—¡Ha sido una fiesta estupenda! —les dijo John por radio—. ¡Os veré en la próxima!
Mientras estaban allí parados, pasaron los sufíes; saludaron con las manos por las ventanillas y se despidieron por radio. John reconoció la voz de la mujer mayor que lo había atendido después de la danza en la tormenta; mientras él saludaba, ella habló por radio:
—Bien sea en este mundo o en aquél, más allá nos llevará tu amistad.
SEXTA PARTE
Armas bajo la mesa
El día que asesinaron a John Boone estábamos arriba, en Elysium este, y era de mañana, y una lluvia de meteoritos cayó sobre nosotros, y había unas treinta estelas en el, y todas eran negras, no sé de qué estaban hechos esos meteoritos, pero ardían con un humo negro en vez de blanco, como el humo que sale de los aviones que caen a tierra. Era un espectáculo tan sorprendente que nos quedamos boquiabiertos y aún no conocíamos las noticias, pero luego echamos cuentas y había sucedido exactamente al mismo tiempo.
Estábamos abajo, en la Ciudad del Lago en Hellas, y el cielo se oscureció y un viento súbito azotó la superficie del lago y se llevó todos los tubos peatonales de la ciudad, y entonces nos enteramos.
Estábamos en Senzeni Na, donde él había trabajado tanto, y era de noche y los rayos empezaron a martillear sobre nosotros, rayos gigantescos que eran disparados justo en el agujero entre la corteza y el manto, nadie podía creerlo, y había tanto ruido que no se oía lo que decíamos. Y había una foto de él en los cuarteles de los trabajadores, en la pared de un vestíbulo, y un rayo golpeó contra la ventana del bulevar y todo el mundo quedó ciego durante un segundo, y cuando nos recuperamos, el marco estaba destrozado y el cristal resquebrajado y humeante. Y entonces nos enteramos de las noticias.
Estábamos en Carr y no podíamos creerlo. Aquellos de los primeros cien que estaban allí lloraban. Arkadi estaba como loco, lloró durante horas y eso fue muy conmovedor porque no era habitual en él, y Nadia trataba de confortarlo Esta bien, está bien y Arkadi decía No está bien, no está bien, y tiraba cosas y luego volvía a caer en los brazos de Nadia; también ella parecía enloquecida. Y entonces él se fue corriendo a su cuarto y regresó con uno de los transmisores de ignición, y cuando le explicó qué era, Nadia se puso furiosa con todos nosotros, y dijo; ¿Porqué tendrías que hacerlo? Y Arkadi lloraba y tiritaba ¿Porqué? ¡Por esto, por lo que acaba de pasarle a John, lo han matado, lo han matado! ¡Quién sabe cuál será el próximo! ¡Nos matarán a todas si pueden!Por favor, Nadia, por favor, sólo por si acaso, sólo por si acaso, por favor, hasta que por último ella tuvo que guardarlo para que se calmase. Nunca vi nada igual.
Estábamos en la Colina Subterranea y la energía se cortó, y cuando volvió todas las plantas de la granja se habían congelado. Las luces y el calor se activaron de nuevo y las plantas empezaron a marchitarse. Nos quedamos toda la noche levantados contando historias sobre John. Recordé cómo me había sentido cuando pisó el planeta por primera vez, allá por los años veinte, muchos lo recordábamos. Creo que todos nos enamoramos de él en ese instante, quiero decir cómo no te iba a gustar alguien que era la primera persona en pisar otro planeta y que se daba una vuelta por allí y decía Bueno, aquí estamos. Era imposible que no te cayera bien.
Oh no sé. Una vez vi que le daba un puñetazo a un hombre, fue en el tren de Burroughs y él venía en nuestro vagón evidentemente colocado, y había una mujer que tenía alguna deformidad, una cara con una nariz grande y sin barbilla, y cuando se fue a los servicios un tipo dijo Dios mío, a esa mujer sí que le ha tocado una sobredosis de la varita de la fealdad, y Boom ¡bam! lo derriba en el asiento de al lado y dice: No hay mujeres feas.
Eso es lo que él pensaba.
Eso es lo que él pensaba, y por eso dormía con una mujer distinta cada noche, y no le importaba el aspecto que tuvieran. Ni la edad; tuvo que apresurarse a dar explicaciones cuando lo encontraron con aquella joven de quince años. Supongo que Toitovna jamás se enteró o le habría arrancado las pelotas, y cientos de mujeres se habrían quedado con las ganas. Le gustaba hacerlo en planeador biplaza; el pilotando y con la mujer encima.
Caramba, una vez lo vi sacar un planeador de una comente que habría matado a cualquier otro, era un viento caliente que lo habría despedazado si hubiera intentado resistirse; pero él se dejó llevar y el avión descendió mil metros en un segundo, a tres o cuatro veces la velocidad terminal, y justo cuando estaba a punto de aplastarse contra el suelo, viro de lado y subió y lo descendió en un espado de unos veinte metros. Salió con la nariz y los oídos sangrando. Era el mejor piloto de Marte, volaba como un ángel. Demonios, todos los primeros cien habrían muerto si él no hubiera pilotado la, inserción orbital.
Eso hacia que la gente que lo odiara. Y con buenos motivos. Se opuso a que construyeran la mezquita en Fobos. Y podía ser cruel, jamás conocí a un hombre más arrogante.
Estábamos en el Monte Olimpo y el ciclo se oscureció.
Bueno, antes del comienzo, Paul Bunyan vino a Marte, y con él se trajo a Babe, un buey azul. Echó a caminar en busca de madera y cada pisada suya agrietaba la lava y dejaba la fisura de un cañón. Era tan alto que llegaba hasta el cinturón de asteroides mientras caminaba, y se comía esas rocas como si fueran cerezas y al escupir los huesos, pum, se formaba otro cráter.
Y entonces tropezó con el Gran Hombre. Era la primera vez que Paul veía a alguien más grande que él y, creedme, el Gran Hombre era mucho mayor… del orden de dos magnitudes, y aún eso no explica ni la mitad de lo grande que era. Pero a Paul Bunyan no le importaba. Cuando el Gran Hombre dijo Veamos qué puedes hacer con tu hacha, Paul respondió Ahora mismo, y con un solo golpe aporreó el planeta con tanta fuerza que todas las grietas de Noctis aparecieron en el acto. Pero entonces el Gran Hombre rascó el mismo punto con un palillo de dientes, y abrió todo el sistema Manneris. Probemos con los puños, dijo Paul, y lanzó un gancho de derecha sobre el hemisferio austral y ahí apareció Argyre. Pero el Gran Hombre tocó con el meñique un punto próximo y ahí apareció Hellas. Prueba escupiendo, sugirió el Gran Hombre, y Paul escupió y Nirgal Vallis corrió tan largo como el Mississippi. Pero el Gran Hombre escupió y todos los grandes canales de inundación fluyeron de inmediato. ¡Prueba cagar! dijo el Gran Hombre, y Paul se acuclilló y expulsó Ceraunius Tholus… pero el Gran Hombre echó hacia atrás sus posaderas y justo al lado apareció el macizo Elysium, humeante. Haz lo que quieras, sugirió el Gran Hombre. Inténtalo conmigo. Y Paul Bunyan levantó por el pie toda aquella inmensa mole y lo estrelló contra el Polo Norte con tanta violencia que hasta la fecha todo ese hemisferio boreal está aplastado. Pero sin siquiera levantarse, el Gran Hombre tomó a Paul por el tobillo y con el mismo puño atrapó a Babe, el buey azul, y los golpeó contra el planeta y casi los hizo salir por la Protuberancia de Tharsis, la figura de Paul quedo marcada, Ascraeus la nariz, Pavonis el pene y Arsia los pies enormes. Y Babe está a un lado, levantando el Monte Olimpo. El golpe mató a Babe y a Paul Bunyan, y después de eso Paul tuvo que reconocer que lo habían vencido.