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Sismo cerca de la Marea Estival. Ante aquellas palabras apareció otra expresión en el rostro de Max Perry. Pena. Culpa. ¿Anhelo tal vez? Podía ser cualquiera de ellas. Rebka lamentó no conocerlo mejor. Sin duda el semblante de Perry revelaba las respuestas a cien preguntas… para aquel que supiera leerlo.

3

Marea estival menos treinta y tres

Hans Rebka había llegado a Dobelle desorientado y furioso. En su camino subluminal, tres días después de abandonar el último Punto de Transición Bose hacia la estación de Ópalo, Darya Lang no tenía espacio para la ira.

Estaba nerviosa; más que nerviosa, estaba asustada.

Durante más de la mitad de su vida, había sido una investigadora científica, una arqueóloga cuya mente se sentía de lo más cómoda siete millones de años en el pasado. Había llevado a cabo el estudio más completo sobre los artefactos de los Constructores, ubicando, escuchando, comparando y catalogando cada uno de los que habían sido descubiertos en territorio de la Cuarta Alianza, al tiempo que registraba los momentos precisos de los cambios en sus apariciones históricas o en sus aparentes funciones. Pero había hecho todo eso de forma pasiva, desde el puerto tranquilo que era su oficina en Puerta Centinela. Ella conocía de memoria las coordenadas de los mil doscientos extraordinarios artefactos esparcidos por todo el brazo espiral y podía explicar todo lo que sabía hasta el momento sobre cada uno de ellos. Pero aparte de Centinela, cuya figura brillante era visible desde su planeta natal, nunca había visto ninguno de ellos.

—¿Por qué no iba a ir? —preguntó cuando el Comité de la Cuarta Alianza en Miranda le envió a su representante. Estaba temblando de tensión y fastidio—. Si la anomalía es de alguien, me pertenece a mí. Fui yo quien la descubrió.

—Eso es cierto. —La delegada Pereira era una mujer pequeña y paciente, con la piel oscura y los ojos dorados. Aunque no parecía intimidatoria, a Darya Lang le resultaba difícil enfrentarla—. Y, después de recibir su informe, lo hemos confirmado con cada artefacto. Nadie trata de negarle el mérito por su descubrimiento. Todos admitimos que es nuestra experta en lo que se refiere a los Constructores y que está sumamente informada sobre su tecnología…

—¡Nadie comprende la tecnología de los Constructores! —Aun en medio de su irritación, Darya no podía dejar pasar eso.

—Me refería a que nadie en la Alianza sabe más. Y repito, como está sumamente informada sobre la tecnología de los Constructores, resulta evidente que es la persona más calificada para investigar la significación de la anomalía. —La voz de la mujer se tornó más suave—. Pero al mismo tiempo, profesora Lang, debe admitir que tiene poca experiencia en viajes interestelares.

—No tengo ninguna, y usted lo sabe. Pero todos, desde usted hasta mi tío Matra, me han dicho que los viajes interestelares ofrecen un riesgo insignificante.

—Profesora, no es el viaje lo que nos preocupa —replicó la delegada suspirando—. Mire a su alrededor. ¿Qué es lo que ve?

Darya alzó la cabeza y observó el jardín. Flores, enredaderas, árboles, el arrullar de los pájaros, los últimos rayos del sol proyectando haces de luz entre el enrejado de la parra… Todo estaba normal. ¿Qué se suponía que debía ver?

—Todo se ve bien.

—Está bien. A eso me refiero. Ha vivido toda su vida en Puerta Centinela. Este mundo es un jardín. Uno de los planetas más ricos y hermosos que conocemos…, mucho más bello que Miranda, donde vivo yo. Pero usted solicita ir a Sismo, a un mundo sucio, deprimente y peligroso, con la loca esperanza de encontrar allí nuevas evidencias sobre los Constructores. ¿Puede darme una sola razón para pensar que Sismo tiene un potencial semejante?

—Usted conoce la respuesta. Mi descubrimiento proporciona esa razón.

—Una anomalía estadística. ¿Quiere soportar la miseria y la incomodidad por consideración a las estadísticas?

—Por supuesto que no. —Darya sentía que la otra mujer la menospreciaba, y eso era algo que no podía soportar—. Nadie quiere estar incómodo. Delegada Pereira, usted admite que en la Cuarta Alianza no hay nadie que sepa más sobre los Constructores que yo. Supongamos que no voy y lo hace alguna otra persona, y que quienquiera que vaya en mi lugar fracasa por falta de conocimientos cuando yo podría haberlo logrado. ¿Cree que alguna vez podría perdonarme a mí misma?

En lugar de responder, Pereira fue hasta la ventana y llamó a Darya Lang con una seña. Entonces señaló el cielo cada vez más oscuro. Centinela brillaba cerca del horizonte, una esfera fulgurante y estriada a doscientos millones de kilómetros de distancia.

—Supongamos que le digo que conozco una forma para atravesar el escudo protector de Centinela y explorar la Pirámide en el centro. ¿Querría ir conmigo?

—Por supuesto. He estudiado a Centinela desde que era una niña. Si estoy en lo cierto, la Pirámide podría contener una biblioteca sobre las ciencias de los Constructores… y tal vez también sobre su historia. Pero nadie sabe cómo atravesar el escudo. Lo hemos estado intentando durante mil años.

—Pero supongamos que podemos hacerlo.

—Entonces querría ir.

—Supongamos que el viaje entrañase peligros y molestias.

—De todos modos querría ir.

La delegada asintió con la cabeza y se sentó. Durante varios segundos guardó silencio mientras la oscuridad continuaba cayendo.

—Muy bien —dijo al fin—. Se dice que usted es una persona lógica, profesora Lang, y me agrada pensar que yo también lo soy. Si está dispuesta a correr los riesgos del escudo de Centinela, y ésos son riesgos desconocidos, tiene derecho a afrontar los peligros menores de Sismo. En cuanto al viaje hacia el sistema Dobelle, los humanos hemos creado el Propulsor Bose y sabemos exactamente cómo funciona. Sabemos cómo utilizar el Sistema Bose. La experiencia es atemorizante en un principio, pero existen pocos peligros. Y tal vez, si puede utilizar ese sistema para explorar la anomalía estadística que usted sola descubrió, logre obtener los medios necesarios para desvelar el secreto de Centinela. No puedo negar esa secuencia lógica. Usted tiene derecho a realizar el viaje. Aprobaré su solicitud.

—Gracias, delegada Pereira.

Con la victoria, Darya sintió un escalofrío que no fue causado por el aire nocturno. Estaba pasando de la agradable teoría al compromiso.

—Pero hay otra cosa. —La voz de Pereira se tornó más dura—. Confío en que no habrá hablado con nadie fuera de la Alianza sobre su descubrimiento de la anomalía.

—No. Con nadie. Sólo lo envié por los conductos normales de información. A nadie más le importaría saberlo. Yo quería…

—Bien. Asegúrese de que eso no se modifique. Para su información, ahora la anomalía está siendo tratada como un secreto oficial de la Cuarta Alianza.

—¡Un secreto! ¡Si cualquiera podría efectuar el mismo análisis que hice yo! ¿Por qué…?

Lang se calmó. Si decía que cualquiera era capaz de hacer el trabajo, podía perder su derecho de propiedad sobre la anomalía… y el viaje a Sismo.

La delegada la miró con el rostro serio y finalmente asintió.

—Recuérdelo, está a punto de embarcarse en un viaje de más de setecientos años luz, en el que traspasará las fronteras de la Alianza. En cierto sentido la envidio. Yo nunca he realizado una travesía semejante. No tengo nada más que decir, excepto desearle el mejor de los viajes y todos los éxitos en su misión.