Mientras ella miraba ese agujero en el espacio, la Nave de los Sueños ejecutó un vertiginoso giro. Darya escuchó el grito de Hans Rebka, en el asiento del piloto. El brillante chorro violeta de una nave espacial apareció entre las estrellas y avanzó hacia la Nave de los Sueños Estivales.
Al girar la cabeza, Darya vio las líneas contundentes de una embarcación perteneciente a la Comunión Zardalu. En el extremo de la nave se abrieron unas portillas por las cuales aparecieron armas ocultas.
La Nave de los Sueños Estivales era el blanco… Y, a esa distancia, no tenían forma de fallar.
Darya observó, horrorizada, cómo disparaban todas las armas, segura de que la nave se desintegraría a su alrededor. Pero, de forma increíble, los rayos atacantes se desviaban de sus esperadas líneas rectas. Sin tocar a la Nave de los Sueños Estivales, se curvaron en el espacio, atraídos hacia la esfera negra que pendía suspendida sobre su hilo de luz dorada.
Los rayos disparados por la nave permanecieron visibles como brillantes trayectorias en el espacio, uniendo a la embarcación zardalu con el oscuro globo que ascendía. Las líneas curvas se acortaron. La otra nave se acercaba a la distorsionada región oscura, como si la esfera la hubiese arrastrado por los hilos brillantes de las armas.
La nave zardalu no iba por su voluntad. Su propulsor lanzaba un chorro violeta a su máxima intensidad, resistiendo a la peculiaridad oscura de la esfera. Darya pudo percibir la lucha de inmensas fuerzas opuestas.
Y la nave estaba perdiendo. Atrapada en la curvatura del campo, era atraída irresistiblemente hacia la esfera que se elevaba, más y más rápido. A Darya le pareció que la nave zardalu era absorbida por ese vacío negro. Un momento después, la esfera ascendió de forma vertiginosa por el hilo amarillo hasta desaparecer.
Entonces la Nave de los Sueños Estivales siguió su marcha alrededor de Sismo. Gargantúa se hundió bajo el horizonte y con él todo rastro del latiente rayo amarillo.
—No sé si a alguien todavía le importa. —Era la voz lacónica de Rebka, haciendo que Darya volviera a tomar conciencia de dónde estaba—. Pero acabo de mirar el cronómetro. La Marea Estival Máxima tuvo lugar hace unos pocos segundos. Y estamos en órbita.
Darya se volvió para mirar hacia Sismo. Lo único que se veía era la interminable y oscura capa de nubes y, más allá de ellas, sobre el horizonte, la esfera gris azulada de Ópalo.
La Marea Estival. Había pasado y no se había parecido a nada que ella hubiera imaginado. Darya miró a los demás, quienes todavía se frotaban los ojos tendidos en el piso de la nave, y experimentó una enorme frustración. ¡Verlo todo y no comprender nada! Toda la visita a Sismo durante la Marea Estival era un misterio sin resolver, una pérdida de tiempo y de vidas humanas.
—La buena noticia es que hemos entrado en órbita.
—Rebka estaba hablando otra vez. Darya pudo escuchar la fatiga en su voz—. La mala noticia es que la pirueta que acabamos de dar consumió la poca potencia que nos quedaba. Es probable que eso debamos agradecérselo a Louis Nenda y a Atvar H’sial. No tengo idea de lo que ocurrió con la otra nave, ni en realidad me importa. Espero que Nanda y H’sial hayan tenido su merecido, pero en este momento no tengo tiempo para preocuparme por ellos. Estoy preocupado por nosotros. Sin potencia, no podremos aterrizar en Ópalo, en Sismo ni en ninguna otra parte. El comandante Perry está elaborando una trayectoria que nos llevaría a la Estación Intermedia. Si tenemos suerte, tal vez podamos abordar el Umbilical desde allí.
¿Elaborando una trayectoria?, pensó Darya. ¿Cómo puede? Perry no tiene manos, sólo trozos de carne quemada. Pero él lo hará, con o sin manos. Y si su pie estuviese quemado como el mío, caminaría sobre él. También correría, si tuviese que hacerlo. Hans Rebka habla de suerte, pero ellos no han tenido mucha. Tuvieron que fabricarse la suya. Nunca volveré a burlarme del Círculo Phemus. Su gente es sucia, desagradable, pobre y primitiva, pero Rebka, Perry y el resto de ellos poseen algo que hace parecer medio muertas a las personas de la Alianza. Ellos tienen la voluntad de vivir, no importa lo que ocurra.
Y entonces, porque comenzaba a sentirse más relajada y algo lenta en respuesta al fluido anestésico y ligeramente tóxico que Kallik le había inyectado y porque Darya Lang nunca podía dejar de pensar, ni siquiera cuando lo deseaba, su mente le dijo: al Umbilical. Nos dirigimos al Umbilical.
El menor de los artefactos de los Constructores. Ella lo sabía; todos lo sabían. En la escala de los Constructores, esa estructura era insignificante. Pero era hacia allí, al menor de todos los artefactos, y a ese momento, la Marea Estival Máxima, hacia donde habían señalado todos los otros artefactos de los Constructores.
¿Por qué? ¿Por qué no señalar a uno de los artefactos impresionantes como Paradoja, Centinela, Elefante, Capullo o Lupa?
Ése sí que es un misterio, pensó Darya, un rompecabezas que vale la pena examinar. Olvidemos el lío en que nos encontramos y pensemos en eso por un rato. No puedo ayudar a Rebka y a Perry. De todos modos, no necesito hacerlo. Ellos se ocuparán de mí. Así que pensemos.
Pensemos en las dos esferas que emergieron de las profundidades de Sismo. ¿Cuánto tiempo habían estado allí? ¿Por qué estaban allí? ¿Adonde fueron? ¿Por qué eligieron este momento para emerger y por qué la negra se llevó a la nave zardalu consigo?
Las preguntas quedaron sin respuesta. A medida que la ponzoña narcótica de Kallik se esparcía por su torrente sanguíneo, Darya comenzó a sumirse en la inconsciencia. Le quedaba demasiado poco tiempo para pensar. Su concentración había desaparecido junto con su energía, y su cerebro divagaba de un tema a otro. Sólo faltaban momentos para que cayese en el sueño de la droga.
A pesar de todo, en el último instante, en el segundo antes de que su cerebro se desvaneciera en el vacío, Darya tuvo un destello de comprensión. ¡Entendió el significado de Sismo y de la Marea Estival! Supo cuál era su función y tal vez su propio papel en ella. Trató de aferrarse al pensamiento, de fijarlo con firmeza en su memoria.
Era demasiado tarde. Sin dejar de luchar, Darya flotó irresistiblemente hacia el sueño.
23
Rebka despertó como un animal nervioso, saltando bruscamente de un sueño profundo. En ese primer momento sus sentimientos fueron de pánico.
Había cometido el error fatal de permitir que decayese su concentración. ¿Quién pilotaba la nave?
La única persona capacitada para hacerlo era Max Perry, y éste estaba demasiado herido para hacerse cargo de los controles. Podían estrellarse contra Ópalo, volver a caer sobre la superficie de Sismo o perderse para siempre en el espacio.
Entonces, antes de que sus ojos se abrieran, supo que todo debía de estar bien.
Nadie pilotaba la nave. Nadie tenía que hacerlo. Ya no se encontraba en la Nave de los Sueños Estivales… No podía estar allí. Porque no experimentaban una caída libre ni las fuerzas que actuaban eran las violentas y turbulentas del reingreso a la atmósfera. El descenso era uniforme, y la aceleración de una fracción de ge indicaba la presencia de una cápsula que se movía por el Umbilical.
Rebka abrió los ojos y recordó las horas finales de su vuelo. Habían viajado hasta la Estación Intermedia como marineros ebrios, la colección de humanos y alienígenas más lamentable que jamás hubiese visto el sistema Dobelle. Recordaba haberse mordido los labios y los dedos hasta hacerlos sangrar, para obligarse a permanecer despierto y a mantener los ojos abiertos. Había seguido las instrucciones algo incoherentes de Perry lo mejor posible, recorriendo durante cinco largas horas la línea del Umbilical. Con los últimos vestigios de potencia que quedaban en la Nave de los Sueños Estivales, había logrado acoplar en la mayor puerta de la estación.