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Y sería tan fácil infiltrar un espía entre esos nuevos asistentes. A Maya le costaba mucho confiar en ellos a veces. ¿Serían todos ellos lo que afirmaban ser? Era imposible estar seguro. Una noche, en una reunión con mucha gente nueva, sentado delante había un joven cuyo aspecto inquietó a Maya. Después de la sesión, muy poco inspirada, ella salió con los amigos de Spencer, volvió directamente al apartamento y se lo mencionó a Michel.

—No te preocupes —dijo él.

—¿Qué quieres decir con eso? El se encogió de hombros.

—Los miembros se siguen la pista. Y el equipo de Spencer se está armado.

—Nunca me lo dijiste.

—Pensé que lo sabías.

—Vamos, Michel, no me trates como si fuera tonta.

—No lo hago, Maya. En fin, es todo lo que podemos hacer, a menos que nos escondamos.

—¡No estoy proponiendo que lo hagamos! ¿Es que crees que soy una cobarde?

Una expresión agria cruzó el rostro de Michel, y dijo algo en francés. Entonces respiró hondo y le lanzó en francés uno de sus insultos. Pero Maya recordó que él había decidido que las peleas eran buenas para ella y catárticas para él, de modo que podían utilizarse, cuando eran inevitables, como método terapéutico. Y eso era intolerable. Era manipularla. Sin pensar en nada más Maya entró en la cocina, tomó un cazo de cobre y se lo arrojó á Michel, a quien la sorpresa apenas le permitió esquivarlo.

—Putaine! —rugió—. Pourquoi ce fa? Pourquoi?

—No me gusta que me traten como a una niña —contestó ella, satisfecha porque él estaba enfadado de verdad, pero aún furiosa—.

Maldito matasanos, si no fueses tan malo en tu trabajo los Primeros Cien al completo no se habrían vuelto locos y este mundo no estaría tan fastidiado. Es todo culpa tuya. —Y salió dando un portazo. Fue hasta el café para cavilar sobre la desgracia que era tener un psiquiatra como compañero, y también sobre su intolerable comportamiento; tan reacio al control. Esa vez él no fue a reunirse con ella, aunque Maya se quedó hasta la hora de cerrar.

Y entonces, poco después de que volviera a casa y se tendiera en el sofá y se quedara dormida, se oyó un golpe en la puerta, con una urgencia que los asustó. Michel corrió y observó por la mirilla. Abrió. Era Marina.

Se sentó pesadamente en el sofá junto a Maya, y tomándole las manos con sus manos temblorosas dijo:

—Tomaron Sabishii. Las fuerzas de seguridad. Hiroko y su círculo de allegados estaba de visita. También estaban todos los del sur que se habían refugiado allí después de los asaltos. Y Coyote. Todos allí, Nanao, Etsu, y los issei…

—¿Se resistieron? —preguntó Maya.

—Lo intentaron. Mataron a muchos en la estación. Eso los detuvo un tiempo, y creo que algunos pudieron llegar al laberinto. Pero habían rodeado toda la zona y entraron por las paredes tienda. Fue igual que en Cairo en el sesenta y uno, lo juro.

De pronto se echó a llorar, y Michel también se sentó a su lado. Marina se cubrió la cara con las manos y sollozo. Propió de su carácter, por lo general austero, que en la realidad de las noticias que traía se reveló en toda su crudeza.

Marina se seco los ojos y la nariz. Michel le dio un pañuelo. Continuo con más calma:

—Me temo que hayan asesinado a muchos. Yo estaba fuera con Vlad y Ursula, en una de las cavernas, y nos quedamos allí tres días. Luego fuimos a uno de los garajes ocultos y salimos en rovers roca. Vlad fue a Burroughs y Ursula a Elysium. Intentamos comunicarnos con los miembros de los Primeros Cien, especialmente con Sax y Nadia.

Maya se levantó y fue a vestirse. Después salió al corredor y llamó a la puerta de Spencer. Regresó a la cocina y puso a calentar agua para el te evitando mirar la fotografía de Frank, que la miraba como diciéndole: Te lo dije. Así funcionan las cosas. Llevó unas tazas al comedor y descubrió que las manos le temblaban tanto que el líquido caliente se derramaba. Michel estaba pálido y sudoroso, y no escuchaba lo que Marina decía. Era natural. Si el grupo de Hiroko estaba allí, eso significaba que toda la familia de Michel había desaparecido, capturados o asesinados. Maya les alcanzó las tazas, y luego llegó Spencer y se lo contaron todo. Maya sacó una manta y se la puso sobre los hombros a Michel, reprochándose lo poco oportuno de su ataque unas horas antes. Se sentó junto a él, apretándole el muslo, tratando de expresar con aquel contacto que estaba allí, que ella también era su familia y que ya se habían acabado sus juegos: nunca más lo trataría como a una mascota o un saco de arena… Tratando de decirle que lo amaba. Pero el muslo de Michel era como cerámica tibia, y él no notaba la mano de ella, apenas era consciente de su presencia. Y a Maya se le ocurrió que era precisamente en los momentos de mayor necesidad cuando uno podía hacer menos por el otro.

Se levantó y le sirvió un poco de té a Spencer, evitando mirar la fotografía o la pálida imagen de su cara reflejada en la oscura ventana de la cocina, la cansada y desolada mirada de buitre que ella no podía sostener. No se puede mirar atrás.

Por el momento no podían hacer más que sentarse y esperar a que la noche acabara. Y tratar de digerir las noticias, de sobrellevarlas. Así que se sentaron, hablaron, escucharon a Marina contar lo sucedido con más detalle. Hicieron varias llamadas por las líneas de Praxis tratando de averiguar algo más. Allí siguieron, silenciosos, encerrados en sus propias reflexiones, en sus universos solitarios. Los minutos transcurrieron como horas, las horas como años: el tiempo infernal de una vigilia, el más antiguo de los rituales humanos, durante el cual el hombre trataba de encontrar, sin éxito, el sentido de una catástrofe.

Al fin amaneció, un alba encapotada, la tienda perlada de gotas de lluvia. Después de unas lentas y dolorosas horas de espera, Spencer estableció contacto con todos los grupos de Odessa. Durante ese día y el siguiente difundieron la noticia, que Mangalavid y las demás redes informativas habían omitido. Pero era evidente que había sucedido algo precisamente por la ausencia de Sabishii en los noticiarios. Circulaban muchos rumores, que ganaban gravedad debido a la falta de noticias, rumores que proclamaban desde la independencia de Sabishii a su destrucción. En las tensas reuniones de la semana siguiente, Maya y Spencer compartieron con todo el mundo lo que les había contado Marina, y luego discutieron sobre lo que harían. Maya intentó por todos los medios disuadir a la gente de lanzarse al ataque antes de que estuviesen preparados, pero era difíciclass="underline" estaban furiosos, y asustados, y esa semana se produjeron numerosos incidentes en Hellas, en todo Marte, en realidad: manifestaciones, pequeños sabotajes, ataques a las instalaciones y el personal de seguridad, paradas en las IAs, huelgas de brazos caídos.

—¡Tenemos que demostrarles que no pueden hacer esto impunemente! —dijo Jackie por la red.

Incluso Art estaba de acuerdo con ella:

—Creo que las protestas cívicas de buena parte de la población los detendrán. Obligará a esos bastardos a pensárselo dos veces antes de repetir algo así.

No obstante, la situación no tardó en estabilizarse. Sabishii volvió a aparecer en las noticias y el regular movimiento de trenes y la vida allí se reanudaron, aunque ya no fue como antes: una gran fuerza policial ocupaba la ciudad; controlaban las puertas de la estación y trataban de descubrir todas las cavidades del laberinto. Durante ese período, Maya mantuvo largas conversaciones con Nadia, que estaba trabajando en Fosa Sur, y con Nirgal y Art, e incluso con Ann, que llamó desde uno de sus refugios particulares en el Aureum Chaos. Todos coincidían en que sin importar lo que hubiese sucedido en Sabishii, por el momento necesitaban abstenerse de intentar una insurrección general. Sax llamó a Spencer para decirle que necesitaba tiempo. Esto tranquilizó a Maya, pues aquél no era el momento apropiado. Sospechaba que los habían provocado con la esperanza de que intentaran una revolución prematura. Ann, Kasei, Jackie y los otros radicales —Dao, Antar, incluso Zeyk—, se mostraron inquietos y tristes por la espera.