—La suya puede ser. La mía, no.
—Lo estará, capitán, muy pronto. —El esqueleto sonriente se veía más seguro de sí mismo que nunca.
—Ni siquiera sabe cuál es mi verdadera tarea.
—Ah, claro que lo sé. Fue enviado para averiguar qué le ocurría al comandante Perry, qué lo mantenía en este puesto sin futuro en el sistema Dobelle… y curarlo.
Rebka se dejó caer en un asiento frente a la consola de controles.
—¿Cómo diablos lo averiguó? —Su voz sonaba más confundida que molesta.
—En el lugar obvio… con el comandante Perry. Él tiene sus propios amigos en las oficinas centrales del Círculo Phemus. Supo que había sido enviado aquí.
—Entonces también debe saber que nunca lo averigüé. Se lo he dicho: mi trabajo aún no ha finalizado.
—No es cierto. Su trabajo oficial acabará muy pronto. Verá, capitán, yo sé lo que le ocurrió a Max Perry hace siete años. Lo sospeché antes de que viniéramos a Sismo y lo confirmé al interrogar al comandante bajo el efecto de los sedantes. Sólo tuve que formular las preguntas adecuadas. Y sé qué hacer. Confíe en mí y escuche. —Julius Graves inclinó su largo cuerpo hacia un monitor, extrajo del bolsillo una unidad de datos del tamaño de un terrón de azúcar, y lo insertó en la máquina—. Esto no contiene más que sonido, por supuesto. Pero reconocerá la voz a pesar de que parece más joven. Hice que su memoria volviera atrás siete años. Sólo le enseñaré un fragmento. No se obtiene nada convirtiendo el sufrimiento privado en un hecho público.
… Amy todavía actuaba de forma juguetona, incluso bajo el calor. Reía mientras corría frente a mí hacia el coche que nos llevaría de regreso al Umbilical. Sólo estaba a unos cientos de metros, pero yo comenzaba a cansarme.
—Oye, más despacio. Soy yo quien lleva todo el equipo.
Ella se dio la vuelta riéndose de mí.
—Oh, vamos, Max. Aprende a divertirte un poco. No necesitas nada de eso. Déjalo aquí. Nadie notará que ha desaparecido.
Me hizo sonreír, a pesar del ruido que crecía a nuestro alrededor y del sudor que cubría mi cuerpo. En Sismo hacía calor.
—No puedo hacer eso, Amy… Es propiedad oficial. Debo rendir cuentas de todo. Espérame.
Pero ella sólo rió. Y siguió bailando… más y más sobre el suelo resplandeciente y frágil de la Marea Estival…
… antes de que pudiera acercarme a ella, había desaparecido. Así de simple, en una fracción de segundo. Tragada por Sismo. Lo único que pude llevar de vuelta conmigo fue el dolor…
—Hay más, pero no agrega nada. —Graves detuvo la grabación—. Nada que no pueda adivinar o que deba escuchar. Amy murió en la lava fundida, no en fango hirviente. Max Perry volvió a ver ese resplandor de aire recalentado en la Depresión Pentacline…, pero fue demasiado tarde para salvar a Elena Carmel.
Hans Rebka se alzó de hombros.
—Aunque uno sepa lo que hizo que Max Perry se encerrara en su caparazón, ésa no es la parte más difícil de mi trabajo. Se supone que debo curarlo, y no sé por dónde comenzar.
Rebka sabía que su sensación de fracaso e ineptitud sólo sería pasajera. Era un efecto de la fatiga y la tensión. Pero eso no lo volvía menos real.
Miró uno de los monitores, donde se veía una Eslinga flotando al revés, destrozada por el impacto de inmensas olas. Sólo se veía el fango negro y resbaladizo del cual emergían marañas de raíces. Se preguntó si alguien habría podido sobrevivir cuando la Eslinga se dio la vuelta.
—¿Cómo? —continuó—. ¿Cómo se saca a alguien de una depresión que dura siete años? Yo no lo sé.
—Por supuesto que no. En eso soy yo quien tiene experiencia, no usted. —Graves se volvió abruptamente y se dirigió a la escalera—. Vamos —le dijo—. Es hora de ver qué está ocurriendo en las cubiertas inferiores. Creo que esos molestos alienígenas están planeando un motín, pero por el momento no les prestaremos atención. Ahora debemos hablar de Max Perry.
¿Graves se estaría volviendo loco otra vez? Rebka suspiró. Oh, extrañaba los buenos días, cuando volaba entre las nubes de Sismo y se preguntaba si lograrían sobrevivir a otro segundo de turbulencia. Sin decir nada, siguió al consejero hasta el segundo nivel de la cápsula.
J’merlia y Kallik no estaban a la vista.
—Se lo dije —continuó Graves—. Están en la bodega de carga. Esos dos planean algo, puede estar seguro. Écheme una mano.
Con la ayuda de Rebka, quien no comprendía lo que hacían, el consejero llevó a Max Perry y luego a Geni Carmel hasta el nivel superior de la cápsula. Darya Lang, que todavía murmuraba al borde de la consciencia, fue dejada en su arnés.
Graves colocó a Max Perry y a Geni Carmel en asientos a noventa grados el uno del otro y los fijó en su posición.
—Asegure bien esos arneses —ordenó a Rebka—. Cuídese de no tocar los brazos quemados de Perry…, pero recuerde que no quiero que ninguno de los dos pueda soltarse. Volveré dentro de un minuto. —Hizo un último viaje al nivel inferior. Cuando volvió a aparecer, traía dos hipodérmicas en la mano derecha—. Aunque Darya Lang se está despertando —le dijo—, primero acabemos con esto. No tardaremos mucho. —Inyectó a Perry en el hombro con una jeringa y a Geni Carmel con la otra—. Ahora, podemos comenzar. —Empezó a contar con voz alta.
La inyección para despertar a Max Perry era muy potente. Antes de que Graves contara hasta diez, Perry suspiró, giró la cabeza de un lado al otro y abrió los ojos lentamente. Miró la cabina de la cápsula sin mostrar ningún interés, hasta que su mirada se posó sobre Geni Carmel, que todavía continuaba inconsciente. Entonces gimió y volvió a cerrar los ojos.
—Está despierto —observó Graves con tono reprobatorio—. Así que no vuelva a dormirse. Tengo un problema y necesito su ayuda. —Perry meneó la cabeza; sus ojos permanecieron cerrados—. Estaremos de regreso en Ópalo dentro de unas horas —continuó Graves—. La vida irá volviendo a la normalidad. Yo soy responsable de la rehabilitación de Geni Carmel. Habrá audiencias formales en Shasta y en Miranda, pero no se puede permitir que eso interfiera con el programa de rehabilitación. Este debe comenzar de inmediato. La muerte de Elena vuelve muy difícil el programa. Creo que sería desastroso permitir que Geni volviera a Shasta, con todos los recuerdos de su hermana gemela, antes de que se encuentre encaminada hacia la recuperación. Por otro lado, yo debo volver a Shasta y luego ir a Miranda para la audiencia formal por el genocidio.
Se detuvo. Perry todavía no había abierto los ojos.
Graves se inclinó hacia él y bajó la voz.
—Eso me deja con dos preguntas por responder. ¿Dónde debería comenzar la rehabilitación de Geni Carmel? ¿Y quién supervisará el proceso de rehabilitación si yo no estoy aquí? Ahí es donde necesito su ayuda, comandante. He decidido que el programa de rehabilitación de Geni debería comenzar en Ópalo. Y me propongo nombrarlo su guardián mientras se lleva a cabo.
Al fin Graves había logrado abrirse paso. Perry se enderezó en el arnés. Sus ojos inyectados en sangre se abrieron de par en par.
—¿De qué diablos está hablando?
—Pensaba que había sido lo suficientemente claro. —Graves sonreía—. Permítame decírselo otra vez. Geni permanecerá en Ópalo durante al menos cuatro meses. Usted será responsable de su bienestar mientras se encuentre aquí.
—No puede hacer eso.
—Me temo que se equivoca. Pregúntele al capitán Rebka si duda de mí. En cuestiones como ésta, un miembro del Consejo tiene toda la autoridad para proceder con una rápida rehabilitación. Y cualquiera puede ser puesto al servicio de ello. Eso le incluye a usted.