspecto de búho. Sin embargo, al notar que lo miraba, esbozó una pequeña sonrisa y le guiñó un ojo.

Cuando entró Darya, apenas quedó el espacio suficiente para cerrar la puerta. Nunca había esperado ver tantos seres, humanos o alienígenas, en el interior de un coche pequeño. La capacidad estipulada era para cuatro personas. Las gemelas Carmel habían logrado caber en un asiento; J’merlia estaba agazapado en el suelo, donde podía ver o escuchar muy poco; y tanto Darya Lang como Max Perry habían quedado de pie.

—¿Qué hora es? —preguntó Rebka de pronto—. Me refiero a cuántas horas faltan para la Marea Estival.

—Quince. —La voz de Perry era inexpresiva.

—¿Y entonces qué haremos? No podemos permanecer sentados esperando la muerte. Cualquier cosa sería mejor que eso. Nos resultaría imposible alcanzar el Umbilical, aunque no continúe subiendo. Y no hay ningún sitio sobre Sismo al que podamos ir para estar seguros. ¿Y si nos elevamos todo lo que podemos y tratamos de pasarla dentro de este coche?

Kallik emitió una serie de silbidos roncos que a Darya Lang le sonaron como una burla, mientras Perry salía de sus ensueños y negaba con la cabeza.

—He repasado todas esas ideas hace mucho —dijo con tono funesto—. Sólo nos resta potencia para ocho horas, y eso con una carga normal. Si logramos despegar —cosa que no puedo asegurar con tantos a bordo—, volveremos a descender antes de la Marea Estival Máxima.

—Supongamos que permanecemos aquí sentados hasta que falten cuatro o cinco horas para la Marea Estival —sugirió Rebka—, y entonces despegamos. Estaríamos fuera de la superficie durante lo peor.

—Lo siento. Eso tampoco funcionaría. —Perry dirigió una mirada furiosa a Kallik, quien se sacudía de arriba abajo con un acompañamiento de chasquidos y silbidos—. Nunca lograríamos permanecer en el aire. Los volcanes y terremotos convierten toda la atmósfera en una sola masa de turbulencia. —Se volvió hacia el lo’tfiano—. J’merlia, dile a Kallik que guarde silencio. Ya resulta bastante difícil pensar sin ese ruido.

La hymenopt saltó aún más alto y silbó.

—Sh-sh-shiiip.

—Con gran respeto —dijo J’merlia—, Kallik me pide que les advierta que todos se están olvidando de la nave.

—¿La de Louis Nenda? —preguntó Rebka—. ¿La nave en la que vino Kallik? No sabemos dónde está. De todos modos, Nenda y Atvar H’sial deben de habérsela llevado.

Kallik emitió una serie de silbidos más fuertes y su cuerpo se retorció angustiado.

—No, no. Kallik dice humildemente que está hablando de la Nave de los Sueños Estivales, la que trajo a Sismo a las gemelas Carmel. Sabemos con exactitud dónde se encuentra.

—Pero su propulsor está exhausto —objetó Perry—. Recuerda, Kallik. Lo inspeccionamos tan pronto como la encontramos.

—Un momento, por favor. —J’merlia se abrió paso entre Julius Graves y las gemelas Carmel, hasta que estuvo agazapado cerca de la hymenopt. Los dos gruñeron y silbaron entre ellos durante medio minuto. Finalmente, J’merlia alzó la cabeza y se enderezó—. Kallik se disculpa ante todos por su extrema estupidez, ya que no logró ser lo suficientemente clara cuando examinó la nave. La potencia del Propulsor Bose está agotada, es cierto, y la nave no podría ser utilizada para viajes interestelares. Pero tal vez conserve la suficiente potencia para una travesía local… Tal vez para dar un salto y ponerse en órbita.