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Con el tiempo ese cable nos traería problemas, siempre lo dije. Pero ustedes no, se pirraban por el cable. Lo único que le reprochaban era su lentitud. Decían: Tardas menos en llegar a la Tierra que a Clarke. Y es cierto, y ridículo. Pero no querían reconocer que nos traería problemas.

¡Camarero, eh, camarero! Tequila para todos y unas rodajas de lima. Estábamos trabajando en el Enchufe cuando bajaron; en la cámara interior no se pudo hacer nada, pero el Enchufe es un edificio muy grande. No sé si venían con un plan inadecuado o si no tenían ningún plan, pero cuando la tercera de sus cabinas llegó, el Enchufe estaba sellado y eran los orgullosos señores de un callejón sin salida de treinta y siete mil kilómetros. Fue una estupidez. Una pesadilla; esos perros salían siempre de noche y parecían lobos, sólo que más rápidos. Y se tiraban al cuello. Una plaga de perros rabiosos, tío, una pesadilla. Igual que en dos mil ciento veintiocho, no sé si sería verdad o no, pero allí estaban, policía terrana en Sheffield, y cuando la gente se enteró se echó a las calles. Yo soy bajito y muchas veces acababa con la cara aplastada contra la espalda de alguien o los pechos de una mujer. Me enteré por la vecina del apartamento de al lado cinco minutos después de que sucediera, a ella se lo había contado una amiga que vivía cerca del Enchufe. La respuesta de la población fue rápida y tumultuosa. Las tropas de asalto de la UN no sabían qué hacer con nosotros; un destacamento intentó tomar Hartz Plaza, pero no pudieron. Ese perro rabioso echando espumarajos que se me tiró al cuello, fue una condenada pesadilla. Los empujamos hasta el Parque del Borde y las jodidas tropas de la nave espacial no habrían podido dar un paso sin masacrar a miles de personas. Gente en las calles, eso es lo único que temen los gobiernos. Bueno, y también el final de los mandatos. ¡O las elecciones libres! O el asesinato político. O que se rían de ellos. Todas las ciudades importantes estaban en comunicación y en todas había tumultos en las calles. Estábamos en Lasswitz y todos fueron al parque del río con velas encendidas, y las cámaras tomaron una panorámica desde el Mirador y mostraron ese mar de velas, fue estupendo. Y Sax y Ann uno al lado del otro, algo sorprendente, increíble.

¡Seguramente los de la UN se cagaron de miedo al oírlos decir la parte del otro! La UN debió pensar que teníamos algún aparato de transferencia cerebral. Lo que más me gustó fue cuando Peter convocó nuevas elecciones para elegir a los líderes del partido rojo y desafió a Irishka a celebrarlas en ese momento a través de las consolas de muñeca. En resumen, un mano a mano, porque si Irishka se hubiese negado, eso habría acabado con ella, así que se vio obligada a aceptar. Deberías haberle visto la cara. Estábamos en Sabishii cuando nos enteramos, y cuando Peter ganó nos volvimos locos, Sabishii se convirtió en una fiesta. Y Senzeni Na, Nilokeras, La Puerta del Infierno y la Estación Argyre, tenías que haberlos visto. Un momento, el resultado fue sesenta a cuarenta, y en la Estación Argyre la cosa se salió de madre porque había muchos partidarios de Irishka con ganas de pelea. Fue Irishka quien salvó la cuenca de Argyre y los puntos secos bajos que quedan en el planeta, no lo olvides. Peter Clayborne es un viejo nisei que nunca ha hecho nada.

¡Camarero! Cerveza para todos, weiss beer, bitte. Así que llevó comida a esos pequeños terranos, ¿eh? No tenía ni idea. Nirgal estrechándoles las manos a todos. Y el doctor dice: ¿Cómo sabe que padece el declive súbito? Fue una condenada pesadilla. Fue una sorpresa ver a Ann trabajando con Sax, aquello parecía una traición. Pero pensándolo bien, no era para sorprenderse. Viajaban y lo hacían todo juntos, debían de haber estado en Venus. Los Pardos, los Azules, qué tontería. Deberíamos haber hecho algo así hace mucho tiempo. Bueno, para qué preocuparse, pronto la palmarán, dentro de diez años no quedará ni uno. No estés tan seguro de eso, ni tan ufano, sólo eres unos cuantos años más joven que ellos, idiota. Fue una semana muy interesante, dormíamos en los parques y la gente se mostraba muy amable. Werteswandel, lo llaman los alemanes. Ésos tienen palabras para todo. Tenía que ocurrir, eso es la evolución. Todos somos mutantes a estas alturas. Habla por ti, chico. Habla con el camarero. ¡Seis años! Es una buena noticia, me sorprende ver que estás sobrio. ¡Oh, yo no, ja, ja, ja, yo no! El pequeño pueblo rojo andando por ahí a lomos de hormigas rojas, creo que nos están ayudando, ¡paf!, han caído por el borde, esperemos que sean hormigas voladoras. No me extraña que haya encontrado tantas hormigas. Y el hombre dice: Bueno, doctor… Ya, ¿y qué más? Ése es el final del chiste, atontado, sólo le da tiempo a decir: Bueno, doctor, y se muere. Declive súbito, ¿lo captas? Ah, claro, ya entiendo, ja, ja. Muy divertido. Pero no vale la pena acalorarse por eso. Siempre que se tiene que apretar a alguien para que te ría un chiste hay que considerar que no es muy logrado. Vete al cuerno. Ni inteligente. En fin, allí estábamos cuando las tropas decidieron regresar al Enchufe. Lo hicieron con corrección, no creas, se pusieron en fila detrás de una pequeña carretilla eléctrica del hotel a la que habían echado el guante y todos nos apartamos un poco para dejarlos pasar, y mientras pasaban la gente les estrechaba las manos, como si todos fueran Nirgal, y a algunos les pedían que se quedaran. O los besaban en las mejillas. Fueron derechitos al Enchufe. ¿Y por qué no, si se han salido con la suya y nos han amenazado sin que el condenado gobierno traidor les plantara cara? Ese bufón no parece comprender los principios del juego. ¿Por qué? Eh, ¿quién demonios eres tú? Soy un forastero. ¿Qué? ¿qué? Perdone, señorita, ¿podría traernos otra ronda de kava? Pues, aún estamos intentando distribuirlas, pero no hemos tenido suerte. No me traiga Fassnacht, odio la Fassnacht, es el peor día del año para mí, asesinaron a Boone en Fassnacht, bombardearon Dresde en Fassnacht. El diablo tiene que expiar infinidad de males. Navegaban por el golfo de Chryse cuando un aullador levantó su barco y lo arrastro hasta las Montañas Cydonia. Una experiencia como ésa tiene que unir mucho. Oh, por favor, ¿quién es ese tipo? No es para tanto, cada semana el viento arrastra algún dirigible y lo sacude un poco. Ese mismo aullador nos atrapó a nosotros, cerca de Santorini, y el agua estaba hecha añicos hasta una profundidad de diez metros, y no bromeo. La IA del barco en el que navegábamos se asustó y nos llevó al fondo, justo encima de otro barco que ya estaba allí. Chocamos violentamente y fue como si hubiera llegado el fin del mundo: todo oscuro, la IA medio loca, muertos de miedo, te lo juro. Seguramente se rompió. Yo desde luego me rompí la clavícula. Son diez cequíes, gracias. Esos aulladores son peligrosos. Una vez, estando en el Mirador de Echus, nos atrapó uno y tuvimos que tendernos en el suelo. Me sujeté las gafas porque si no habrían salido volando. Los coches saltaban como pulgas. En el puerto no quedó ni un barco, fue como si un niño tomara su puerto de juguete y lo arrojara al otro lado de la habitación. También yo experimenté la furia de esa tormenta. Estaba visitando el barco-ciudad Ascensión en el mar del Norte, cerca de la isla Korolev. Eh, ahí es donde Witt Fort practica el surf. Sí, por lo que tengo entendido allí es donde las olas marcianas alcanzan mayor altura, y durante esa tormenta se alzaron cien metros, desde el seno hasta la cresta, y no exagero. Olas mucho más altas que los costados del barco-ciudad, que en medio de aquellas espantosas colinas negras parecía un bote salvavidas. Los animales estaban inquietos. Y para colmo el oleaje nos arrastraba hacia el extremo sur de Korolev. Las olas saltaban el cabo. De manera que cada vez que subíamos la gigantesca pared de una ola, el piloto del Ascensión viraba al sur y se deslizaba sobre la cresta un trecho, hasta que volvía a descender. A medida que nos aproximábamos al extremo de la isla las olas eran mayores y más empinadas, basculaban de derecha a izquierda y se estrellaban contra el arrecife cercano a la costa. En la última ola el Ascensión, gracias a una hábil maniobra del piloto, que hizo deslizarse a la ciudad sobre la cresta como si hiciera surf, nos libramos de dar contra aquellos arrecifes y dejamos atrás la isla. Y el doctor dice: ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo? Fue tan hermoso, un momento para el recuerdo. Voy a recuperar mi inversión y retirarme, las cosas ya no son como antes. Ésos son criminales. Me enteré de que ella había partido en una nave estelar, eso me dijeron. ¿Tú la viste? Tendrás que conseguirte un traductor mejor, no lo he dicho. No importa, doctor, me siento mejor. ¿Qué clase de cacharro es ése?