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—Así que en este punto es democracia contra capitalismo, amigos, y nosotros, que nos encontramos aquí en esta avanzada fronteriza del mundo humano, quizá estemos mejor preparados que nadie para comprenderlo y librar esta batalla global. Aquí hay tierra vacía, aquí los recursos son raros y escasos, y vamos a ser arrastrados a la batalla y no podemos negarnos, somos uno de los premios en juego y nuestro destino será decidido por lo que acontezca a toda la humanidad. Será mejor pues que nos unamos por el bien común, por Marte y por nosotros y por toda la gente en la tierra y por las siete generaciones. Va a ser difícil, va a llevar años, y cuanto más fuertes seamos más posibilidades tendremos, y por eso estoy tan contento de ver ese ardiente meteorito en el cielo bombeando la matriz de la vida en nuestro mundo, y por eso estoy tan feliz de veros a todos aquí celebrándolo, un congreso representativo de todo lo que amo en este mundo, pero, mirad, me parece que esa banda de tambores está preparada para tocar, ¿no lo creéis? —gritos de confirmación—, de modo que ¿por qué no empezáis y bailamos hasta que amanezca y la mañana nos disperse por los vientos y por los flancos de esta gran montaña, para llevar el don a todas partes?

Vítores exaltados. La banda de tambores de magnesio los elevó con un frenesí de golpes en staccato, y la multitud se puso de nuevo en movimiento.

Estuvieron de fiesta toda la noche. John fue de tienda en tienda, estrechó manos y abrazó a la gente.

—Gracias, gracias, gracias. No lo sé, no recuerdo lo que dije. Pero esto es lo que he querido decir, siempre, esto de aquí —Sus viejos amigos se rieron de él. Sax, que bebía café y parecía muy relajado, le dijo:

—Sincretismo, ¿verdad? Muy interesante, muy bien expuesto… —y exhibió la más leve de las sonrisas. Maya lo besó, Vlad y Úrsula y Nadia lo besaron; Arkadi lo alzó y con un gran rugido lo hizo dar vueltas en el aire, y le plantó un peludo beso en cada mejilla y gritó—: Eh, John, ¿podrías repetirlo, por favor? —riendo entre dientes—. ¡Me asombras, John, siempre me asombras! —e Hiroko, con su sonrisa secreta, junto a Michel e Iwao…

—Creo que esto es a lo que Maslow se refería con el término de experiencia pico —dijo Michel, e Iwao gruñó y le dio un codazo, mientras Hiroko alargaba la mano y tocaba a John con el dedo índice, como si quisiera transmitirle un cierto toque vivificante, un poder, un don.

Al día siguiente ordenaron y empaquetaron los restos de la fiesta y desarmaron las tiendas, pero dejaron las terrazas de losas: un collar de esmalte tabicado adornando la ladera del viejo volcán negro. Se despidieron de las dotaciones de los dirigibles, que descendieron por la pendiente como globos que se escapan de la mano de un niño; los de color arena de la colonia oculta desaparecieron muy pronto.

Mientras se metía en el rover con Maya, John se despidió, y bordearon el Monte Olimpo acompañados por otros rovers en los que iban Arkadi y Nadia, y Ann y Simón y su hijo Peter. En un momento John dijo:

—Tenemos que hablar con Helmut, y conseguir que la UN nos acepte como portavoces de la población local. Y tenemos que presentarle a la UN un borrador del tratado revisado. Alrededor de Ls noventa tengo proyectado asistir a la inauguración de una nueva ciudad-tienda al este de Tharsis. Se supone que Helmut irá, ¿podríamos reunimos entonces?

Sólo unos pocos podrían ir, pero se los nombró delegados del resto, y se aceptó el plan. Después, conectados con todas las caravanas y dirigibles, hablaron del borrador del tratado. Al dia siguiente llegaron a la rampa que bajaba por el acantilado septentrional, y de allí partieron en direcciones diferentes.