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Su presentación en Ópalo no era muy prometedora. Ambos hombres eran bajos y delgados… Darya Lang era diez centímetros más alta que cualquiera de ellos. Estaban vestidos con unos uniformes igualmente sucios, con ropas que compartían su aspecto viejo y remendado; a cierta distancia podían haber parecido hermanos, con unos diez años de diferencia entre uno y otro. Cuando estuvo más cerca, pudo notar sus diferencias.

El hombre mayor tenía un aire amigable e informal, junto con un andar que irradiaba confianza. La descolorida insignia de capitán que lucía en el hombro indicaba que era el mayor de los dos en rango además de serlo en edad.

—¿Darya Lang? —dijo en cuanto estuvieron lo suficientemente cerca. Le sonrió y extendió la mano, pero no para estrechársela—. Yo me ocuparé de sus formularios de ingreso. Soy el capitán Rebka.

Agrega «bruscos» a la lista de palabras que describen a los habitantes del Círculo Phemus, pensó. Agrega también «poco aseado» y «castigado» a la descripción física de Rebka. El rostro del hombre tenía una docena de cicatrices, la más notable de las cuales se extendía en una línea doble desde su sien izquierda hasta la punta de su mentón. Sin embargo, el efecto general no era desagradable…, más bien todo lo contrario. Para su sorpresa, Darya percibió el indescriptible cosquilleo de la atracción mutua.

Le entregó los papeles e internamente lo disculpó por las cicatrices y el uniforme sucio. El polvo era sólo superficial, y tal vez Rebka había sufrido alguna desgracia excepcional.

Aunque el hombre más joven se veía igual de sucio y tenía sus propias cicatrices. En algún momento su cuello y un lado de su rostro habían sufrido una terrible quemadura; mostraba un torpe intento de cirugía plástica que nunca hubiese sido aceptado en Puerta Centinela.

Tal vez había sido esa quemadura la que dejara la piel de su rostro carente de flexibilidad. Su expresión era muy diferente a la de Rebka. Mientras que el capitán era jovial y agradable, a pesar de su desaliño y falta de finura, el otro hombre parecía reservado y distante. Su rostro era tenso e inexpresivo, y apenas si parecía consciente de su presencia, a pesar de que Darya se encontraba a menos de dos metros de él. Y, mientras que Rebka mostraba una excelente condición física, el otro tenía un aspecto poco saludable; la apariencia de un hombre que no se alimentaba regularmente ni se preocupaba en lo más mínimo por su propia salud.

Sus ojos parecían discrepar con su rostro joven. Muertos y sin interés por nada, eran los ojos de un hombre que se había apartado de todo el universo. A Darya le pareció poco probable que llegase a causarle problemas.

Justo en el momento en que alcanzaba esa agradable conclusión, el rostro que tenía delante se iluminó, y el hombre le espetó:

—Mi nombre es Perry. Comandante Maxwell Perry. ¿Por qué desea visitar Sismo?

La pregunta destruyó por completo su compostura. Al venir sin la tradicional cortesía que nunca faltaba en las presentaciones de la Alianza, Darya Lang se convenció de que esta gente lo subía… Sabía lo de la anomalía, conocía su papel en el descubrimiento y sabía qué había ido a buscar allí. Darya sintió que su rostro se tornaba rojo.

—El… el Umbilical. —Tuvo que esforzarse para encontrar palabras—. He… he hecho un estudio especial sobre los artefactos de los Constructores; ha sido el trabajo de mi vida. —Se detuvo y se aclaró la garganta—. He leído todo lo que he podido encontrar sobre el Umbilical, pero quiero verlo por mí misma y averiguar cómo funcionan las ligaduras en Ópalo y en Sismo. Y descubrir cómo la Estación Intermedia controla el Umbilical en su movimiento al espacio durante la Marea Estival. —Darya se quedó sin aliento.

Perry permaneció inexpresivo, pero el capitán Rebka tenía una pequeña sonrisa en el rostro. Ella estaba segura de que era capaz de ver a través de sus palabras.

—Profesora Lang. —Rebka estaba leyendo sus papeles de admisión—. No desalentamos a los visitantes. Dobelle necesita todas las fuentes de ingresos que pueda obtener. Pero este momento del año es peligroso en Ópalo y en Sismo.

—Lo sé. He leído respecto a las marejadas de Ópalo y los terremotos de Sismo. —Volvió a aclararse la garganta—. Yo no acostumbro buscar el peligro. —Al menos eso era cierto, pensó con ironía—. Me propongo ser muy cautelosa y tomar todas las precauciones.

—Así que ha leído sobre la Marea Estival. —Perry se volvió hacia Rebka, y Darya Lang percibió una tensión entre los dos hombres—. Al igual que usted, capitán Rebka. Pero leer sobre algo no es lo mismo que experimentarlo. Y ninguno de ustedes parece comprender que esta vez la Marea Estival será diferente a todas las demás que hemos visto.

—Cada vez debe de ser diferente —dijo Rebka con calma. Aunque estaba sonriendo, Darya Lang podía percibir el conflicto. Rebka era el de más edad y el de mayor rango, pero en el tema de la Marea Estival el comandante Perry no aceptaba su autoridad.

—Ésta es excepcional —respondió Perry—. Y tomaremos precauciones excepcionales, incluso en Ópalo. En cuanto a lo que puede ocurrir en Sismo, no tengo la menor idea.

—A pesar de que usted ha vivido media docena de mareas estivales.

Rebka había perdido la sonrisa. Los dos hombres estaban enfrentados en silencio mientras Darya los contemplaba. Ella presentía que el destino de su propia misión dependía de la discusión que estaban manteniendo.

—La Gran Conjunción —anunció Perry después de unos segundos. Por fin escuchó Darya una afirmación que tenía sentido para ella como científica.

Mientras trabajaba en el catálogo de artefactos Lang, había estudiado detalladamente la geometría orbital del sistema Mandel. Sabía que Amaranto, la compañera enana de Mandel, solía alejarse tanto de la primaria que la iluminación que proporcionaba a Dobelle era poco más intensa que la de una estrella. Sin embargo, cada tantos milenios, su movimiento la acercaba mucho más, a menos de un billón de kilómetros de Mandel. Gargantúa, el gigantesco planeta gaseoso que quedaba en el sistema y que se movía en el mismo plano orbital, también tenía su propio punto de aproximación con Mandel.

En Dobelle, la Marea Estival solía ocurrir cuando tanto Gargantúa como Amaranto estaban lejos de Mandel. Pero las tres órbitas se encontraban en un enlace de resonancia. En raras ocasiones, Amaranto y Gargantúa se acercaban juntos a Mandel, en un momento que coincidía con la Marea Estival en Ópalo y Sismo. Y entonces…

—La Gran Conjunción —repitió Perry—. Cuando todo se alinea con el periastro, y en Ópalo y Sismo tanto las marejadas como los terremotos alcanzan su punto máximo. No tenemos idea de cuál será este punto. La Gran Conjunción sólo ocurre una vez cada trescientos cincuenta mil años. La última vez fue mucho antes de que los humanos se establecieran en Dobelle. Para la próxima sólo faltan treinta y tres días…, menos de dos semanas oficiales. Nadie sabe qué ocurrirá con Ópalo y Sismo en esta Marea Estival, pero lo que sí sé es que las fuerzas de las mareas serán devastadoras.

Darya miró el suelo blando bajo sus pies. Tenía la terrible sensación de que la frágil capa de lodo y plantas ya se estaba deshaciendo bajo el asalto de monstruosas mareas. No importaba qué peligros pudiesen aguardar en Sismo; seguramente serían preferibles a permanecer en Ópalo.

—¿Y entonces no estarían más seguros en Sismo? —preguntó.

Perry meneó la cabeza.

—En Ópalo hay una población permanente de más de un millón de personas. Para alguien como usted, que proviene de un mundo de la Alianza, eso puede parecer igual a nada. Pero es mucho para un mundo del Círculo. En mi planeta natal no había ni siquiera un cuarto de esa cifra.

—Y en el mío, menos de un octavo de ella —terció Rebka con suavidad. Nadie permanecía en Teufel si tenía una forma de salir de allí.

—¿Pero conocen la población permanente de Sismo? —Perry los miró a ambos con ira mientras Lang se preguntaba cómo en algún momento lo había considerado tranquilo e impasible—. Es cero —dijo él después de una pausa—. ¡Cero! ¿Les dice eso algo sobre cómo es la vida en Sismo?