—¿Está demasiado cansado mi señor? Si así es, que deje que su criada le cante una canción de cuna de su tierra. Pero si no…
Al demonio con mis preocupaciones. Seguirán ahí. Everard desvió su atención a otra parte y hacia sí mismo.
Cuando el hombre despertó, el muchacho seguía desaparecido. Preguntas discretas revelaron que el día anterior había pasado horas hablando con varios miembros del personal. Admitían que era inquisitivo y agradable. Después había salido, y nadie lo había visto desde entonces.
Probablemente se impacientó y fue a gastarse lo que le di en vino y prostíbulos. Una pena. A pesar de su estilo pícaro, pensé que era básicamente de fiar, y pretendía hacer algo q u e le diese la oportunidad de una vida mejor.
No importa. Tengo que preocuparme de los asuntos de la Patrulla.
Everard se excusó de posteriores actividades y fue solo a la ciudad. Yael apareció mientras un contratado le dejaba entrar en casa de Zakarbaal. Le sentaba muy bien el estilo de vestir y peinar de los fenicios, pero él estaba demasiado preocupado para apreciarlo. La misma intensidad se apreciaba en los rasgos de ella.
—Por aquí —dijo, desacostumbradamente brusca y lo llevó a las cámaras interiores.
Su marido estaba sentado frente a una mesa de conferencias con un hombre de gran barba y rostro marcado cuyo vestido difería en muchos aspectos de la moda local masculina.
—Oh, Manse —exclamó Chaim—. Qué alivio. Me preguntaba si debía enviar a buscarte. —Cambió al temporal—: Agente Manson Everard, No asignado, permítame presentarle a Epsilon Korten, director de la base de Jerusalén.
El otro hombre se puso en pie con gesto militar y saludó.
—Es un honor, señor —dijo.
Sin embargo, su rango no estaba muy por debajo del de Everard. Era responsable de las actividades temporales por las tierras hebreas, entre el nacimiento de David y la caída de Judá. Tiro podía ser más importante en la historia secular, pero nunca atraería ni a la décima parte de los visitantes del futuro que conseguía Jerusalén y sus alrededores. El puesto que ocupaba indicó inmediatamente a Everard que se trataba de un hombre de acción y de un cuidadoso estudioso.
—Haré que Hanai traiga refrescos, y luego diré al personal que se aleje de aquí y que no permita que entre nadie —propuso Yael.
Everard y Korten pasaron varios minutos conociéndose. Korten había nacido en el siglo XXIX en Nueva Edom, Marte. Aunque no se jactaba de ello, Everard se enteró de que sus análisis informáticos de antiguos textos semíticos habían ido acompañados de actuaciones como astronauta en la Segunda Guerra de los Asteroides, hechos por los que llamó la atención de los reclutadores de la Patrulla. Lo sondearon, le hicieron participar en las pruebas que demostraron que era de confianza, revelaron la existencia de la organización, aceptó su alistamiento, lo entrenaron… el procedimiento habitual. Lo que era menos habitual era su nivel de competencia. En muchos aspectos, su trabajo era más exigente que el de Everard.
—Comprenderá que para mi oficina esta situación es especialmente alarmante —dijo una vez que los cuatro estuvieron sentados—. Si Tiro es destruida, puede que Europa tarde décadas en notar los efectos importantes, el resto del mundo siglos… milenios en América y Australasia. Pero será una catástrofe para el reino de Salomón. Sin el apoyo de Hiram y el prestigio que le otorga, probablemente no podrá mantener juntas a las tribus durante mucho tiempo; y sin Tiro a sus espaldas, los filisteos no tardarán en buscar venganza. El judaísmo, el monoteísmo yahvítico, es nuevo y frágil, todavía medio pagano. Mi extrapolación es que tampoco sobreviviría. Yahvé se hundirá para convertirse en un personaje más en un panteón tosco y mutable.
—Y por ahí se pierde mucho de la civilización clásica —añadió Everard—. El judaísmo influyó en la filosofía así como en los acontecimientos entre los griegos alejandrinos y los romanos. Evidentemente, no habrá cristianismo, y por tanto tampoco civilización occidental, o bizantina, o cualquiera de sus sucesoras. No hay forma de saber lo que surgirá en su lugar. —Pensó en otro mundo alterado que había ayudado a abortar, y le dolió una herida que llevaría durante toda la vida.
—Sí, claro —dijo Korten con impaciencia—. La cuestión es que, vale que los recursos de la Patrulla son finitos, y sí, están muy dispersos por un continuo que tiene muchos nexos tan críticos como éste, pero no creo que deba concentrar todos sus recursos disponibles en rescatar Tiro. Si eso sucede, y fracasamos, todo está perdido; las posibilidades de restaurar el mundo original se hacen infinitesimalmente pequeñas. No, mejor establezcamos una reserva fuerte, personal organización, planes en Jerusalén, una lista para minimizar los efectos allí. Cuanto menos sufra el reino de Salomón, menos potente será el vórtice de cambio. Eso nos daría mayores posibilidades de reducirlo por completo.
—¿Propone desentenderse de Tiro? —preguntó Yael, consternada.
—No, claro que no. Pero quiero que tengamos alguna seguridad contra su pérdida.
—Eso sí es jugar mucho con la historia. —El tono de Chaim era inestable.
—Lo sé. Pero las situaciones extremas requieren medidas extremas. Vine primero aquí a discutirlo con ustedes, pero sepan que tengo intención de defender esa política en el escalafón más alto. —Korten se volvió hacia Everard—. Señor, lamento la necesidad de reducir aún más los limitados recursos que tiene a su disposición, pero mi juicio es que así debe ser.
—No son limitados —gruñó el americano—, son completamente ridículos. —Después del examen preliminar, ¿a quién ha enviado la Patrulla aquí aparte de a mí?
¿Significa eso que los danelianos saben que voy a triunfar? ¿O significa que están de acuerdo con Korten… o que incluso Tiro está ya condenada? Si fallo… si muero…
Se enderezó, buscó pipa y tabaco en la bolsa y dijo:
—Dama y caballeros, esto podría convertirse fácilmente en una discusión a gritos. Hablemos como personas razonables. Lo primero es reunir los hechos que tengamos y examinarlos. No es que haya conseguido muchos.
El debate duró horas.
Era ya entrada la tarde cuando Yael propuso una pausa para comer.
—Gracias —dijo Everard—, pero creo que preferiría volver al palacio. En caso contrario, Hiram podría sospechar que estoy holgazaneando a sus expensas. Volveré mañana, ¿vale?
La verdad es que no sentía apetito para la gran comida del día, cordero asado o lo que fuese. Prefería tomar una rebanada de pan y un trozo de queso de cabra en cualquier puesto de comida, mientras intentaba meditar sobre ese nuevo problema. (De nuevo gracias a la tecnología. Sin los microbios protectores alterados genéticamente que los médicos de la Patrulla le habían implantado, nunca se hubiese atrevido a tomar comida local que no estuviese quemada por completo. Y vacunas para todas las enfermedades que recorrían los siglos hubiesen sobrecargado hacía tiempo su sistema inmunológico.)
Al estilo del siglo XX, dio la mano a todos. Korten podía estar equivocado, o podía no estarlo, pero era agradable, capaz y tenía buenas intenciones.
Everard salió a una calle que rumiaba y hervía bajo el sol.
Pum lo esperaba.
Se levantó con menos exuberancia que antes. La cara del joven demostraba una seria preocupación.
—Amo —dijo—, ¿podemos hablar en un lugar tranquilo?
Encontraron una taberna donde eran los únicos clientes. En realidad, era una techo inclinado que cubría una pequeña zona con cojines; te sentabas con las piernas cruzadas y el tabernero traía copas de vino del interior de su casa. Everard le pagó con cuentas, después de un desganado regateo. El tráfico a pie pasaba en ríos por la calle en el que se encontraba el puesto, pero a esa hora los hombres normalmente tenían prisa. Allí se relajarían, los que pudiesen permitírselo, cuando las frías sombras cayesen sobre las murallas.